Enviado a la página web de Redes Cristianas
No sé como encabezar el escrito. Voy a hacerlo sin preámbulos.
El cargo que ocupáis, ?papa??, tiene nombre de padre. Quiero creer que vuestra intención y atención paternal es la mejor posible, o mejor diré es la única y óptima, y que es la que queréis para vos y para los fieles.
Directamente quisiera preguntaros si creéis posible que un papá sea capaz de imponer penas que duren toda la vida a cualquiera de sus hijos? Yo, papá, sería incapaz de condenar, de por vida, a un hijo nacido de mi sangre, y confieso sinceramente que algunas veces me siento defraudado por alguna de sus acciones, porque ellos como yo son humanos; y comprendo, por otra parte, que el errar es propio de su vida y de la mía.
Sin embargo y sinceramente me siento avergonzado de pertenecer a un grupo humano, que ? para más ?Inri?? se llama cristiano – QUE COMO GRUPO NO CREE EN LA REDENCI?N de algunas penas, ni en la rehabilitación de los penados, siendo así que las culpas merecidas ni son delitos de sangre ni faltan a ninguno de los declarados Derechos Humanos y que, por otra parte, son concedidos como privilegios a anglicanos convertidos, orientales??
¿Cómo se puede tener fe en una institución que se autoproclama maternal, cuando sus castigos-amonestaciones no tienen como fin una terapia, sino una exigencia anti natural, que llaman carisma? Nunca podré comprender los castigos vitalicios por parte de nadie, castigos éstos que pretenden aplicarse hasta más allá de la muerte de uno.
A estos penados (curas secularizados), un día se les confió ? por parte de esta misma institución – y envió a predicar bondad, arrepentimiento, misericordia, perdón, acogida paterna i fraternal: misión difícil, arriesgada, y no siempre gratificante, pero maravillosa.
Ahora ? por muy imposible incomprensión que parezca ? aquellos jóvenes fueron ilusos que pretendían comerse el mundo, son hoy ancianos que después de infinidad de años de haber agachado con humildad su cabeza sumisa, aunque no callada, deciden y se atreven a hacer llegar al corazón del que se llama a sí mismo papá, ( y que acepta que le llamen santidad, servus servorum, santo padre…) la petición de muchos de ellos, (dicen que somos unos cien mil hijos), a los que un día la misma iglesia llamaba hijos predilectos y a los que confió la resonancia de la espiritualidad evangélica, para que, ahora para éstos, pedimos que de una vez por todas se borren de la historia los epítetos de réprobos, renegados, traidores o apóstoles malditos
¿No podíais recapacitar, papá, pensando que quizá muchos de ellos, de nosotros (ya que soy uno de ellos) hemos seguido el camino de la secularización, porque no nos veíamos con fuerzas suficientes para afrontar una vida en soledad, ubicados en un ascetismo insoportable; ¿o es que era preferible y aún aconsejable el camino fácil del secretismo, o el de hacerse llamar tío en vez de padre por unos niños nacidos en clandestinidad?
Son nombres conocidos los que han preferido el ocultismo, por no producir escándalo e incluso en más de una ocasión aconsejados por sus prelados, sin ser penados, ni maltratados, viviendo quizá más cerca del poder que los que nos confesamos débiles, pero intentamos ser honrados?.
Esta retahíla de verdades no tienen porque ser fruto de lo que alguien ha llamado victimismo. A mi edad, ¿qué más me da? Creo más punible ser causa que consecuencia.
Por parte de la institución eclesiástica, en la que muchos hemos dejado los mejores años de nuestra vida, hemos quedado sin ninguna atención humanitaria, económica, social ni prestigiosa, y nos cuesta aceptar haber sido denostados por uno de sus antecesores papales como lo fuimos, y aún más, sin poder ser nunca escuchados ni haber recibido disculpa alguna, por parte de la jerarquía . Dios lo perdone.
No intento pedir nada para mí. Nuestros hijos ya son adultos, pero nunca podrán entender la humillación social a que fueron sometidos sus padres y creo poder afirmar sin equivocarme que muchos de ellos tampoco perdonarán el ultraje a su apellido y a su sangre, promovido por la misma comunidad eclesial.
La mayoría de secularizados ya somos personas muy mayores. Estamos al final de la vida, pero antes de partir hacia Aquel que creo que es verdadero Padre, el Dios de Jesús, quisiera dejar mi protesta con amor y gratitud .
Con el evangelio en la mano y en el corazón – a pesar de los embates psico-sexuales de una iglesia que nos ha intentado hundir – la mayoría de los secularizados incomprensiblemente hemos seguido sirviéndola.
Ella se ha portado de manera injusta con todos y cada uno de nosotros, la estimo ingrata con quien la ha servido, la juzgo incomprensiva, dando así pábulo a una no indisimulada alegría de los no creyentes y el no menos penoso regodeo de algunos de los que se han quedado dentro.
Muy bien, ella nos mandó al estado laical y en él nos hemos quedado ; ¡pobre laicado ahí cabe todo, como si fuera un basural!
Unos pocos dicen haber-se sentido decepcionados ante nuestros actos, achacándonos que nunca nos creyeron tan cobardes, ni para reivindicar aquello que creemos justo, ni por no haber nos dado de baja.
Nuestros propios hijos no acaban de aceptar que aún nos quede estimación a una iglesia que así nos ha tratado. Una institución que se dice madre, que para dar un escarmiento, no quiere levantar el castigo de un nunca jamás, y que hará escribir una nota marginal, en tu hoja bautismal como afrenta, en latín, una nota de nuestra secularización, para que perdure por los siglos de los siglos.
Mi petición como condenado, es que antes de que venza el plazo, en lugar de esa nota se hagan constar los años de servicio gratuito que sin cobrar nada, hemos dedicado a esta ?sancta mater et meretrix ??.
Lo hago también en nombre de los que se me quieran unir.
Pere Barceló. SABAL (Secularizados Asociados de Baleares)