«Sé que me van a tentar, pero yo sé lo que voy a hacer, soy catalán y cuando digo una cosa, es hasta el final», dice Joaquín Piña, obispo emérito de la fronteriza ciudad argentina de Puerto Iguazú.
Y es que los teléfonos del obispado «arden» por las llamadas de periodistas y personalidades de todo el país que querían felicitar al religioso, protagonista de la política argentina en las últimas semanas. Piña dio un fuerte golpe electoral incluso al presidente de Argentina, Néstor Kirchner. Por ese motivo el obispo salió a aclarar las especulaciones de que su triunfo del domingo representaría el inicio de una carrera política.
Nacido en Sabadell, Barcelona, en 1930, ordenado sacerdote en la Compañía de Jesús 31 años después, Piña fue el abanderado de una batalla contra las intenciones del gobernador de la provincia de Misiones, Carlos Rovira, de realizar una reforma de la constitución local que permitiría su reelección indefinida.
Nombrado en 1986 por el fallecido Juan Pablo II obispo de Iguazú -en la «triple frontera» con Paraguay y Brasil-, Joaquín Piña lideró la lista del llamado Frente Unidos por la Dignidad (FUD), que el domingo obtuvo el 56,6 por ciento de los votos que dijeron «no» a la propuesta del Frente Renovador de la Concordia Social. Este frente oficialista, que encabezó una prima de Rovira, obtuvo 13 puntos menos.
Nacionalizado argentino, Piña proclamó su candidatura en octubre con una alianza de peronistas, radicales y partidos menores enemigos del intento reelecionista de Rovira. El gobernador obtuvo el respaldo de Kirchner. Su entrada de lleno en la campaña lo fortaleció y nunca calló lo que pensaba. El lunes, tras su triunfo, al hablar sobre el intento de Rovira, afirmó que «a Kirchner también le gustaría quedarse en el poder».