COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE EN POPOKABAKA (R.D. CONGO)María José Herrería

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Umoya

Las CEBs tienen una estructura orgánica. Lo que yo conocí a nivel de las CEB fue cómo en las pequeñas aldeas los catequistas o presidentes de CEBs animaban a sus comunidades. Más bien parecía un movimiento de ida y vuelta, recíproco.

Eran las mismas comunidades las que se ponían en movimiento y acompañaban a sus dirigentes o los estimulaban, y éstos, a su vez, realizaban la misma labor sobre cada comunidad.

El día a día estaba marcado por el ritmo del trabajo diario en las aldeas africanas, sobre todo para la mujer.
Los días festivos, los domingos, ofrecían una posibilidad de añadir cantos, alabanza y danza al sudor de cada día. Ante la imposibilidad de la presencia del sacerdote en una comunidad, algo que casi siempre ocurre, las comunidades se reúnen y celebran la liturgia de la Palabra, junto con la predicación de uno de sus miembros, tras haber sido trabajada por todos juntos.

La asistencia del sacerdote se convierte en una ocasión especial, de fiesta para todos, cristianos y no cristianos, católicos y animistas. Curioso el recuerdo de una chica que participaba los domingos en la coral de la parroquia. Interrogada sobre su asistencia a la Eucaristía, cuando ella pertenecía a una secta, comentó: ?pero para cantar a Dios no hay condiciones ¿no???

Se prepara con cuidado la ornamentación, ya de acogida al poblado, ya de acogida a la capilla-choza. Se cuidan las ropas, será día en que se luzcan los paños más vistosos que se tengan. Se cuidan los cantos, y participarán todos los que quieren cantar a Dios, sin condiciones. Se danza y se recorre todo el poblado proclamando la alegría del día.

El rito congoleño es de una gran riqueza y ha sabido integrar la cultura congoleña, su especial relación con los ancestros y su forma de expresión en el canto y la danza, con lo esencial de la liturgia eucarística. Es impresionante vivir cómo la asamblea congregada en torno al Señor, no es una mera espectadora de la celebración que responde a duras penas, sino una partícipe activa, que celebra al Señor.

La asamblea canta, alaba, danza su alegría y su agradecimiento aún en medio de la dureza de su vida. El ulular, los gritos, la danza, se convierten realmente en un ?caos sagrado?? en el que lo que se transmite es la alegría y el gozo gratuito por la reunión, el encuentro y la presencia. El gozo de estar, de permanecer, de encontrarse.

En un contexto donde la vida está amenazada continuamente, cada encuentro es un regalo, un don y una ocasión de alegría y de fiesta. Porque nunca se sabrá si podrá haber otro en el que nos encontremos. Y la fe se vive sin pesadumbres. No deja de ser un interrogante, conocer la dureza de la vida de las mujeres, sus jornadas interminables de trabajo, las dificultades con que sacan adelante sus hijos, la muerte de muchos de estos y de muchos familiares.

Los esfuerzos de toda la familia por sobrevivir cada día y la enorme capacidad de sonreír, de acoger, de celebrar, de agradecer el cada día como don y como regalo, como oportunidad, la mirada iluminada y la sonrisa luminosa en sus rostros y la música y la danza en el ritmo de todo su ser. ?«Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.??