Cuando llega el momento más decisivo, pienso que cualquiera quisiera que me pillara reconciliado. Y obviamente, debo ir preparándome ya. No está en mi mano que otros me perdonen, es su problema. Pero si está el no guardar el más mínimo rencor contra nadie. Cosa no fácil porque soy propenso a la ira, aunque se manifiesta más bien como espuma de gaseosa que como rescoldo permanente.
Vivo en paz pero no sin contradiciones, sea por limitaciones físicas, sea por mi temperamento indomable e indomado. Vivo en paz porque no permanece abierta de forma absoluta ninguno de los interrogantes vitales. Se, no se como pero lo se de donde vengo. Se, aún se menos pero lo se, a donde voy. Leía hoy decir a un viejo cardenal muy simpático que se encontraba en una barca zarandeada.
Tengo la impresión de que la mía está tranquila. Si no lo he entendido mal esa barca zarandeada se debe probablemente a que la reflexión sincera desestabiliza muchas cosas. Pero dado que no dispongo más que de mi mente (conciencia, conocimiento, sin excluir la aportación ajena), no me queda más remedio que fiarme de ella, aunque siempre se mantiene abierta y en búsqueda.
¿Con esto quiero decir que ninguna verdad nos llega desde fuera de nuestro mundo? Pues si, mientras no nos prueben el hecho de tal comunicación.
A fuer de sincero me siento obligado a alguna declaración sustantiva de mi pensamiento en la que se marque todo el resto. Yendo al corazón del tema, en mi caso, me pregunto: ¿En qué Dios creo? Difícil responder. Por una parte, nunca he tenido lo que se llamaban dudas de fe, en este punto concreto. Sin embargo el Dios enmarcado en todo ese constructo religioso de nuestra educación infantil, ha cambiado del todo.
En ese constructo, creía conocer mucho sobre Dios. Hoy estoy convencido de que aceptándolo como dador de todo sentido, liberación de todo Mal e injusticia y Padre común, poco más sabría decir de él. De todas formas para qué saber más sobre ?l si sólo podríamos verbalizar conceptos sacados de lo que nos brindan nuestros sentidos. A efectos prácticos casi me atrevería a afirmar que hasta nos resulta inútil saber más, que todo lo necesario para un vivir honesto y en paz nos lo ofrece nuestra conciencia y que sobre Dios, Jesús nos dijo algo definitivo: o lo vivimos en el hermano o hemos caído en una trampa.
En otras palabras, vivir ?como si Dios no existiese?? consciente de que es lo más real para entender cualquier pregunta seria. Esta es mi fe y me sobran todos los demás mitos. Algo nos dijo Jesús como otros grandes personajes y sobre todo algo hizo en la línea de jugarse la vida por la verdad y la justicia y no pretendo esperar, salvo de otras experiencias subjetivas, nada más substancial sobre Dios.
En este punto siento que mi barca que sin duda ha afrontado el riesgo del mar permanece tranquila. Pero ello ha sido fruto de haberme liberado de muchas cosas. Entre otras, de la macro-institución humana, llamada iglesia católica ? distingo firmemente la institución o estructuras de la comunidad de creyentes. Es innegable que mamé sus creencias y que estas me han acompañado el resto de mi vida aunque quedándose una tras otra en la cuneta del camino por la fuerza del espíritu crítico. Ha sido una liberación que no ha zarandeado mi barca sino que me permite seguir navegando sereno.
Llegado a este punto, caigo en la cuenta de que el meollo de esta fe no es la afirmación conceptual de Dios sino la afirmación vital de mis hermanos. Y considero esto tan importante que constituye lo que llamo espiritualidad laica, ?secular, terreno en el que cabemos y podemos encontrarnos todos, no solo de cualquier religión, sino todos, creyentes o no creyentes??. Creo que en algo semejante a esto encontraríamos una plataforma sólida con la que responder a las grandes carencias y necesidades de la humanidad en general.