El político estadunidense Hiram Johnson apuntó que la verdad era la primera víctima de la guerra; y Orwell señaló que el lenguaje político se diseña para que las mentiras suenen como verdades. Como un ?nuevo ensayo sobre la ceguera??, como diría Saramago, nuevamente el negocio de la guerra y el olor del petróleo inician la guerra de turno, en este caso contra Libia, en nombre de proteger a la población y lo hacen con tanta seguridad que en vez de dar argumentos lanzan una pregunta:¿tienes tú una alternativa mejor? Pues bien, respondamos.
De entrada, hay que recordar que cruzarse de brazos y mirar para otro lado es repugnante, sí, pero es la norma. Piensen en tantos países donde la población está más amenazada que en Libia, y no pasa nada. Es el doble rasero: la firmeza contra Gadafi y la indiferencia hacia Bahrein, Yemen, Palestina o el Sáhara Occidental.
En segundo lugar, para no llegar hasta aquí deberíamos haber evitado todo lo anterior. Si hoy tenemos un problema con Gadafi es porque durante años le reímos las gracias. Por tener, Gadafi tiene hasta la Llave de Oro de Madrid, que le entregó Gallardón en acto solemne, con la ausencia digna de los/as concejales de IU.
En tercer lugar: si la guerra es el último recurso, significa que antes se han agotado todas las vías. ¿De verdad se agotaron todas las vías? ¿Se han llegado a explorar siquiera? Más bien parece que desde el principio estaba claro que la única vía era la militar, y no se intentó nada. Hubo propuestas de mediación internacional, como la de Chávez, rechazada y ridiculizada por quienes dicen que han agotado todas las vías.
Y un último argumento: una matanza no se evita con otra matanza. Tenemos muchos precedentes.
Desde ASPA, nos unimos al grito del NO a la guerra, y porque creemos en la Paz se nos ocurre pensar qué podríamos hacer sin guerras y sin ejércitos. Así el coste del gasto militar de una hora equivale a la iniciativa de dos décadas para erradicar la viruela; el coste medio al día, permite pagar la inmunización completa de todos los niños y niñas del mundo de enfermedades infecciosas; el coste de tres semanas permitiría pagar la atención primaria de salud para la infancia del los países pobres, el suministro de agua potable y la inmunización. Cada arma, cada buque, cada estación militar, cada soldado, roba recursos necesarios para reducir la pobreza, el desempleo, el analfabetismo y la desigualdad.