¿Cuántos catalanes y catalanas había? -- Antoni Ferret

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

(En la Edad Media, según lo poco que se sabe)
La sociedad catalana de la Edad Mediana (siglos XI-XV) no fue una realidad histórica más o menos estable, sino que experimentó altibajos, y, sobre todo, un gran descalabro. Mucha gente no lo sabe.

Todos sabemos, y vemos, que una sociedad normalmente experimenta periodos de expansión económica y periodos de crisis. Las expansiones, yendo bien, pueden durar 20-30 años (ha habido más largas, pero hoy, por desgracia, tienden a ser más cortas). Y las crisis pueden durar 5-10 años; una crisis de 10 años ya se considera muy grave. Nada de esto en aquellas épocas: todo iba mucho más despacio. Un periodo de crecimiento podía durar unos 300 años, y una crisis podía durar unos 150. ¿Os extraña? Pues esto es lo que ocurrió en Catalunya.

Desde el siglo XI hasta el XIII (y hasta medio XIV, y basta), la sociedad catalana fue creciendo en los aspectos económico y demográfico de una manera continuada. Los terrenos cultivados iban aumentando, cada vez había más talleres artesanos, las ciudades iban creciendo, sobre todo Barcelona, el comercio aumentaba: no solo entre campo y ciudad, ni con Aragón y España adentro, ni con Francia, sino sobre todo (¡sobre todo!) con las islas mediterráneas: Sicilia y Cerdeña: para obtener trigo (que, a pesar del aumento de los cultivos, y a causa del gran crecimiento de la población urbana, siempre era insuficiente), a base de venderlos tejidos, cada vez más abundantes.

La población catalana crecía y crecía, y «creemos» que en el siglo XIII llegó a un techo de unas 500.000 personas. Pero… este sueño nacional de felicidad, no es que fuera disminuyendo poco a poco, ¡NO!!, sino que estalló, y de una manera horrible. La Peste Negra de 1347-48 (venida de Asia, mediando un barco) segó la vida de muchísimos catalanes y catalanas. ¿Cuántos? No lo sabemos. Estudiando los registros parroquiales (los únicos que había entonces) de algunos pueblos, estudiosos llegan a la conclusión escalofriante que habrían muerto unas dos terceras partes de sus habitantes. Pero este hecho, de carácter local, de ninguna forma se puede trasladar al conjunto del país.

Pero, ¿por qué esa peste, de la cual había habido precedentes (1195-96, 1285), fue tan mortífera? Tenemos un «indicio»: un documento escrito después de la peste dice que 1333 fue «lo mal any primer». Era recordado como un primer año de dificultades: escasez y subida del precio del trigo (el maldito trigo, del cual nunca había suficiente para alimentar a todo el mundo). Escasez de alimento, alimentación un poco deficiente, organismos un poco debilitados, y… la peste de 1347, que podía haber sido una más, encontró un campo abonado que la esperaba.

Y ¿qué ocurre cuando en un país disminuye la población? La primera consecuencia es que disminuye la mano de obra. Y la producción. Muchas tierras quedaron sin cultivar durante mucho tiempo. Faltaban campesinos. Y aunque se pueda pensar que, si también había disminuido la población a alimentar, ya se compensaba una cosa con la otra, no es así, porque las mencionadas disminuciones no tienen por qué haber sido, una y otra, iguales en una comarca que en otra, y se producen desajustes graves según los lugares.

De hecho, la única consecuencia buena del desastre fue la mejora de los campesinos. Muchos de ellos sufrían una grave explotación por parte de los señores y de los amos de la tierra. Pero como ahora había una superdemanda, y los señores los solicitaban, ellos fueron exigiendo y los señores fueron cediendo. Esta mejora duró unos 30 años. Hasta que los señores, que habían cedido a disgusto, se enfadaron y dijeron ¡Basta! Y entonces empezó la gran lucha social entre campesinos y señores, que acabó de arruinar el país.

Y volvamos al tema: ¿cuántos catalanes y catalanas había? Cuando digo que «creemos» que se había llegar a un techo de 500.000, quiero decir que no lo sabemos seguro y que lo suponemos. Porque resulta que el primer censo, que no era un censo sino un recuento de familias, al cual se tenía que aplicar un coeficiente de personas por familia (entre 4 y 5, y que cada autor aplica el suyo), fue «después» de la peste, y dio una cuenta de unas 100.000 familias. La población podía ser de unas 400.000-450.000 personas. Claramente inferior a la población que «suponemos» del siglo XIII.

Pero esperad, esperad, que esto no es nada. Al final del siglo XV, doscientos años después del momento más favorable, ¡los datos eran de unos 300.000 habitantes!!! ¿Qué había ocurrido?? En un libro de historia digo, de manera muy atrevida: «Podemos decir que la población que se había ganado en unos 300 años (1000-1300) se volvió a perder en unos 150.» No hay garantías de que esto sea verdad. Pero sí se puede asegurar que muy equivocado no lo puede ser.

¿Y la crisis se había acabado? De aquella manera. Las actividades fueron aumentando y todo fue mejorando, pero muy despacio. Nada comparable con el crecimiento de los siglos XI-XIII. Al final del siglo XVII, Catalunya llegaba a unos 400.000 habitantes. Se habían ganado 100.00 en doscientos años, pero todavía no se había recuperado la cifra mítica de los 500.000 del siglo XIII.

Y, ya en otro tono, diré que Catalunya nunca «recuperó» la cifra de los 500.000, sino que la saltó como un caballo de carreras. Porque en el siglo XVIII, el gran siglo catalán, no todavía industrial, pero sí preindustrial y con un enorme progreso agrario, las cifras subieron, en unos 70 años, de unos 400.000 a 870.000. Y en los siguientes 70 años (hasta mitad siglo XIX), se volvieron a doblar. ¡Y basta! Porque entonces empieza a disminuir la natalidad.

Es necesario que todos los catalanes/as sepan que, en nuestra vida como pueblo, hemos pasado de verdes y de maduras, pero no solo en el aspecto político, que es más conocido, sino también en los aspectos más vitales.