Democracia absolutista -- Jaime Richart

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Sí, España vive sobre un oxímoron, como es el caso de la ex-presión «silencio atronador». Veamos…
El gobierno de estos últimos dos largos años está interpre-tando el poder otorgado por la mayoría absoluta al igual que los mo¬narcas absolutistas y los dictadores fascistas interpreta¬ron o interpretan el suyo como si hubieran sido investidos por la di-vinidad: ni una sola concesión a las propuestas o enmien¬das, que no sean anecdóticas, presentadas por la oposición po¬lítica. Han hecho de esta inestable democracia de mínimos un desca-rado régimen estamental que oprime progresivamente a las cla-ses populares.

Y, por si fueran pocos los abusos reconocidos de persona¬jes públicos concretos y de castas concretas, el mecanismo que va a introducir en la reforma de la Justicia el ministro del ramo y por ende el gobierno, enlazan con las parodias de justicia que la dictadura franquista se inventó para discriminar, ante jueces y tribunales especiales, a los súbditos perdedores de la guerra ci-vil de los otros.

Es decir, cuando el desafuero de 10.000 aforados lo está pi-diendo a gritos el sentido común, la modernidad y el Derecho comparado en cuya virtud ningún otro país de Europa los tiene (salvo en algún caso la figura del jefe del Estado), en España, en lugar de elaborar una ley para suprimirlo, se refuerza el fuero con este proyecto de ley. Si bien esto es lo de menos, pues a su rebufo ministro y gobierno persiguen otra cosa…

Estamos evidentemente ante una maniobra de distracción para colar, después de tanto recorte y de tanto delito económico otra medida totalitaria: la de reforzarse el poder ejecutivo y el le-gislativo, a costa del poder judicial. Esto es, pone en ma¬nos del organismo judicial superior de los jueces, de por sí de marcado carácter político al estar nombrado su presidente por el poder político, otro poder: el de nombrar discrecionalmente tres jue-ces, en lugar de uno, para la instrucción de un proceso penal en asuntos graves.

Si ya de por sí la fortaleza del poder judicial y el necesario equilibrio entre los tres poderes del Estado (según el consabido diseño de Montesquieu) estaban muy mermados por la presen-cia en la cúpula de los altos tribunales de miembros designados por el ejecutivo y la oposición según la mayoría electoral, el poder judicial se convierte en los casos muy graves y graves en vicario del poder ejecutivo y del legisla¬tivo.

En suma, una colosal involución que aproxima la situación a la instituida en la dictadura pasada. Con la exasperante diferen¬cia de que si entonces todo el mundo sabía a qué atenerse sabi¬dos los abusos dimanantes de la concentración de poder en el dictador, en una democracia de mínimos como la española me-didas como ésta la sitúan a niveles de la figura inexistente en la teoría política de democracia absolutista. Y todo ello, siendo así que aun sin haberse consumado todavía este abuso planeado por el gobierno, las señales de que el pueblo es un cero a la iz-quierda en gobernabilidad son tan escandalosas que el mundo entero ya lo sabe.

España no tiene remedio. Este gobierno plantea la política como una batalla tribal o étnica en la que su partido actúa con toda la ventaja al concentrar, además del polí¬tico, el poder eco-nómico, el institucional y buenas dosis de mediático. En resu-men una gangrena que sólo amaina en pe¬riodos históri¬cos muy cor¬tos…

8 Abril 2014