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9 de octubre de 2019
El Círculo de silencio de hoy vuelve a teñirse de luto. Una nueva tragedia nos sacudió el lunes.
Trece mujeres de origen subsahariano murieron y al menos otras 20 personas continúan desaparecidas
tras el naufragio de una embarcación frente a las costas de la isla italiana de Lampedusa.
Con este último naufragio ya ascienden a 1.071 personas muertas en el Mediterráneo en lo que va de
año.
El pasado 3 de octubre se cumplieron 6 años de la fatídica tragedia de Lampedusa en la que
murieron al menos 366 migrantes y otros tantos desaparecieron. Ante aquel drama humanitario, el Papa
Francisco exclamó: “sólo se me viene una palabra: VERGÜENZA. Es una vergüenza”.
Ese suceso horrorizó a Europa y hubo declaraciones políticas grandilocuentes que cristalizaron en
un cambio de la política migratoria italiana y europea. Rescatar a quienes se lanzaran a la peligrosa
travesía se convirtió en una efímera prioridad.
Italia desplegó inmediatamente una ambiciosa operación de rescate de pateras, Mare Nostrum, con
5 barcos, 2 submarinos y 6 aviones. Pero la clausuró un año después, tras salvar miles de vidas, porque
el resto de Europa se negó a compartir el coste. La Unión Europea puso en marcha una operación más
modesta de Frontex: Tritón –ahora Themis-. Sin embargo, a diferencia de Mare Nostrum, Tritón se
centraba en el control fronterizo y no contaba con un mandato específico de búsqueda y salvamento,
además, la zona en la que intervenía también era mucho menor.
La UE fue ampliando los medios y poderes de Frontex, que ahora tiene 26 barcos, 4 aviones y 5
helicópteros patrullando el Estrecho, el Mediterráneo Central y el Egeo. Si reciben un SOS lanzan una
operación de rescate pero no es su misión principal.
Este vacío de rescate humanitario, dejado por la misión italiana, fue lo que empujó a las ONGs a
fletar sus propios buques de rescate para hacer frente a las incesantes muertes.
En aguas internacionales frente a Libia llegó a haber una docena de barcos humanitarios. Pero las
ONGs han soportado acusaciones por parte de grupos minoritarios, de operar en complicidad con los
traficantes, han sufrido hostigaciones de todo tipo incluso han sido juzgados por desempeñar tan
encomiable labor. Todo ha quedado siempre desmentido y se ha puesto en evidencia que SALVAR VIDAS
NO ES UN DELITO.
Los cierres de puertos por parte de algunos países, las trabas políticas y administrativas han forzado a
veces a las ONGs a alejarse de la zona de rescate durante días. Cuando las ONGs no se encuentran en
zona de rescate, los migrantes han continuado tratando de llegar a Europa y las muertes no han dejado de
producirse.
Los operativos de salvamento han quedado principalmente en manos de las patrulleras libias, que
han incrementado sus operaciones en el Mediterráneo a medida que los guardacostas italianos han cedido
la coordinación de las labores de salvamento de las que se habían encargado durante años.
La capacidad de Libia para hacer frente a los rescates ha sido cuestionada en numerosas ocasiones, con
casos en los que estos agentes no responden a las llamadas de quienes piden auxilio y no se coordinan
con los barcos de las ONGs disponibles para prestar ayuda. Asimismo, acumulan un largo historial de
denuncias de abusos y encontronazos con las organizaciones humanitarias. Tras interceptar a los
migrantes, los agentes los trasladan de nuevo a Libia, que no es considerado un puerto seguro y donde
son encerrados de forma "prácticamente automática", según la ONU. Torturas, agresiones sexuales,
palizas y esclavitud son algunos de las violaciones de derechos humanos documentadas en Libia.
Queda claro que, seis años y 19.000 ahogados después de la tragedia de Lampedusa, poco ha
cambiado y la vergüenza continúa.
"Cruzar el Mediterráneo es hoy más peligroso que nunca", según Acnur, que ha advertido del
aumento de la mortalidad: el porcentaje de muertes por llegadas sigue subiendo cada año. En 2018, en el Mediterráneo hubo una media de 6 muertes diarias. En el cruce de Libia a Europa, la tasa pasó de 1
muerte por cada 38 llegadas en 2017, a 1 por cada 14 llegadas en 2018. ACNUR lo atribuye directamente
a la reducción de los medios de rescate y salvamento marítimo.
Por todas estas vidas enterradas en el mar, es urgente que los ciudadanos reclamemos a nuestros
gobernantes otra política migratoria que sea respetuosa con los derechos humanos y que facilite vías
seguras y legales para ordenar de manera digna los flujos migratorios en esta Frontera Sur.
Solamente si
se articula una política que promueva VÍAS SEGURAS y VÍAS LEGALES se van a frenar las tragedias y
las muertes en el mar.
Reclamemos en todos los foros y en todas las plazas, una y otra vez, que se promuevan VIAS SEGURAS
y VIAS LEGALES.
Finalmente, recordamos las palabras del Papa Francisco ante el Parlamento Europeo en noviembre de
2014: “No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las
barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan nuestra
acogida y ayuda”.
Amigos, comienza nuestro tiempo de silencio que es un símbolo de denuncia y, hoy especialmente, de
solidaridad con las víctimas del último naufragio, con sus familias y amigos.
MESA DIOCESANA DE ATENCION Y ACOGIDA DE MIGRANTES Y REFUGIADOS
DE CÁDIZ Y CEUTA