Una condecoración significativa.
Se trata de nada menos que de una decoración a un personaje de todos conocidos con el Orden del Sol del Perú en la Gran Cruz. Los diarios limeños más serios, desde el Comercio hasta La Repúlica, ?callan?? el ? se supone ? trascendente y patriótico acontecimiento, protagonizado por el gobierno. Se trata, según el jefe del Estado, de nada menos que de la ?dignidad del un príncipe de la Iglesia??, ?pastor Primado de la Iglesia peruana?? o sea de Juan Cipriani que merecía esta máxima condecoración.
Interprétese este silencia de los medios escritos, como se quiera, a mi, como católico c r i s t i a n o, me parece excelente, es una respuesta adecuada a la mal simulada modestia del padre, jefe y maestro de los ingenuos y a comprensibles intereses políticos. Alan no es un mal estadista
comparable con Constantino el Grande. Lo excéntrico en todo esto es, para los que saben leer los evangelios, que allí no cuenta lo que Alan elogia en Cipriani: ?su profunda disciplina dentro de la Iglesia?? – por lo menos no la impuesta – , ni el ser ?severo??, sino el amor efectivo y universal,
incluso a enemigos, reales o supuestos terroristas.
Que un gobierno, visto en apuros para lograr sus fines, busque servirse de Cristo y de su Iglesia, no es algo nuevo; tampoco lo es, que líderes en la Iglesia se arrodillan ante el imperio, para tener respaldo en sus anhelos de dominio. Hasta Jesús fue tentado para que se encauce por este camino. El
peligro de la era constantiniana de que, los antes perseguidos a causa del Reino de Dios, se conviertan en perseguidores a causa de compromisos políticos. Los ejemplos en la historia abundan, desde Constantino hasta los presidentes ?católicos?? Franco o Pinochet.