CRISTIANISMO DE LIBERACI?N (V) :FIDELIDAD Y DIÁLOGO. Jung Mo Sung

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Adital

El día 17 de febrero, el Papa Benedicto XVI hizo un discurso para Nuncios Apostólicos de los países de América Latina, que se habían reunido en el Vaticano en preparación para la V Conferencia del CELAM. En este discurso, el Papa hizo una serie de consideraciones que fueron entendidas, por diversos analistas, como directivas para la Conferencia que se realizará en Aparecida, Brasil.

Entre estas consideraciones, yo quiero destacar aquí una afirmación: «los movimientos eclesiales constituyen un válido recurso para el apostolado, pero deben ser ayudados a mantenerse siempre fieles al Evangelio y a la enseñanza de la Iglesia, incluso cuando trabajan en los campos social y político». A primera vista esta afirmación no levanta grandes cuestiones, pues reafirma una posición ya tradicional en la Iglesia Católica. Pero la forma como se interprete esta idea puede interferir en mucho la V CELAM. ¿Qué significa más concretamente ser fiel al Evangelio y a la enseñanza de la Iglesia cuando se actúa en el campo social y político? ¿Hasta qué nivel de detalles llegan el Evangelio y la enseñanza de la Iglesia sobre las cuestiones sociales y políticas, de manera tal que deben determinar nuestras opciones y acciones en nuestras prácticas concretas?

En el artículo anterior, Cristianismo de Liberación (IV): los tres niveles del discurso teológico-social, propuse la distinción entre: (1) el nivel de principios teológico-epistemológicos, (2) el de los grandes principios ético-políticos y (3) el nivel analítico-operacional. Si esta distinción tiene algún sentido, necesitamos saber si la fidelidad al Evangelio y a la enseñanza de la Iglesia se debe dar en todos estos tres niveles distintos o si solamente en el primero, o en el primero y segundo. Yo creo que no hay dudas entre los cristianos que el Evangelio es la fuente para nuestros grandes principios teológico-epistemológicos; y que la pertenencia a una Iglesia significa también aceptar los parámetros básicos de la comprensión de la fe. La cuestión es si la enseñanza social de la Iglesia (Católica y de otras que también poseen una) puede ser vista como una instancia capaz de exigir fidelidad en discusiones sociales y políticas que van más allá de los principios de fe.

Tomemos como ejemplo el debate sobre la globalización económica. Yo pienso que hay un consenso acerca de que debemos luchar contra los efectos perversos del actual modelo de globalización que recaen sobre los más pobres y sobre la naturaleza. Podemos hasta decir que ésta es una cuestión de fidelidad al Evangelio y a la enseñanza de la Iglesia. Pero, las discusiones sobre si debemos «corregir» este modelo, crear «otra» globalización o estar en «contra» de esta globalización como tal, y la consecuente discusión sobre el papel del mercado, del Estado y de la Sociedad Civil en este proceso, exigen más que una correcta interpretación del Evangelio y de la tradición teológica de la Iglesia. Exige el diálogo con las ciencias humanas, sociales y naturales – que tampoco tienen posiciones consensuadas – lo que imposibilita una respuesta teológica y social más definitiva. Cuando descendemos al nivel del detalle operacional, a partir de la opción por uno de los caminos posibles, se hace mucho más difícil llegar a un consenso o a una «verdad» que pueda exigir una fidelidad de los miembros de su iglesia. Es decir, la falta de este consenso es también uno de los grandes desafíos o características del Forum Social Mundial.

La noción de fidelidad a la enseñanza de la Iglesia o a la «enseñanza» de la Teología de Liberación – pues también en medio del cristianismo de liberación hay personas y grupos que pretenden ejercer la función de «defensores» de las «verdades» teológico-sociales consideradas por ellos como incuestionables – presupone un conjunto de verdades ya establecida en el campo social y político. Lo que no existe, pues las teorías sociales y la propia realidad económico-social-político-cultural global están siendo probadas, modificadas y reordenadas constantemente.

Las Iglesias y también el Cristianismo de Liberación necesitan reconocer que pasó ya el tiempo en que los discursos religiosos y teológicos pudiesen dar cuenta de la realidad social, el tiempo en que se podía, en nombre de una determinada religión, iglesia o corriente teológica, exigir o pedir un determinado posicionamiento y acción social y política. No solamente porque las personas y la sociedad no aceptan más esta actitud, sino también porque los «dogmatismos» que exigen fidelidad en cuestiones sociales y políticas tan complejas son contraproducentes.

La fidelidad de las personas que se consideran cristianas es para con Jesús y su Evangelio, que se comprueba en la fidelidad a la causa de los pobres y de todas las víctimas de las opresiones y dominaciones. Más allá de esto, son cuestiones para el diálogo y acciones y estrategias que precisan ser revistas constantemente. No sabemos todavía de modo claro cómo surgirá el horizonte de un futuro más humano, social y ecológicamente sustentable. Pero sabemos que no será resultado de dogmatismos y autoritarismos – sean de izquierda o de derecha, religioso o secular, conservador o progresista. Por ello, el diálogo es fundamental. En este caso, el diálogo de la V Celam con la sociedad en general, el del cristianismo de liberación con otros sectores del cristianismo y de la sociedad.
Y el diálogo sólo es fructífero cuando partes diferentes dialogan no sobre sus creencias o principios, sino sobre problemas comunes que afectan a todos y buscan, respetando las diferencias y los conflictos, a pesar de estas diferencias y conflictos y sacando ventajas de estas diferencias y conflictos, construir un mundo más humano y, por ello, más divino.

(Este es el quinto artículo de una serie que estoy escribiendo sobre el tema del «cristianismo de liberación» como una contribución a los debates en vista de la V Conferencia del CELAM)

Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com

* Jung Mo Sung es Profesor de postgrado en Ciencias de l Religión de la Universidad Metodista de San Pablo y autor de Sementes de esperança: a fé em un mundo em crise