Poco a poco nuestro continente latinoamericano se ha ido posicionando como un interlocutor válido frente a los países del primer mundo y ha fortalecido su identidad cultural y religiosa, dejando de sentirse receptor de todo lo que venga de afuera para ofrecer sus propias riquezas.
En el campo teológico esto ha sido claro en la llamada teología latinoamericana que partiendo del método pastoral ver-juzgar-actuar, ha producido una teología capaz de asumir la realidad de pobreza y exclusión que ha marcado tanto la vida del continente y ha ido más allá, asumiendo los nuevos desafíos que se perciben, tales como la cuestión ecológica, la indígena, la realidad de la mujer, la afroamericana, el pluralismo cultural y religioso, etc.
Vale la pena recordar la valoración que la V Conferencia del Episcopado latinoamericano y caribeño le dio a este método pastoral afirmando «que ha colaborado a vivir más intensamente nuestra vocación y misión en la Iglesia, ha enriquecido el trabajo teológico y pastoral, y en general ha motivado a asumir nuestras responsabilidades ante las situaciones concretas de nuestro continente” (DA 19).
Es por esto que la celebración en octubre del «Congreso Continental de Teología Latinoamericana” en São Leopoldo, Brasil, es motivo de gozo y esperanza. Con este congreso se busca conmemorar los 50 años de la inauguración de Vaticano II y los 40 años de la publicación del libro «Teología de la Liberación.
Perspectivas” de Gustavo Gutiérrez. Ambos acontecimientos permiten entender el surgimiento y desarrollo del teologizar latinoamericano, resultado de un sincero compromiso con la puesta en práctica de Vaticano II en el continente.
Como preparación al congreso se realizaron durante el 2011, cuatro «Jornadas teológicas regionales” que reunieron los diversos países así: en Guatemala (Centro América y el Caribe), Chile (cono sur y Brasil), México (Estados Unidos y México) y Bogotá (países andinos). A partir de estos encuentros, el congreso pretende ser un congreso prospectivo «que movilice a la comunidad teológica para afrontar los desafíos que la emergencia del nuevo paradigma civilizatorio, los profundos cambios culturales, los diversos movimientos sociales y las innovaciones científicas plantean a la teología, como servicio a las iglesias y a la humanidad en un mundo globalizado y excluyente” (Cfr. Carta convocatoria del congreso).
Será un congreso católico, con apertura ecuménica, dirigido a teólogos/as de carácter popular, pastoral y académico y a todos aquellos comprometidos con el caminar social y eclesial. Su metodología incluirá conferencias, paneles, talleres activos de participación temática, paneles abiertos y cineforos. Temas como la economía, los nuevos movimientos sociales, los sujetos emergentes, la espiritualidad, la opción por los pobres, el método teológico, los nuevos paradigmas, las migraciones, los derechos humanos, las cuestiones de género, entre muchos otros, serán reflexionados desde la fe para avanzar en un discurso teológico significativo y actual para la realidad que hoy nos desafía.
Asistirán muchos teólogos y teólogas de la primera hora como también muchos otros/as de las nuevas generaciones. En todos existe esa fe inquebrantable en el evangelio de Jesús, ese evangelio leído desde los pobres, desde el sufrimiento de los últimos, desde los excluidos y marginados, desde los desafíos y cuestionamientos actuales, que urgen creer en «otro mundo posible”, organizado no desde el poder y el tener sino desde el servicio y el compartir.
Será un espacio para renovar la fuerza de lo pequeño y lo frágil y la capacidad de transformación de la palabra de Dios con la buena noticia de liberación que encierra. Será un congreso donde la esperanza se avivará y el amor estará presente porque detrás de la reflexión teológica está la vida y el compromiso de muchas personas que han llegado hasta el martirio por defender a los más pobres, por comprometer su vida con la defensa de sus más elementales derechos.
Este congreso continental que desde ya vale la pena acompañar con la oración y la disposición de hacerlo posible afirma, una vez más, el Dios de la Vida, ese Dios comprometido con los más pobres y pequeños, ese Dios que nos salva desde ellos y con ellos.