Con un ponderado discurso del Ministro de Justicia, en el que se refirió con simpatía a la historia del protestantismo y ahondó en el concepto de libertad religiosa, se cerró ayer, día 9, el VII Congreso Evangélico español. No tengo los datos suficientes para compararlo con los congresos anteriores, pero creo que se puede afirmar sin temor a equivocarse que no desmereció en absoluto de los últimos celebrados en Madrid. Las inscripciones rebasaron los dos mil y la asistencia a los actos programados fue muy alta, siguiendo un programa muy apretado, especialmente el del sábado, que empezó temprano por la mañana y terminó muy tarde por la noche con el ACTO POR LA PAZ, celebrado en el Auditori de Barcelona.
No es fácil hacer una valoración equitativa del Congreso. Como todo acontecimiento de esta magnitud tuvo sus luces y sus sombras, creo que más de las primeras que de las segundas. El nivel de las ponencias en las plenarias y en los seminarios fue, con alguna que otra excepción, muy alto. Hubo ponencias excelentes como las de Pedro Sanjaime, Antonio Cruz o Samuel Escobar. Hubo otras de menor calidad, pero expresadas con fuerza y convicción. La impresión general del desarrollo del congreso, que no fue posible seguir en su integridad, especialmente el domingo que coincidió con los cultos en las iglesias, fue muy buena. Los congresistas salían contentos de las largas sesiones diarias. La crítica que en este apartado podría hacerse es que el Comité Organizador optó por los asuntos fáciles, poco comprometidos, olvidando o marginando los grandes temas que sacuden a nuestra sociedad o son de la máxima urgencia para las iglesias. Hubo poco espíritu de crítica. Nosotros somos los buenos, nuestro mensaje es excelente, sólo nos falta actualizarlo. En este aspecto fue muy incisiva la aportación de Jaume Llenas en el seminario sobre ?Retos y Oportunidades??.
En casi todas las sesiones del congreso, se dio lugar a la participación de un grupo de alabanza que, a pesar de que su actuación era bien recibida, se prodigó con demasía. Unas participaciones más comedidas nos hubieran ayudado a apreciar mejor este conjunto joven al que se ha de felicitar, juntamente con Francesca Patiño y otras participaciones musicales. También ellos contribuyeron al éxito del congreso dando una nota de espiritualidad y, especialmente en el caso de Patiño, un punto de emoción.
Durante todo el congreso, los organizadores no dejaron de hablar de la unidad del pueblo protestante y de la satisfacción que les producía la presencia en el Congreso de las nuevas mayorías en el protestantismo español: la Iglesia de Filadelfia, las iglesias de tipo pentecostal y las comunidades étnicas. Sin embargo, su protagonismo fue limitado. Francisco Navarro, que representaba la Iglesia de Filadelfia hizo un discurso muy comedido y simpático. Sin embargo, esta voluntad de mostrar nuestra aceptación a estas iglesias nuevas, muy conservadoras y con criterios muy estrictos en interpretación bíblica, hizo que los dirigentes del congreso tuvieran mucho cuidado en no ofenderles. Así, por ejemplo, el ecumenismo, que es un asunto candente del que deberíamos hablar, fue un tema tabú. Si el Estado y sus representantes fueron agasajados y halagados en demasía, la Iglesia Católica no fue mencionada en absoluto. Tanto en la apertura del Congreso como en el acto de clausura hubo representantes cualificados de la Iglesia Católica. En la apertura pudimos ver al delegado de ecumenismo del arzobispado de Barcelona, Dr. González Agapito, y en el acto de clausura al Dr. Antonio Matabosch. Pero no sólo no fueron invitados a dar un saludo, sino que ni siquiera se notificó a los congresistas que estaban presentes. Había que evitar ofender a los fundamentalistas.
Esta misma actitud de cautela se hizo patente cuando la TV dio la noticia de la celebración del congreso con unas declaraciones muy correctas del Sr. Correa. Sin embargo, esta noticia fue acompañada de un comentario anónimo que decía que las iglesias metodistas y presbiterianas no participaban en el congreso por su postura (entendemos supuesta postura) en el asunto de los homosexuales. Fue sin duda un falso hermano (sólo podemos denominarlo así) que filtró a la prensa o a la TV esta mentira. Y que es falso, nos lo confirmó el Comité Organizador, a quien se hizo la denuncia pertinente. Sin embargo, que sepamos, este Comité no hizo ninguna indagación sobre quien había filtrado esta mentira, cosa relativamente fácil, ya que no es la primera vez que alguien de estas iglesias se manifiesta en este sentido. Tampoco se atrevió el Comité Organizador a desmentir esta falsa información. Había que evitar fricciones. Intuimos también que la escasa participación de la IEE en los actos del congreso se debe a las mismas razones. Hay quienes vetan a los que no se atienen a las líneas conservadoras que predominan ahora en nuestro entorno.
Nuestro comentario es que por ahí no podemos ir. Si, como afirmamos una y otra vez, somos un pueblo y queremos hacer alarde de nuestra unidad, hemos de ser francos y sinceros los unos con los otros, aceptándonos y respetándonos mutuamente.
A pesar de estas sombras, que hemos querido señalar, queremos felicitar a la FEREDE y al Comité organizador por el trabajo realizado. No ha sido perfecto, como nada de lo que hacemos lo es, pero es un camino en el que hemos de profundizar. Creemos honestamente que hay cosas que no se han hecho bien, en las cuales no queremos insistir, pero esperamos que en el día a día de nuestras relaciones haya una mayor comunión en Cristo. Al fin y al cabo, él es nuestro común Señor y Salvador. ¿O no?