Chile: Un papelón de la jerarquía católica -- Agustín Cabré Rufatt

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Reflexión y Liberación

Quien asesoró a los obispos en esta petición de indulgencia, al parecer con demasiada confianza en su buen deseo, no hizo las consultas pertinentes que toda maniobra política requiere para tener algún éxito.
Según la Real Academia que fija y da esplendor al lenguaje castellano, el término ?papelón?? está referido al papel (rol) ridículo o desafortunado que desempeña una persona. También un grupo de personas, aunque usen mitras en las celebraciones litúrgicas y vistan de oscuro con ribetes morados.

Es el término adecuado para señalar la actuación de los obispos chilenos al pedir una amnistía para determinados ciudadanos que están en las prisiones del país. Papelón, no por la petición misma que sin duda refleja un sentimiento muy cristiano de caridad, sino al pésimo manejo de las relaciones públicas.

Ni la opinión mayoritaria del país, ni la oposición política al gobierno de la derecha, que vislumbraba que por ese resquicio podrían salir a la luz del sol varios connotados delincuentes de uniforme y charretaras, ni el mismo gobierno del presidente Piñera y los partidos que lo apoyan, que estarían borrando con el codo la promesa de dar seguridad a la población escrita y vociferaba como cantinela de la campaña, podían firmar el decreto de amnistía.

Quien asesoró a los obispos en esta petición de indulgencia, al parecer con demasiada confianza en su buen deseo, no hizo las consultas pertinentes que toda maniobra política requiere para tener algún éxito. Sondajes, consultas, trabajo de pasillos, propuestas tentativas, muñequeos, lobbies o cabildeos y hasta alguna cena cardenalicia, se dejaron de lado como si no estuviéramos en Chile y en un tema sensible a la clase política.

En definitiva, el presidente Sebastián Piñera ganó haciendo un gesto de autoridad, gobierno y oposición volvieron a respirar aires más serenos, la ciudadanía recobró también la calma y volvió a hablar de fútbol. Los grandes perdedores fueron los posibles beneficiados que se quedaron sin salir a la calle y la jerarquía de la Iglesia católica que siguió perdiendo parte del enorme y valorado capital de prestigio social que había logrado hace ya casi cuarenta años atrás.