Estimado José,
No nos conocemos personalmente, pero sé de ti a través de tus escritos y a través de personas que te conocen…
Hace unos meses escribía otra carta abierta que comenzaba de esta misma manera. Y la necesidad de la que nace ésta es la misma que la anterior: querer acercarme, apoyar, compartir, animar…
Querer acercarme a alguien a quien no conozco pero de quien me siento cerca por lo que expresas sobre un Dios Padre-Madre que acoge a todos, que se abre a todos…
Querer apoyar a un hombre en uno de sus momentos más difíciles y críticos (y has vivido muchos)
Querer compartir el dolor de sentirte incomprendido, puesto en entredicho…
Querer animar a quien ya se siente animado por el espíritu y por muchos cristianos y cristianas.
No me alegro de lo que está sucediendo en la iglesia, pues ciertos acontecimientos causan división, separación… y dolor, mucho dolor. Pero me alegro de que cada vez más cristianos y cristianas nos manifestemos seguidores de un Dios Amor, que nos invita a la comunión, desde la responsabilidad y la libertad y que creemos que esto no es incompatible con el mostrar desacuerdo dentro de la Iglesia.
Yo quiero seguir a Jesús, el de Nazaret, el que devolvía la dignidad a los desheredados.
Quiero seguir a Jesús, el de Nazaret, el que trajo la Buena Noticia de que el Reino de Dios es para todos.
Quiero seguir a Jesús, el de Nazaret, el que creía en la persona, en toda persona, y la amaba desde lo más profundo de su realidad.
Quiero seguir a Jesús, el de Nazaret, el que cuenta que Dios es como el padre que escudriña el horizonte para ver cuándo vuelve su hijo.
Quiero seguir a Jesús, el de Nazaret, el que cuenta la historia del caído en el suelo y salvado por un samaritano y me dice: “haz tú lo mismo”.
Quiero seguir a Jesús, el de Nazaret, el que me cuenta que el reino de Dios es un tesoro por el que eres capaz de venderlo todo.
Y quiero seguir a Jesús en la Iglesia, una comunidad de hermanos y hermanas, en la que todos queremos construir la comunión, no la división, en la que cabemos todos, como en la gran mesa del Reino, en la que hablamos distintas lenguas pero con un mismo espíritu, en la que lo importante no es la forma, la norma, sino la necesidad del otro, de la otra…
Y siento dolor cuando veo división donde quiero ver comunión.
Y siento dolor cuando veo intransigencia donde quiero ver Libertad.
Y siento dolor cuando veo poder donde debería ver Servicio.
¿Es que la diferencia causa miedo?
¿Es que el miedo causa bloqueo?
¿Es que el bloqueo nos lleva a querer silenciar el espíritu?
Estimado José, tienes la fuerza interior que te mantiene, tienes mil y un amaneceres que te esperan, tienes el vuelo de las golondrinas que te mecen, tienes el agua cristalina del que eres reflejo y tienes el respeto, el apoyo y el ánimo de muchos y muchas que creemos que aún no hemos descubierto del todo el Evangelio.
Estimado José, el camino del Evangelio, del Reino y del amor es largo. En él nos encontraremos.
Un saludo desde la libertad que da creer en el Jesús del Evangelio.