Soy párroco. Y, recientemente, nombraron un vicario parroquial para nuestra parroquia: Román. Otro sacerdote. Este sacerdote tiene una peculiaridad.
Es de rito grecocatólico y tiene esposa y dos hijos. Ayer al mediodía estuve con él y su mujer Estuvimos viendo su nuevo hogar. Ella estuvo viendo las condiciones en las que se encontraba la vivienda que en el plazo de unos días ocuparán.
¿Saben lo que más me alegra? Que la feligresía, sitúense: capital andaluza, barriada joven y de tradición católica, encajan perfectamente a los dos curas que tienen. Uno célibe y otro casado.
Uno de rito latino y otro de rito oriental. El párroco, por regla general preside la Eucaristía y concelebra el vicario parroquial. El vicario parroquial, atiende a la comunidad grecocatólica ucraniana en una iglesia cercana al templo que utilizamos la comunidad católica de rito latino y, puntualmente, el párroco visita a la comunidad inmigrante de Ucrania.
Me alegra la hospitalidad y atención a la población inmigrante de mi diócesis. Me alegra la sensibilidad de mi obispo. Me alegra la normalidad con la que la feligresía ha aceptado a Román y a su esposa. Y sobre todo, esta situación me habla de la necesidad de entender la riqueza de la Iglesia católica. ?l es sacerdote católico como yo. Puede confesar, celebrar la eucaristía, bautizar??
Aún recuerdo con pena cuando en una parroquia por la que pasé, en un comentario, en principio sin más trascendencia, dije que en la Iglesia católica existen casados sacerdotes. Pusieron el grito en el cielo. Entendieron, mal entendido por cierto, que pretendía defender que el celibato desapareciera de la tradición latina. Realmente me entristeció porque noté violencia, rechazo y, por supuesto, ignorancia. Aquella reacción me habló también del escaso conocimiento de la diversidad de tradiciones de la Iglesia católica y también, todo hay que decirlo, de la estrechez de miras. Me alegra mucho, por tanto, cómo la feligresía de la parroquia acepta a este sacerdote y a su esposa. Doy gracias a Dios.