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Carta a nuestros amigos no creyentes -- Maribel Vargas, Rafael Portela, Mª Paz Gómez y Eduardo Manzanas

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

La elección del nuevo Papa, convertida en circo mediático, ha invadido los medios de comunicación y las redes sociales. Muchos de vosotros y vosotras nos habéis hecho llegar vuestra visión crítica sobre este acontecimiento anacrónico e incomprensible en nuestros días: 115 varones, la mayoría ancianos, vestidos con rojos capisayos, que se encierran para elegir en secreto y de modo nada democrático al que de entre ellos va a dirigir a más de mil doscientos millones de católicos de todas las partes del mundo.

Elegido el nuevo papa Francisco, os hacéis eco de las complicidades que según algunas publicaciones tuvo hace años con la macabra dictadura argentina de Videla y de sus silencios ante la desaparición temporal de algunos de los jesuitas que estaban bajo sus órdenes. Es una más de las muchas incongruencias, privilegios, escándalos y contradicciones que descubrís dentro de la Iglesia Católica a la que pertenecemos.

Queremos agradeceros vuestra crítica porque con ella nos motiváis para que realicemos una reflexión profunda sobre el porqué de nuestra permanencia en dicha institución. Los que nos conocéis de cerca sabéis que compartimos la mayoría de las críticas que realizáis. ¿Por qué, entonces, seguir dentro de una organización con tantas sombras? La respuesta, como casi todas las cosas importantes de la vida, no es sencilla y está llena de dudas y también de algunas certezas. Dejando de lado las razones de fe que en un diálogo con vosotros estarían fuera de lugar, compartimos algunas de las experiencias que nos ayudan a permanecer dentro con cierta coherencia.

Dentro de esta iglesia nos llegó la noticia de la persona y el mensaje de Jesús de Nazaret que, a nuestro entender, ha sido una de las personas que mejor comprendió la pasta de que estamos hechos los humanos y, con su ejemplo, nos indicó el modo de vivir humanamente hasta las últimas consecuencias. Dentro de ella hemos descubierto los mecanismos de exclusión de nuestra sociedad y hemos ido configurando nuestra apuesta por las víctimas de este sistema injusto. Víctimas que, miradas desde nuestra fe, han dejado de ser simples números estadísticos para convertirse en rostros concretos con un lugar en nuestro corazón.

Dentro de esta institución, tan llena de trepas y vividores, hemos tenido la enorme suerte de conocer y compartir años de lucha con cristianos y cristianas que, en su compromiso por defender la dignidad de los excluidos, no se han ahorrado ni siquiera el trance más definitivo y sincero de dar su sangre y su vida por una manera de entender a la persona y al mundo que era consecuencia de su fe. En ella hemos descubierto a hombres y mujeres viviendo en el centro de numerosos conflictos y acompañando a las víctimas de la violencia incluso cuando la mayoría de los cooperantes salían huyendo.

No queremos que el relato de estas experiencias suene a excusa. Pretendemos solamente constatar una realidad: dentro de la Iglesia Católica, como incluso en las organizaciones que llamamos populares, suele encontrarse con frecuencia lo mejor y lo peor bastante mezclados. Incluso dentro de cada persona descubrimos, con asombro, cómo el egoísmo vence demasiadas veces a la generosidad y a las ganas de luchar por un mundo mejor. Ante esta constatación ¿qué deberíamos hacer?, ¿abandonar todas las organizaciones? Somos conscientes de que pertenecemos a una familia llena de contradicciones pero también de sinceridad y de compromiso contra la exclusión. La pena es que los medios de comunicación atienden casi exclusivamente a la voz oficial de la jerarquía.

Dentro de la Iglesia hay varias tendencias y maneras distintas de entender y vivir el cristianismo. Algunos grupos de cristianos y cristianas, sin creernos mejores que nadie, hemos creado espacios de reflexión y de vida compartida que mantienen nuestra ilusión y nos dan aliento para seguir resistiendo y alumbrando, junto a vosotros y vosotras, otro mundo mejor. Para nada queremos dar alas a parte de la jerarquía en su pretensión antievangélica de perpetuar privilegios y de ser la conciencia de todos los ciudadanos. Contra esa estrategia estaremos siempre a vuestro lado, porque lo que realmente queremos es que esta Iglesia vuelva a sus orígenes, que abra puertas y ventanas para dialogar sinceramente con el mundo actual, que reconozca en plan de igualdad a la mujer dentro de ella, y que sobre todo se ponga decididamente al lado de los empobrecidos de este mundo y se parta la cara por ellos frente a los poderes políticos y económicos con los que actualmente se lleva tan bien.

Tenemos la intención de seguir prestando nuestra voz a las personas más sencillas y excluidas del mundo dentro de esta organización. La jerarquía, en general, desearía que muchos de nosotros y nosotras hiciéramos mutis por el foro y les dejáramos tranquilos, pero no vamos a darle ese gusto. No queremos dejar solo en sus manos la interpretación y el mensaje de Jesús de Nazaret que nos ha dado y continúa dándonos sentido a nuestras vidas. Os pedimos por último que sigáis ayudándonos con vuestra crítica. En la calle seguiremos juntos. Un abrazo.

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