Cómo afrontar la pandemia en esta Semana Santa (I) -- Benjamín Forcano, teólogo

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Benjamín Forcano1?stá claro que no hemos llegado por casualidad a la situación actual.
El CORONAVIRUS venía de un precedente anterior, que no supimos combatir y tampoco habíamos asimilado la visión nueva y transformadora del concilio Vaticano II. La pandemia privó a muchos ?no sin gran pena de poder acompañar en la muerte a los suyos. Confio que la meditación de este panel provea de nueva luz, energía y esperanza a cuantos puedan encontrarse en esa situación.

1.Precedentes decepcionantes del COVID ?19
2.La última cena de Jesús : sentido originario de la Eucaristía
3.Nueva imagen de la Iglesia: Entrevista a Rufino Velasco

1.PRECEDENTES DECEPCIONANTES DEL COVID-19
Por Benjamín Forcano | 07/06/2009
Fuentes: Alai-amlatina
ONU, 24 al 26 de junio
Cumbre Grupo-192
Todos asumimos en ls primeras semanas de la pandemia el hermoso y significativo gesto de aplaudir a cuantos estaban poniendo y exponiendo su vida al servicio de los afectados por el COVID-19. Y lo estaban haciendo sin titubeos, como algo que les brotaba del corazón, una muestra natural de lo que somos: seres humanos que nos sentimos identificamos con los demás cuando se trata de defender la vida

Es la gran verdad que el COVID-19 alza a la vista de todos: la vida de cada uno y de todos, lo primero; todos los otros valores, subordinados a ella, porque ninguno otro marca más alto que ella. La vida de una sola persona vale más que el oro de todo el mundo.

Ahora, lo intrigante de esta cuestión está en saber por qué esta opción se ofusca en el acontecer ordinario y complejo de nuestra vida; por qué la sustituimos por el comportamiento opuesto, ferozmente contradictorio, que implica y genera odio, insolidaridad, desigualdad, injusticia, discriminación, esclavitud, pobreza , sufrimiento, negación de la misma vida. Tanta negación, que el CORONAVIRUS se queda corto frente a ese mar de lágrimas, miseria, dolor ,muerte política por días, meses y aún años dictatorial o democráticamente regulada.

¿Y, por qué en ese transcurrir ordinario , mucho más agresivo y letal que el COVID-19, nos logran conducir, nos persuaden, nos callan, nos someten, nos esclavizan y matan sin que surja una lucha unánime, firme e invicta contra quien nos divide, maltrata, despoja , hiere y mata?

LLevábamos años sintiendo la devastación de la crisis económica mundial, meses convocando a alto nivel al Grupo – 20 para estudiar la situación y proponer medidas y soluciones.
La crisis surgió como efecto natural de la dinámica entre el Primer y el Tercer Mundo, dentro de la cual los países más poderosos han reconocido el fracaso de sus instituciones y políticas en el intento de establecer unas relaciones de justicia, cooperación, progreso y paz. El Grupo-20, generador del colapso mundial, se puso sin miramiento a reconstruir la caída, pero excluyendo a 172 de los países implicados en la crisis.

No cesaron de originarse corrupciones, desvaríos y escándalos dentro del liderazgo de ese Grupo-20, señal inequívoca de que el sistema y sus gestores institucionales (FMI, BM, etc.) estaban sobrepasados y necesitaban un reemplazo radical.

Pero el reemplazo intentaron diseñarlo los mismos que han originado la crisis, sin tener en la cabeza más proyecto que el de seguir asegurando la desigualdad y explotación de los países enriquecidos sobre los empobrecidos y el dominio colonizador e imperialista del Grupo-20. Ellos inyectaron ya en las venas atrofiadas del sistema más de 11 billones de dólares, en tanto que para los países en desarrollo apenas destinaron un 0,05 billón.
Esa era la imagen más viva de que la crisis, siendo mundial, o se resolvía desde la perspectiva de un análisis de las necesidades básicas y más apremiantes de la humanidad y del planeta tierra, o volveríamos a hacer reflotar la nave de la tierra pero sin la crisis superada y con la amenaza de mayores calamidades

La humanidad es una y las soluciones han de ser unas, para todos.
En esta perspectiva, como un profeta visionario, se colocó entonces el presidente de la Asamblea de la ONU, Miguel D´Escoto, cura y religioso católico, a quienes todos llamaban Padre Miguel y sobre el que cronistas como los del Washington Post decían que hablaba un lenguaje extrañísimo, pues saludaba a todos llamándoles hermanos y hermanas y hablaba de solidaridad, cooperación y amor.

Lenguaje extraño, ciertamente, para quienes convirtieron la sociedad en una sociedad mercantilista, que supedita todo al dinero y lucro y hace de sus seguidores adoradores del becerro de oro.
Por primera vez, del 24 al 26 de junio, fueron 192 los jefes de Estado o de Gobierno invitados a participar, son 10 veces más que los invitados en el Grupo-20.
Ramsey Clart, Premio de los Derechos Humanos en la ONU 2008,escribió una carta a todos los Jefes de Estado consciente de que «la devastación del colapso económico es más mortal y costosa que nunca, incluyendo el desafío de proteger a nuestra Madre Tierra de la rapaz destrucción que nos amenaza a todos».

Fueron muchos los que abrigaban la esperanza de que ahí y no en el Grupo-20, surgirían análisis, propuestas y planes de acción que tratarían de sustituir un sistema que había hecho agua por todas partes, como por ejemplo la creación de una moneda de referencia internacional, independiente del cualquier Estado, gestión de los bienes públicos globales (océanos, espacio, ciberespacio??) cuyo uso «privado» puede ser perfectamente tasado para el bien de todos, el empoderamiento del ECOSOC (Consejo Económico y social de las Naciones Unidas), etc.

Una crisis mundial no se la puede abordar sino democráticamente, desde la presencia y aportación de todos los afectados por ella y, mayormente, por los más pobres, que son los que más cruel y sistemáticamente han sufrido sus consecuencias. Pero, los de verdad afectados no fueron precisamente los del Grupo-20, sino el Grupo de los 172 países dejados fuera.