CRISTIANISMO DE LIBERACI?N (XIII): LA LIBERTAD DE LOS SEGUIDORES DE JES?S. Jung Mo Sung

0
44

Adital

Jung Mo Sung.jpgEn el artículo anterior (Cristianismo de Liberación XII: las lecciones de «ellos tenían todo en común»), vimos como la fe en la resurrección de Jesús sólo puede ser vivida en la medida en que encarnamos esta experiencia espiritual en un sistema de vida personal, comunitario y social que entra en contradicción con los valores dominantes de la sociedad y anuncia un mundo más humano y justo como señal del Reino de Dios. Al mismo tiempo, vimos también que este sistema concreto es siempre provisorio, con contradicciones y problemas internos, y que precisa ser continuamente renovado o reformulado.

De permanente, sólo la fe en la resurrección de Jesús, aquél que murió en la cruz por oponerse al Imperio y a la religión dominante en nombre de Dios y de la buena nueva para los pobres y oprimidos/as.
Si Jesús fue muerto en nombre de dios y de doctrinas religiosas de su pueblo, religión ésta que era la guardiana de la tradición bíblica, no le basta a una persona o a un grupo religioso decir que cree en dios o que obedece las doctrinas de la religión bíblica (o de otro libro sagrado) para ser realmente seguidor de Jesús.

Esto nos lleva a pensar sobre la tensión permanente y difícil entre el seguir a Jesús y la pertenencia a la religión o a una Iglesia cristiana. El Padre Comblin, en su libro El camino, dice: «El seguir a Jesús es una cosa y la religión, otra. La tradición de la Iglesia siempre hizo la distinción entre las virtudes dichas teologales – fe, esperanza y caridad -, que son dones de Dios y la virtud de la religión que es virtud natural, formada por los pueblos dentro de sus culturas. La religión es una creación humana, nacida de un intenso trabajo cultural. El seguimiento de Jesús no se produce por ninguna cultura y puede ser vivido en todas las culturas.»

En otras palabras, hay seguidores de Jesús que pertenecen a la Iglesia cristiana, pero también hay miembros fieles de las Iglesias cristianas que pueden no ser seguidores de Jesús, así como hay seguidores de Jesús que, por diversos motivos, no pertenecen a ninguna Iglesia cristiana. Yo pienso que el ideal es ser seguidor de Jesús y al mismo tiempo pertenecer a una comunidad cristiana organizada en la forma de Iglesia, pero no siempre este ideal es posible. Muchas veces la rigidez doctrinaria y moral de ciertas comunidades o Iglesias, su adhesión o subordinación al sistema social dominante y opresivo entra en contradicción con el seguimiento a Jesús. Es decir, personas que quieren seguir a Jesús – viviendo la fe, esperanza y caridad/solidaridad para con los pobres y oprimidos/as, en el espíritu de libertad para el cual Jesús nos liberó (cf Gal. 5,1) – se sienten casi que obligadas a dejar su Iglesia, o son hasta incluso «invitadas a salir», por causa de su fe.

Hay muchas personas – autoridades eclesiásticas o no – que reproducen las viejas características de las religiones en general y confunden el cristianismo con obediencia a la doctrina y espíritu de servidumbre frente a las autoridades civiles y eclesiásticas y a las leyes del mercado. No se dan cuenta que el seguimiento de Jesús, a diferencia de las religiones en general, es un llamado a la libertad y al amor-solidaridad. Tienen dificultad en entender que «donde se encuentra el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (2 Cor 3,17).

Esta libertad no es una libertad abstracta, formal, como las de las leyes de nuestras sociedades modernas, ni es una libertad que permite cualquier cosa. Es una libertad que nace del amor y de la fe. San Agustín decía: «ama y haz lo que quieras», porque quien ama no quiere cualquier cosa, sino el bien de la persona amada. Y muchas veces hacer este bien puede significar ir contra los valores dominantes o contra las leyes de la sociedad y hasta incluso de la religión. Pero, para Agustín y para el cristianismo, quien ama y es solidario con las personas más necesitadas es libre de hacer lo que fuere necesario para defender la vida.

Vivimos en una sociedad donde se mide el valor de las personas por su capacidad de consumo y la calidad de vida por el aumento cuantitativo en la producción económica, donde se reduce todo al cálculo económico o cuantitativo – desde el valor de la relación entre padres e hijos hasta la «santidad» de una comunidad religiosa -, y condena a muerte por el hambre y la falta de asistencia médica a millones de personas y justifica todo esto en nombre de las leyes del mercado. Seguir a Jesús en este mundo significa fundamentalmente estar libre de esta idolatría fundada en la mentira y en el asesinato. Como enseña Jesús en el Evangelio de Juan (8,44), quien combate la verdad que libera y defiende la mentira y el asesinato, tiene como padre al diablo, «el homicida desde el principio» y «el padre de la mentira».

Y quien fue liberado de esta idolatría, vive su libertad siguiendo a Jesús y luchando por la liberación de las personas oprimidas, cautivas y condenadas a muerte antes de tiempo por el sistema social opresivo. Y si por acaso, alguien invoca la ley del mercado o de dios para intentar continuar encubriendo los asesinatos con la mentira, nos acordamos de las palabras de Jesús: «el Sábado (la ley más importante del judaísmo) fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado». Esta es la libertad cristiana.

Al mismo tiempo, sabemos que esta libertad debe ser vivida dentro de la historia, y no en un mundo de «fantasía» donde todos nuestros deseos se realizarían sin dificultades. ?ste es el compromiso de los seguidores de Jesús con el misterio de la encarnación, el misterio de un Dios que se vacía de su divinidad y entra en la historia como un siervo, como un humano (f Fil 2,6), porque ama a las personas en su humanidad, dentro de las contradicciones de la vida real. Por eso, seguir a Jesús es vivir la libertad, en la lucha por la liberación, celebrando los frutos y vislumbrando las semillas que todavía están por nacer.

(Este es el décimo tercer artículo de una serie que estoy escribiendo sobre el tema del «cristianismo de liberación» como una contribución a los debates en vista de la V Conferencia del CELAM)

* Profesor de post grado en Ciencias de la Religión de la Universidad Metodista de San Pablo y autor, entre otros, de «Sujeto y sociedades complejas».

Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com

* Profesor de postgrado en Ciencias de l Religión de la Universidad Metodista de San Pablo y autor de Sementes de esperança: a fé em un mundo em crise