De profundis clamavi (Poema) -- José R. Cervera

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Lavar los pies
de los humildes??
Transustanciados los pies en la conciencia,
a la altura del suelo la lavamos.

Ablución para esconder la sangre,

lavatorio que no limpia,

mientras degüellan al rebaño.

Ahora, que ya no se lavan ni los trapos

…sin conciencia de arte y parte,

ni siquiera se lavan las propias manos.

Sólo miramos hacia abajo,

alguna secreta culpa nos inclina,

escondemos la testuz y es mejor mirar

en los pies las protuberancias de los dedos,

ese tubérculo, esas flores, esa hierba…

¡que lejos nos quedan las cabezas,

la copa de savia de los árboles,

esos capilares aéreos que se desparraman

en riachuelos imparables hacia las alturas,

buscando un retén para su sangre

que no concede el aire;

qué inalcanzable resulta,

qué pavor infunde esa perfección fractal,

las intrincadas ramas

de la condición humana

retorcidas de dolor

y elevadas de consciencia¡.

Pilatos tenía manos que lavarse.

Se sabía juez y tenía juicio,

aunque lo suspendiera.

En este imperio sólo hay manos

para frotarlas o esconderlas

en infrahumana cobardía,

hordas salvajes en nómina para cortar las cabezas…

y crímenes sin remite, por designación aérea.

Faltaba este gluc-gluc de palanganas,

devenidos todos en palanganeros;

ya que al parecer, los sucesos con agilidad de pies,

sometidos a las leyes de la cosmética,

suceden lejos y acontecen solos.

Y al igual que el idiota mira al dedo que señala

y no la dirección que se marca,

aquí se mira al pie,

y no su empuje al precipicio;

se besa al pie como añorando

aquella inconsciencia de cuando cuadrúpedos….

Tanto dolor acumulado para intentar alzarnos sobre ellos,

tanto esfuerzo inútil

para que las manos les diesen continuación humana

al galope y a la coz,

a través del abrazo y el trabajo compartidos…

Y las manos de profundis clamavi.

Y todavía en los pastores

la nostalgia de lo que ya no puede ser,

la imposibilidad metafísica de las cuatro patas

frente a la reafirmación quejumbrosa

de los nudos en las manos y en el alma…

Si, pastores,

impregnados a veces del olor de las ovejas,

del corral tal vez,

pero casi siempre limpios de las salpicaduras de la sangre;

si besando los pies se ponen al servicio de los hombres,

¿por qué no sajan y limpian en la herida,

por qué no gritan en la plaza

y sin embargo se esconden

en esa interesada humildad de la última fila,

replegados de alma

en una aparente servidumbre de cuclillas

que ni sirve ni se afana?

Aquí y ahora,

erguidos cómo una cruz de carne viviente,

sólo nos salvará llamar crimen al crimen

y asesinos a los asesinos:

Siria, allí dónde martirizan desde fuera

a vuestros hermanos y a vuestros hijos,

no necesitan reverencias ni podólogos;

sino las manos de la voluntad

y la facultad del ejercicio del habla.

Y si algo de esa malsana afición

de equipararse a los semidioses sobreviene,

si con la representación higiénica y con su símbolo

alguno en su sano juicio cree conjurar el mal sobre la tierra,

y si en su vana misericordia Jesucristo se pretende;

que lo demuestre,

que saque el látigo de la verdad en este templo

asaltado por ladrones y mercaderes,

asesinos de vuestras propias ovejas.

Que pronuncie un verbo implacable

y lo reparta aquí y en Siria,

allí dónde asesinan a estudiantes y a niños

la ralea degenerada,

los lobos negros envueltos de rebelde

en pieles de oveja prestadas por el diablo;

mientras la gran ramera

en que se convirtió la tierra, conoce y calla.

Si, pastores…hay que apartar el amargo cáliz

de la infausta boca de Siria;

Esa crucifixión inútil de esas manos sólo traerá tinieblas

y un Gólgota perpetuo para todos los pueblos del mundo.

El agua en calma chicha

de nuestras palanganas

es turbia,

se cambiará en sangre,

nunca en vino.

Y ya no quedarán pies ni para salir huyendo

del infierno miserable en el que quedarán los vivos.