Querido Don Samuel:
Su muerte nos ha causado un profundo dolor, pero al mismo tiempo ha fortalecido nuestra esperanza y el gozo del espíritu, porque usted ha concluido su caminar por la historia y se ha encontrado con el Dios Padre y Madre de la vida, el Dios de los pobres, en quien confiaba. Usted, sin haber derramado su sangre, ha sido un mártir viviente.
Fue calumniado y difamado por los poderes de este mundo a causa de su opción por los pobres y por su valiente y profética defensa de los derechos de los pueblos indígenas.
Como digno sucesor de fray Bartolomé de Las Casas, ha merecido escuchar aquellas palabras del Señor Jesús: ?Bienaventurados los que padecen persecución a causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos?? (Mt 5,10).
Usted ha sido bienaventurado en la tierra y lo será eternamente en su gloria, porque en medio de las campañas persecutorias no perdió la paz ni la esperanza. Las asumió con el espíritu de Jesús, sin odio ni rencor hacia nadie que, como nos compartió en una ocasión, las difamaciones y amenazas lo identificaba más con ?l.
Usted, Don Samuel tuvo un corazón sin fronteras al recibir con tanto amor a los refugiados guatemaltecos, reconociendo en ellos el rostro sufriente de Cristo y supo generar solidaridad internacional para con ellos, por eso, usted ha recibido del Señor aquella recompensa: ?Vengan a tomar posesión del Reino que está preparado para ustedes desde el principio del mundo, porque tuve hambre y ustedes me alimentaron, tuve sed y ustedes me dieron de beber, pasé como forastero (refugiado) y ustedes me recibieron en su casa?? (Mt 25,31-40).
Usted fue siempre un hombre de paz, agente de diálogo y de reconciliación en medio de los conflictos. Por eso también se ha hecho digno de aquella bienaventuranza de Jesús ?Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios?? (Mt 5,9). Dichoso, usted, don Samuel, que ha llegado a la plenitud de la bienaventuranza.
En esta realidad histórica tan llena de injusticias, intuimos desde la fe, cómo el espíritu de los mártires del Acteal, de Oscar Romero, de Juan Gerardi y tantos hombres y mujeres que dieron sus vidas soñando por otro mundo posible, han salido a recibirle. Usted ya es dichoso eternamente.
Don Samuel, su vida entregada a la causa de los indígenas y a la defensa y promoción de los derechos humanos, es una luz de esperanza en medio de la noche que vivimos a nivel eclesial y social. Aunque usted se haya ido de entre nosotros, su testimonio queda, está ahí brillando en la oscuridad y fortaleciendo el compromiso de muchos hombres y mujeres. Intuimos que Dios pasó por Chiapas dignificando a este pueblo. Dios se nos hizo presente en usted. Nos ha hablado a través de su palabra y de su vida.
Usted, Don Samuel, es un referente, no sólo para los cristianos de América Latina, sino también para toda la Iglesia universal y, concretamente para nosotros, los que tuvimos la dicha de trabajar en su diócesis. Usted ha posibilitado una Iglesia comunitaria, participativa, fraterna, sencilla, acogedora, servidora de la humanidad, que reconoce y valora el papel de los laicos y laicas en la actividad y ministerios eclesiales. Asimismo, a través de usted hemos profundizado en el sentido de la inculturación de la fe en la cosmovisión de los pueblos indígenas, lo cual, creemos que le constituye en Padre Apostólico de la Iglesia Latinoamericana junto con sus hermanos en el episcopado Leonidas Proaño, Helder Camara, Oscar Romero, Sergio Méndez Arceo, Bartolomé Carrasco, José Llaguno, Juan Gerardi??
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Queremos expresarle nuestro profundo agradecimiento, eterno agradecimiento, al mismo tiempo que nos unimos a su acción de gracias al Dios Padre y Madre de todos por su Pascua.
Reciba nuestro reconocimiento y cariño.
Fraternalmente