CRISTIANISMO DE LIBERACI?N (I). Jung Mo Sung

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Adital

Faltan tres meses para la V Conferencia General del CELAM y de la visita del Papa a Brasil. Hasta el momento, los diarios y la televisión han hablado más sobre cuestiones prosaicas acerca de la visita del Papa – tales como, el cuarto del Monasterio de São Bento donde quedará hospedado Benedicto XVI en San Pablo, los muebles que están siendo realizados especialmente para su visita en Aparecida o la marca de las sábanas (de alta calidad) que usará – que sobre el impacto de la visita o de la V Conferencia en la vida de América Latina o de Brasil.

Se fue el tiempo en el que este tipo de visitas o una Conferencia de Obispos de América Latina causaban debates y polémicas en los medios de comunicación y en las Iglesias sobre cuestiones teológico-político-sociales, tales como la opción por los pobres, el papel de la fe cristiana y de las comunidades de base en las luchas por la transformación social.
Los tiempos son otros, dirán algunos. Y, de hecho, vivimos otros tiempos. En muchas comunidades, los dirigentes laicos que todavía insisten en el papel profético del cristianismo, y que con esto entran en conflicto con las «autoridades eclesiásticas», están siendo «invitados» a retirarse de las pastorales y hasta de la vida comunitaria. Los métodos pastorales y técnicas de marketing para aumentar el número de fieles se convirtieron en cuestiones más importantes que el papel profético del cristianismo en la construcción de una sociedad más justa y humana, la cual sea una señal anticipatoria del Reino de Dios.

Tenemos que reconocer que el sueño acariciado por los participantes de las comunidades de base y de la teología de liberación, especialmente en los años de 1980 y 1990, de que la «masa» de cristianos en América Latina asumiría el cristianismo de liberación – o que la comunidad de base se convertiría en el modo de ser de toda la Iglesia – fue derrotado.

A pesar de todo, el cristianismo de liberación continúa sobreviviendo en el interior de las Iglesias Católica y Protestantes y también fuera de ellas. Antes de continuar la reflexión, quiero explicar rápidamente porqué estoy usando la expresión «cristianismo de liberación», en vez de expresiones más usadas como Teología de Liberación, Iglesia de los Pobres o Comunidades de Bases.

Como dijo muy bien Michael Löwy, en su libro «La guerra de los dioses», el cristianismo de liberación latinoamericano es un movimiento social-religioso anti-capitalista (que con el transcurrir de los años asumió también otras luchas libertarias, tales como la de las mujeres, de los negros, de los indígenas, ecológicas…) que nació antes que la Teología de Liberación y la mayoría de sus activistas no son teólogos; va más allá de los límites institucionales de la Iglesia y muchos ya no se consideran más miembros de la Iglesia o incluso creyentes, a pesar de continuar identificándose con este tipo de cristianismo; y muchos no son parte de las comunidades de base y no están en los estratos más bajos de la sociedad («base»). Son personas y grupos que, de modo explícito o de una forma algo difusa todavía se guían por los valores del evangelio interpretados por el cristianismo de liberación en sus posiciones y acciones frente a los desafíos del mundo contemporáneo.

El hecho de que sólo una pequeña minoría de las comunidades y de las iglesias continúa perseverando en la tarea profética ante las injusticias e inhumanidades del mundo globalizado y también dentro de las instituciones religiosas cristianas debe entristecernos, pero no sorprendernos completamente.

Al comienzo de los años 70 del siglo pasado, Juan Luis Segundo – uno de los teólogos más lúcidos y brillantes de la Teología de Liberación – ya nos alertaba que protestar contra todos los absolutismos históricos – como el del mercado neoliberal o de cualquier otra institución humana, incluso religiosa – es una característica esencial del cristianismo, pero que exige un coraje y fidelidad que tiene más que ver con minorías que con la universalidad de las masas, sean cristianas o no. El inolvidable Don Helder Cámara hablaba de «minorías abrahámicas». En parte es por esto que no creemos que aumentar el número de fieles católicos o cristianos, el tamaño de la «masa», es el principal desafío o tarea de las iglesias.

No quiero, con esta cuestión de las minorías, defender una posición elitista, sino simplemente reconocer una realidad humana y social. Si hoy somos una minoría todavía menor que antes, esto coloca sobre nosotros – los/las que se consideran parte del cristianismo de liberación – una responsabilidad mayor. No la de convertirnos en «salvadores/as o libertadores/as del mundo», sino en ser más eficientes en lo que podemos y debemos realizar y también de mantener viva esta tradición, esta corriente, para que otras personas y grupos de nuestro tiempo y de las próximas generaciones también puedan «beber de este pozo».

(Este es el primer artículo de una serie que pretendo escribir sobre este tema del «cristianismo de liberación», como una contribución para los debates teniendo en la mira la V Conferencia del CELAM)

Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com

* Professor de pós-grad. em Ciências da Religião da Univ. Metodista de S. Paulo e autor de Sementes de esperança: a fé em um mundo em crise