Cría industrial de aves -- Jacques Gaillot, obispo de Partenia

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Partenia

Habiendo acudido a Québec para unas intervenciones en televisión, dejé Montreal en coche para otra cita. En el camino, el chofer se detuvo en un pueblo para comprar huevos frescos. Esto forma parte de los imprevistos del viaje?? No éramos los únicos que estaban haciendo la misma compra. Una fila de coches nos precedía.

Los huevos frescos se compraban por docenas. El director de la empresa insistió para que yo pudiera ver rápidamente su criadero de aves, signo de su éxito.

El me llevó a la parte trasera de la nave y me hizo entrar en un inmenso barracón débilmente iluminado y muy caluroso. Vi un océano de pollitos. El director me dijo con satisfacción: ?Son nueve mil .Todo está calculado: la ventilación, la calefacción, la iluminación, la alimentación??.
Se inclinó al suelo para atrapar con alguna dificultad un pollito que me depositó con orgullo en la mano.

Este pobre pollito amarillo estaba tranquilamente en el cuenco de mi mano y me miraba. Parecía decirme:
?Vivo en este infierno. No veré nunca la luz del día, la libertad de ir y venir por el gallinero, el placer de buscar mi comida?? pronto van a cebarme con soja para convertirme en carne barata fácil de consumir??.

De la eclosión al sacrificio, transcurren 8 semanas. Todo está programado. Cada día cuenta. Al pollito amarillo le habría gustado venirse conmigo, pero su suerte está ligada a los nueve mil. Es un criadero industrial. Un infierno para las aves y ?comida basura?? para nosotros.