La Biblia dice que los años, -¡aunque no siempre!-, nos dan una cierta sabiduría.
(No siempre, digo, porque también afirma que había un niño que tenía cien años;Es decir, que aunque tenía cien años, pensaba como un niño).
Lo que sí pienso es que nos dan mucha más libertad de espíritu. Que es algo muy importante, tanto para actuar, -tomar decisiones-, como para hablar y decir las cosas como uno las siente. Porque no deja de ser una ventaja que uno ya no ambiciona nada en este mundo, como no sea prepararse para el encuentro definitivo con Cristo.
Yo le doy gracias a Dios que me dio un corazón sencillo. Como dice el Salmo; ?Mi corazón no es ambicioso, ni pretendo grandezas que superan mi capacidad??.
Me resulta interesante que grandes hombres de Iglesia, como fue el redentorista Bernard Häring ?uno de los grandes teólogos-moralistas de nuestro tiempo, autor del libro ?La Ley de Cristo??-, en sus últimos años dijo cosas que a muchos les sorprendieron y cuestionaron. Con gran libertad de espíritu. Un hombre que tenía mucha autoridad.
Y lo mismo digo del libro que acaba de publicar este gran biblista jesuita, el Cardenal Carlos Martini, hoy a sus 81 años, Arzobispo Emérito de Milán, la Diócesis más grande del mundo. Aunque hasta ahora salió sólo la edición alemana, pero el diario La Nación nos ha adelantado algunas de sus afirmaciones, que sin duda van a provocar alguna polémica. Empezando por el título, (que es una concesión al periodismo, claro está), ?Severas Críticas del Cardenal Martini a posturas de la Iglesia??. Con un subtítulo que aclara muy bien: ?La Iglesia debe tener el coraje de reformarse??.
No debería sonarnos tan mal como a los contrarreformistas esta palabra ?Reforma??. Por algo Martini no retacea sus elogios al padre de la Reforma, Martín Lutero. Hoy nos hemos dado cuenta que, en muchas cosas, tenía su buena parte de razón. Y como me decía con humor un amigo mío, algún día todavía lo vamos a ver en los altares…
Evidentemente que Martini es un biblista, y también, ¿cómo no?, un pastoralista. Por algo ha estado tantos años al frente de una Diócesis tan importante como Milán. Por esto sus planteos tienen un trasfondo de largas meditaciones sobre la Palabra de Dios. Y no me extraña que, desde allí, cuestione algunos temas de la moral sexual tal como se vienen planteando desde la Encíclica ?Humanae Vitae?? (1968), sobre la que afirma que habría que darle una ?nueva mirada??. Por ejemplo, como ya lo hizo hace algunos años, respecto al uso de los preservativos, a los que calificó como un ?mal menor??, que muchas veces no hay más remedio que aceptar.
Lo mismo respecto al tema del celibato sacerdotal. Frente a la creciente escasez de sacerdotes en casi todo el mundo, considera que confiarle a un Párroco más parroquias, o importar curas del exterior, ?no son soluciones??. ?A la Iglesia de le debe ocurrir alguna idea??, como sería, por ejemplo, la posibilidad de Ordenar como Sacerdotes a hombres casados de reconocida Fe, como ya se hacía en la Iglesia primitiva, y es la práctica común en Oriente. Porque el celibato debe ser una verdadera vocación, (como es el caso en la Vida Religiosa), y quizás, no todos los que aspiran al sacerdocio tienen carisma para esto.
No son, por supuesto, las únicas cuestiones. Otra afirmación provocativa, dice el diario ?La Nación??, es que uno no puede hacerle a ?Dios católico??. Frase en sintonía con lo que ya había dicho la Madre Teresa de Calcuta: ?Dios no es católico??. Dios es el Padre de todos. Dios está mas allá de las fronteras que solemos levantar los hombres.
Y yo añado: No solo estoy de acuerdo con todas estas afirmaciones y cuestionamientos, sino que hay que añadir otros más. Por ejemplo, a mí me ha preocupado mucho el problema de las relaciones de la Iglesia con el Poder Cívico. Como si se tratase de dos poderes. ¡Algo tan distinto de lo que pensó Jesús para su Iglesia! Martini dice también que él ?soñaba?? con una Iglesia más pobre, más con el pueblo.
Siempre me molestó esto de codearnos con las autoridades. Y de ir a pedirles favores, porque ya sabemos que los favores siempre se pagan. Y es mucho más importante la libertad de la Iglesia para predicar la Verdad y denunciar las injusticias que todo lo que nos puedan dar. ¡Qué mal que le hizo a la Iglesia el bueno de Constantino y sus sucesores, (el Imperio), cuando se convirtió de perseguidor en protector de la Iglesia! Con razón que muchos ya han dicho que ?es mejor una Iglesia perseguida que no un Iglesia protegida??.
Y en nuestros países, qué pesada y perjudicial ha sido la herencia del famoso ?Patronato Real??, que recibimos de nuestros Reyes Católicos. Sería Santa la Reina Isabel, pero sus sucesores no lo fueron tanto… Y nuestros gobernantes republicanos por algo tuvieron tanto interés en heredar estos privilegios de los reyes.
Aunque algo atenuada esta cuestión del Patronato, en este momento tenemos varios asuntos pendientes. No se pueden crear en la Argentina algunas Diócesis nuevas, que serían importantes para la buena atención pastoral de la gente, porque el Gobierno retacea dar el ?Placet??. Sin hablar de estos casos escabrosos, como el del nombramiento del embajador ante el Vaticano, y del Obispado Castrense. (En realidad, ¿tendría que existir un Obispado Castrense? No lo sé).
Toda ingerencia del poder político en asuntos internos de la Iglesia siempre ha resultado funesta. Un caso concreto y bien triste han sido ciertas presiones en el caso de nombramientos de Obispos. Casos que, por desgracia, no se puede decir que pertenezcan sólo al pasado.
Yo no me cansé de decir que todos estos contubernios, -que eufemísticamente llamo ?matrimonios y/ o concubinatos entre la Iglesia y el Poder Civil, siempre terminan mal??. Demasiada experiencia de ello tiene la Iglesia. Y sino, repasen la historia.
Por esto que me parece tan importante la independencia de la Iglesia con respecto a todos los poderes de este mundo. Que hoy en día serían no sólo el poder político sino también el económico; aunque ambos suelen ir bastante unidos. ¡Cuánta mayor libertad tiene una Iglesia pobre! Y sobre todo, cuánto gana en testimonio. Porque no somos una empresa, que se mide por al eficacia y los números. Los cálculos de la divina Gracia van por otro camino. Es el ministerio pascual de Jesús, que con su muerte, -su fracaso humano- nos ganó la vida. ¡Venció al mundo!
De actualidadmisiones.com.ar