Compartir lo que el dinero no compra -- Rev. Héctor Fernández (El Salvador)

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Adital

Reflexión sobre Isaías 55. 1 – 5, Salmo 145. 8 – 9, 15 – 22, Romanos 9. 1 – 5, Mateo 14. 13 – 21.
Objetivos: Pensar acerca de la actitud personal, familiar, comunitaria la palabra: Compartir.
Para orientar la reflexión
Las palabras en la Biblia siempre están relacionadas a la realidad en la que se escribieron y en la de personas que las leemos hoy.

La realidad salvadoreña, como la de otros países de la región, es extremadamente injusta, violenta, marginadora, exclusivista, en muchos sentidos.

Aquí, algunas expresiones religiosas ofrecen salvación mediante obras o dinero. Algunas más mantienen un «cristianismo llorón» «dando lastima» para continuar recibiendo donaciones. Mano extendida en lugar de mano que comparte, en la practica niegan que las/os pobres tienen mucho que dar. Actuando así, caricaturizan el Evangelio de Jesús.

Esta realidad provoca dolor, preocupación, falta de esperanza, afecta la fe en los seres humanos y en Dios.

También hay aspectos positivos, la familia, las amigas/os, alegrías, muestras de que Dios se da ha conocer a pesar de lo que niega la vida.

En esa situación, «Dios colma de bendición a todo ser viviente» dice el Salmo hoy.

Isaías, uno de los autores de este gran libro, conocido como Segundo Isaías o «Deuteroisaías», llamado también Profeta de la Esperanza predico en tiempos del exilio, las personas habían perdido casi por completo la esperanza. Su palabra surge de la fe en el Dios que libero al pueblo de la esclavitud, un Dios que en medio de la situación adversa, esta presente y les dice: ¡¡¡ tengan fe, revivan la esperanza!!!. Tu Dios quiere que encuentres lo valioso, lo que no se compra, lo que no se obtiene con dinero.

La Multiplicación de los panes y pescados Mateo la coloca inmediatamente después del asesinato de Juan el Bautista. Jesús después de recibir la noticia se va solo, triste seguramente, por la muerte de Juan.

En este pasaje el milagro es Compartir. No es charlatanería, magia, mucho menos proselitismo.

Compartir las bendiciones que de Dios recibimos con el otro, la otra, sin interés de obtener algo. Entre la multitud probablemente unos llevaban más, otros menos y más de alguno/a, ningún alimento. Sacarlos y ponerlos en común fue el gran milagro.

En tiempos de Jesús, como en nuestro tiempo, el milagro sigue siendo compartir. Cuando escasea la comida, el agua, todo lo necesario para vivir, el milagro es compartir

Observar la actitud de los discípulos desde nuestra realidad, es interesante, la actitud de que cada quien busque su comida y no regalar, probablemente fue una actitud egoísta, poco comunitaria, pero en otro sentido, no están pensando en darle comida a las personas para que los sigan; Por otra parte probablemente aún no comprendían que la idea de Jesús no era resolver comprando sino compartiendo.

Jesús, por su parte, quería continuar enseñando, había que enseñar a compartir. Y también a ser agradecidos/as, dar gracias a Dios, por lo que había, aún siendo poco, cuando colocaron en común lo que llevaban, se dio el milagro.

Frases interesantes: «Jesús tuvo compasión», «denles ustedes de comer», «bendijo los alimentos».

Jesús después de bendecir los alimentos los entrega a los/as discípulos/as que no eran pocos/as, no los confundamos con los Doce, ese amplio grupo de discípulos/as pasa los alimentos a las otras personas. Comieron se saciaron.

Las personas en las iglesias de los países económicamente ricos están llamadas a escudriñar estos pasajes bíblicos no con intencionalidad academicista y racional, sobretodo con espiritualidad liberadora relacionada a lo personal y comunitario, dejándose interpelar en lo íntimo y lo colectivo por la voz de Dios: Compartan. Y este llamado no es únicamente a compartir cosas materiales, dinero, sino sobretodo posibilidades, oportunidades, esfuerzos, estrategias.

Participando y/o desarrollando procesos que puedan cambiar, aunque sea un poco, la injusticia en sus estructuras eclesiales, en sus, países, que en algunos casos crece tanto que se vuelven injusticia globalizada, como es el caso de las/os migrantes, las guerras.

Esta bien que apoyen con proyectos financieros a los países «económicamente pobres» toda vez y cuando con ello no contribuyan a profundizar aún más los ya graves problemas de corrupción y dependencia, las cuales, en algunos casos, son prácticamente permanentes.

Buscar que el Compartir evangélico sea señal de poder transformador del Evangelio liberador, en sus países como en los nuestros, en primer lugar de personas y posteriormente de estructuras. De nada sirve sus ayudas sino cambian las personas, pues estas, se supone, contribuirán al cambio de estructuras.

Es urgente que se promueva elevar las capacidades locales, en los países «económicamente pobres». Debería pasarse de soluciones de ricos para pobres a potenciar soluciones de pobres para pobres, en términos económicos. Así, Compartir podría ir en proceso de recuperación de la contextura y radicalidad cristianas originales lo que contribuiría a la configuración de una postura evangélica, cristiana a la altura de la crisis mundial. No es dar, es compartir. No anular las potencialidades locales. En los países «económicamente pobres» hay aún sectores importantes donde se conserva y se vive con dignidad, dense tiempo y espacio para ver mas allá de sus confesiones de fe, mas allá de sus visiones proselitistas, el Evangelio liberador va mas allá de las limitantes institucionales, déjense llenar y mover por el Espíritu.

Nosotros/as que intentamos seguir a Jesús en estos países «económicamente pobres» en Centroamérica, también somos interpelados por la voz de Dios.

La dinámica de la injusticia y la violencia nos absorbe en procesos de trabajo en los cuales en ocasiones no nos damos tiempo para compartir con hijos/as, esposas, primos/as, abuelos/as, hay casos en que nunca están o aparecen muy poco «en agenda». Es importante trabajar incansablemente por el reino de Dios y su justicia sin dejar de vivir la vida, el don mayor que de Dios hemos recibido.

Cuando nuestras vidas están saturadas de reuniones, de cursos, viajes y capacitaciones, y no hay lugar, tiempo, para nosotros como persona y para la familia, tenemos que revisar nuestra dinámica de vida.

Dios no quiere sacrificios, quiere una vida de fe, de trabajo por el reino y que en medio del dolor y la angustia encontremos el agradable sabor de estar vivos/as, que nos demos tiempo para disfrutar de las bendiciones de Dios en nuestras vidas.

Cuando «lideres» en las iglesias piden sacrificio a sus pastores/as o hablan mucho de los sacrificios que ellos hacen, hay que actuar con precaución, podrían estar colocando cargas mas pesadas a los otros/as, que ellos, ni sus familias, pueden, ni quieren cargar. Algunos de palabra comparten los sacrificios y rara vez los beneficios. No hay necesidad de hablar mucho de lo que se hace, sino hacerlo??quien habla mucho «de sus sacrificio y los de su familia», es probable que lo haga por su inseguridad y ausencia de dignidad, inconcientemente desea destacar lo poco que hace o adornar y convencer por lo que no hace. [Entre nosotros/as la perdida dignidad es un proceso que hunde sus raíces en la conquista o invasión, y es el mal de no pocos «lideres»]

El Compartir al que Dios invita no es invitar a festejos y actividades dándole de comer a grandes cantidades de personas mediante proyectos. Eso lo hacen en ocasiones algunos partidos políticos, para atraer votos, cuando alguna «iglesia» actúa de forma parecida, esta fallando el talante evangélico y su coherencia con el reino esta en duda.

Dios nos llama a todos/as a compartir la mesa, mi mesa, tu mesa, mi comida, tu comida. Y eso no es tan fácil.

Dar de lo que otros dan, de lo que ni siquiera es nuestro sino de la comunidad, es fácil (proyectos, donaciones)

Dar de lo personal, lo familiar, es posible que no sea tan fácil, pero ese es el llamado hoy: Dar de lo que tenemos, sea mucho o poco, compartir lo que es nuestro.

Eso es actuar diaconalmente, para lo que no se necesitan proyectos, compartir lo que tenemos. No necesitamos grandes cantidades de dinero, pero si es necesario el deseo, la voluntad, que el Espíritu de Dios nos motive y dejarnos motivar, abrir puertas y ventanas para que otros/as entre a tu casa y compartir lo que hay en tu casa, que no provenga de proyectos.

Toda persona tiene algo que compartir, no exclusivamente en términos materiales. El llamado es a compartir también lo que no se compra, lo que no se obtiene con dinero, y eso es de gran valor en esta construcción colectiva que hacemos hacia el reino.

Toda persona tiene dignidad, «dignidad» significa «calidad de digno». Esta viene con nosotros/as desde que llegamos a este mundo, es inalienable a la persona.

Hay muchas situaciones que nublan nuestro mirar, nos obstaculizan afinar y afirmar la mirada hacia el horizonte con Esperanza en el Dios de la historia, por ello en ocasiones se nos dificulta reconocer las bendiciones de Dios en nuestras vidas.

Dios nos invita a revisar y descubrir las bendiciones que de él recibimos, que esas bendiciones son las que nos han hecho posible llegar hasta donde estamos y son las que harán posible caminar hacia la nueva sociedad el nuevo país que soñamos y que entre todos y todas construimos con ayuda de Dios.

Preguntas para la reflexión:

¿Nuestras vidas, nuestras actitudes trasmiten a las personas el acompañamiento de Dios en sus vidas?
¿Cómo experimentas las bendiciones de Dios y con que personas las compartes?
Aun con las presiones de trabajo: ¿Dedicas tiempo de calidad a tus hijos/as, esposa/so?
¿Cuál es tu circulo de amistades mas allá de los de la Comunidad de fe?
¿Qué es necesario hacer para mejorar el compartir en tu hogar, en la comunidad de fe?
¿Qué será compartir lo que no se compra y es invaluable y no se puede comprar con dinero?

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En la memoria histórica de la Iglesia Cristiana Popular Salvadoreña:

Algunos días antes del 30 de julio de 1975, el gobierno mediante el Ministerio de Defensa advirtieron por los medios de comunicaron, que la marcha de estudiantes universitarios programada para ése día no debería realizarse, que «actuarían con todo el peso de la ley en contra de toda alteración del orden público». Murieron muchas personas; aunque no existe una cifra oficial. Entre los muertos, el gobierno solamente reconoció al estudiante Roberto Miranda

Los sucesos del 30 de julio de 1975 se conmemoran como uno de los grandes esfuerzos por la libertad y la democracia en El Salvador.

Rev. Héctor Fernández, Teólogo. Instituto Ecuménico Diaconal ‘Esteban’