Cristianismo y religión -- Francisco Margallo

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He dudado si titular este artículo Cristianismo versus (contra )religión, pero por no ser tan radical he decidido dejarlo como está, para que los lectores saquen su conclusión final.

Las múltiples condenas de teólogos de gran prestigio, que se están produciendo en los últimos años, ha hecho que la doctrina de Bonhoeffer sobre la secularización o laicidad del cristianismo sea de suma actualidad. El teólogo alemán fue pionero a mediados del siglo XX en distinguir entre cristianismo y religión. Gracias a él vemos hoy que Jesucristo no es el fundador de una religión. Una frase suya clara y concisa, que ha dado la vuelta al mundo decía: «Cristo no trae una religión, sino que trae a Dios».

Ya en nuestros días otro teólogo famoso, Leonardo Boff, da un paso más y dice: «Jesús no vino a traer una religión, sino un hombre/mujer nuevo. Por eso Jesús y su misión no pueden ser encuadrados dentro de los cánones religiosos. El trasciende lo sacro y lo profano, lo secular y lo religioso». Esto explica que Boff fuera el primer teólogo de la teología de la liberación latinoamericana que se sentara en el banquillo de los acusados ante el Papa Benedicto XVI entonces presidente del dicasterio vaticano Para la Doctrina de la Fe.

Digamos, en principio, que estas tesis teológicas de tan gran calado hay que leerlas a la luz de unas instituciones y sus máximos representantes, que amparados en la religión, se han desentendido de los graves problemas de la humanidad, que es lo que preocupaba realmente a Jesucristo. El asumió con todas sus consecuencias la vida de los pobres y arriesgó la suya para cambiar la situación injusta en que estos vivían, lo mismo que lo han hecho otros personajes a lo largo de la historia, como Gandi por ejemplo.
La religión, en cambio, no nos ha llevado a introducirnos en la problemática humana, sino que en expresión de Bonhoeffer «era la mejor habitación de la casa a la que uno se retira complaciente unas horas para volver después al cuarto de trabajo».

Por eso la secularización no es tan negativa como cree la jerarquía actual de la Iglesia, porque ha sido ella (la seculariz.) al indicarnos el camino humanizador por el que se acercó Jesucristo al mundo quien nos ha advertido del error en que estaba la religión. Es precisamente en el cuarto de trabajo donde se realiza fundamentalmente el cristianismo, como mensaje para la vida del hombre/mujer que es. Ella hace sí distinción entre religión y cristianismo, pero esto no significa negar la trascendencia. Bonhoeffer estuvo muy empeñado en desreligiosizar el cristianismo, porque veía que el Dios de la religión era «un Dios tapaagujeros, al que se acude para que solucione situaciones límite, un Dios que da resignación a los oprimidos».

Si miramos en torno nuestro con el ojo secularizado o laico que nos ofrece Bonhoeffer, vemos que son los más fanatizados de la religión los que más se oponen a que se haga presente en el mundo la buena nueva cristiana de la fraternidad eficaz entre los hombres/mujeres, de su igualdad y libertad. Hay un sector de la Iglesia que no soporta que los cristianos se abran camino por sí mismos, prefieren verlos como sus protegidos para decidir siempre por ellos. Cuando esto se hace amparádose en la religión hay que darle nuevamente la razón a Bonhoeffer que nos advierte: «La religión y la moral pueden convertirse en el más peligroso enemigo de la venida de Dios a los hombres, es decir, de la buena nueva cristiana.

No cabe duda que los que mejor han comprendido este lenguaje secularizado del cristianismo son los teólogos de la liberación, que no son teólogos de gabinete, sino que están muy ligados a su pueblo. Ellos dialogan con el pueblo no sólo con la palabra sino con su vida compartida y poniendo mucha tierra en su pluma y en su lengua. La misma tierra que pisó Jesús en el transcurso de su vida en ella.
El Sinodo de obispos celebrado en Roma en 1974 les dió la razón diciendo: El trabajo por el desarrollo humano y la liberación es una dimensión constitutiva de la evangelización. La participación de la Iglesia en la liberación humana es ya proclamación del Evangelio de Cristo y de la total salvación que encontramos en él.

Hoy que los hombres son especialmente sensibles a los valores de justicia y solidaridad, la Iglesia, a semejanza de su Fundador, no debe existir para sí misma, sino para la vida del mundo. La Iglesia está llamada a participar en la defensa de los derechos del hombre y de los pueblos; está llamada a estar al lado de los injustamente privados de libertad, de los injustamente encarcelados (Guantánamo), de los que sufren marginación y opresión, aunque no sean cristianos. La Iglesia no debe buscar su propio bien sino el de aquellos con quienes se ha identificado Jesucristo (Mt 5).

Al final de tantos testimonios en el mismo sentido yo llego a concluir que la religión se queda en un segundo plano. Es como el recipiente, la envoltura y no el contenido propiamente dicho del crisstianismo. ¿Es también esta su conslusión?.
Francisco Margallo Bazago