Las Islas Canarias han estado marcadas siempre por la distancia física que las separa de la península, llegar hasta ellas supone casi tres horas de avión, la acogida sin embargo es sin precedentes, la distancia entre los pueblos y entre las islas parece que se acentúe aun más cuando el paisaje es tan desértico.
Las islas de Fuerteventura, Lanzarote y Gran Canaria acogieron momentos de oración y de encuentro en iglesias que se llenaron con toda una diversidad de gente comprometida en sus comunidades locales, agentes de pastoral, comunidades religiosas, y jóvenes, que pese a la época de exámenes algunos pudieron hacer un alto para reunirse en la oración mostrando así una gran disponibilidad.
Entre todos ellos, muchos recordaban con nostalgia la última visita de los hermanos por esas tierras y otros se acordaban de cómo les marcó hace años aquella semana en Taizé en los años 70 y 80. Una pregunta común a todos al finalizar cada encuentro era: ¿Por qué no crear en nuestra iglesia local un tiempo y un espacio de oración y encuentro el cual nos reúna de manera muy gratuita y que ello sostenga nuestros compromisos personales y comunitarios?
El recorrido de visitas continuó por las ciudades de Segovia, Soria y el prospero pueblo de ?lvega, donde las oraciones comunes y los encuentros se revistieron de una gran belleza dentro de antiquísimas iglesias románicas.
Entre quienes están muy comprometidos con la iglesia surgían grandes interrogantes: ¿Cómo motivar y acompañar a las nuevas generaciones a continuar peregrinando en la fe? ¿Cómo proponerles un espacio de creatividad en el seno de la comunidad parroquial?
Se percibe como toda una tradición de iglesia local en las pequeñas ciudades y pueblos se entremezcla inexorablemente con una llamada urgente a saber acompañar a los jóvenes en su búsqueda personal.