Cambios y reformas en la iglesia -- Angel García-Zamorano, msc

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Durante la Era Axial, dice, «los cimientos espirituales de la humanidad se establecieron simultánea e independientemente en China, India, Persia, Judea y Grecia. Y estos son los cimientos sobre los que la humanidad todavía subsiste hoy». Por lo que la pandemia está manifestando y los fenómenos climáticos que la acompañan y destruyendo países enteros, ¿no estaremos actualmente ante algo semejante?

Está afectando no solo a un grupo de personas sino a toda la humanidad; no algunos aspectos de la vida, sino a la vida misma en todas sus manifestaciones: economía, política, religión, relaciones sociales, profesionales y a toda la población del mundo. Esto hace pensar que la pandemia no es una crisis de tantas como ha tenido la humanidad. El hecho de ser tan universal y comprender todo el entramado social, hace pensar en que algo nuevo y diferente se está incoando. Los cambios que estamos viviendo en la sociedad, necesariamente repercuten también en la Iglesia como signo de algo distinto de lo que tenemos y por lo que desde hace muchos años se está clamando.

Ya en 1995, el gran reformador de la moral católica Bernhard Häring, decía: ?Las cosas deben cambiar?? Se trata de un grito que ya no puede ser más tiempo desoído, se trata del deseo de un profundo cambio de mentalidad respecto a los planes salvíficos de Dios en su Iglesia?? (Las cosas deben cambiar, Herder, Barcelona 1995, p. 31). No olvidemos el adagio latino: Ecclesia semper reformanda est («la iglesia siempre debe ser reformada»). Es una frase muy popularizada usada por primera vez por Karl Barth en 1947, supuestamente derivada de un dicho de San Agustín. Se refiere a la convicción de ciertos teólogos protestantes reformados de que la iglesia debe reexaminarse continuamente para mantener su pureza de doctrina y práctica.

La Iglesia Católica utilizó la idea en el documento Lumen Gentium (LG) del Concilio Vaticano II: «Mientras Cristo, santo, inocente e inmaculado (Heb 7,26) no conoció el pecado (cf. 2Cor 5,21), sino que vino a expiar sólo los pecados del pueblo (cf. Heb 2,17), la Iglesia, abraza en su seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza siempre por el camino de la penitencia y la renovación» (n. 8). El hecho de que la Iglesia se fundamente en Cristo, sugiere de inmediato algo inmutable y que después de la pandemia, que ha obligado a un receso de la pastoral tradicional, tenemos que volver a lo de antes. Este falso planteamiento puede llevarnos a perder la gran 3 oportunidad en que pensó el Concilio, el aggiornamento de la Iglesia, y que todavía está pendiente. 2.- ¿Puede cambiar la Iglesia?

La Iglesia no solo puede cambiar, sino que, de hecho, ha tenido muchos e importantes cambios a lo largo de su milenaria historia. Las palabras de Jesús a Pedro, ?tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia?? (Mt 16,18), no indican que Jesús fundara la Iglesia como algo estático para continuar inalterada su presencia histórica en Galilea en el transcurso de los tiempos. Jesús no fundó la Iglesia, pero sí que la Iglesia se funda en Jesucristo, en el movimiento que estimuló en unas personas que quedaron entusiasmadas de lo que proponía y cómo vivía. Al anunciar el Reino de Dios ?puso el comienzo?? (LG 5) de lo que después de Pentecostés empezó a ser la Iglesia. Recordemos algunos cambios significativos y algún aspecto relevante de los mismos, que nos ayuden a situarnos en el tema.
a) El primero en la historia de la Iglesia es el que tuvo lugar en el s. IV con los Emperadores Constantino y Teodosio. Fue un giro espectacular.

En los siglos anteriores, se habían alternado períodos de tolerancia con épocas de una persecución feroz contra los cristianos. El emperador Constantino I, consciente de la fuerza que había cobrado el cristianismo entre la población del Imperio, dio un primer paso histórico en el año 313 con la promulgación del Edicto de Milán, que puso fin a su persecución y convirtió el cristianismo en la religión oficial del imperio. Los cristianos pasan de la indefensión a la protección oficial. Este hecho que, a primera vista, pudiera considerarse un gran logro para la Iglesia, fue también causa de su decadencia. La hizo olvidar sus raíces y acomodarse a las costumbres y cultura del imperio.

Constantino incorporó la Iglesia al Estado para servirse de ella, consolidar la unidad del imperio y entrometerse en sus asuntos internos. Fue un cambio histórico radical.

b) Otro cambio importante se produjo en el pontificado de Gregorio VII (s. XI) que se conoce como Reforma Gregoriana.
Es una historia larga y fascinante. Dice Y. Congar, 4 que es ?el giro mayor que ha conocido la eclesiología católica??. El Papa Gregorio VII se siente llamado por Dios a una misión histórica improrrogable. Pretendía la renovación de la Iglesia y la afirmación de la autoridad del romano pontífice que había quedado sometido a los señores feudales y a las intrigas de la nobleza romana. El poder ?espiritual?? que representa la Iglesia, está muy por encima de cualquier otro poder temporal de los reyes y emperadores. Luchó por erradicar los grandes vicios que sufría la sociedad cristiana.

Se atribuía la convocatoria de concilios e intentó erradicar la simonía (compraventa de bienes y oficios espirituales) e introduce el celibato del clero.
Afirmó la supremacía del romano pontífice, expuesta en su Dictatus Papae, en la que afirma la superioridad espiritual del Papa sobre toda la cristiandad y pone en marcha todas las medidas necesarias para acabar con los males de la Iglesia. Ejerció su supremacía excomulgando al emperador germánico Enrique IV que no aceptaba la reforma gregoriana ni renunciar a las investiduras reales de obispos y abades. Después de una época oscura, triste e inmoral que se conoce como la ?era de hierro del papado??, la reforma gregoriana significó el surgimiento de una iglesia militante y jerárquica que ha configurado la vida de occidente durante casi mil años.

c) En el s. XVI encontramos la Reforma católica o Contrarreforma, como respuesta de la iglesia católica a la Reforma protestante de Martín Lutero que había debitado la Iglesia. La contrarreforma fue establecida bajo el Concilio de Trento (1545-1563). Se caracterizó por abarcar la esfera política y religiosa del momento. En el aspecto político, elimina la venta de indulgencias. En el aspecto religioso, busca reformular la iglesia católica, unir a los cristianos bajo el papado romano y evangelizar los territorios del Nuevo mundo (las Américas). Con el fin de evitar el avance de las iglesias protestantes, la contrarreforma renueva y fija guías para frenar la corrupción del clero con parámetros comunes para la iglesia Católica, como la defensa de la autoridad papal, la capacidad exclusiva de la iglesia y sus representantes para la interpretación de los textos sagrados y la salvación por la 5 fe y las obras de caridad, devoción y penitencia.

La contrarreforma crea en el Concilio de Trento referencias para la uniformidad de la iglesia católica bajo el papado romano. Los cambios y reformas que caracterizaron este Concilio, especialmente en el ámbito de la liturgia y vida eclesiástica, han llegado prácticamente hasta nuestros días.
d) Otro cambio importante en la Iglesia Católica, que está comenzado pero todavía no hecho totalmente realidad, es el que promovió el Concilio Vaticano II (1962-1965), convocado por el Papa Juan XXIII y clausurado por Pablo VI.

Ha marcado un antes y después en la historia eclesiástica. Desencadenó en toda la Iglesia un impulso de renovación en fidelidad a lo que parecía el espíritu del Concilio. Pero pronto surgieron movimientos que querían frenarlo, sobre todo de la curia romana, que veía en ellos una amenaza para la destrucción de la Iglesia. Dice Rufino Velasco que ?todo este esfuerzo de domesticación del Vaticano II deja la impresión de que se está huyendo de algo, de algo muy voluminoso a lo que se tiene pavor: la mera posibilidad de que este concilio pretendiera un cambio histórico en la comprensión de la fe cristiana y en la comprensión de la Iglesia a los veinte siglos de su historia?? (La Iglesia de Jesús, Ed. Verbo Divino 1992, p. 229).

A pesar de todas las dificultades para frenar el espíritu del Concilio, fue un aporte importantísimo para la relación de la Iglesia con los pobres. Promovió lo que vemos está realizando el papa Francisco hoy: abrió el diálogo con las iglesias orientales, impulsó la reforma litúrgica, habló de la importancia de los laicos en la Iglesia y recordó que la iglesia no la conforma solamente el clero sino todos los bautizados y bautizadas. En pocas palabras, el Vaticano II quiso marcar una línea nueva de ser Iglesia.

Los cambios que he mencionado brevemente, son suficientemente elocuentes para indicar que la pandemia puede ser la oportunidad de un cambio más profundo, que nos lleve a redescubrir las raíces de nuestra fe cristiana y sea algo parecido a lo que decía Jaspers sobre la Era Axial de la humanidad. Refiriéndose a la pandemia y la lectura sobre la tempestad en el lago de Genesaret (Mc 4,35ss), decía el Papa 6 Francisco: ?Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos?? (Homilía en el momento de oración por la pandemia, 27.03.20).

Lo importante es tener en cuenta que este cambio no se realiza al margen o prescindiendo del cambio social, político y religioso actual, sino que está asociado al colapso que están sufriendo, en el que la Iglesia no puede mantenerse indiferente ni al margen y está siendo profundamente afectada. La motivación no es una crisis interna de la Iglesia, como pudieron ser los cambios que he mencionado, sino consecuencia de estar inmersa en una realidad en la que todas sus estructuras están siendo cuestionadas.

3.- ¿Cómo imaginar la Iglesia en la post-pandemia? Karl Rahner (1904-1984) fue un teólogo con visión de futuro. Entre sus muchas obras y artículos escribió un pequeño libro como aportación para la celebración del Sínodo de los Obispos Alemanes que se celebraba en 1971: Cambio estructural de la Iglesia (Ed. Cristiandad, Madrid 1974). No propone ideas teológicas abstractas, sino que parte de la situación religiosa, sociológica e histórica de los seres humanos y de la sociedad en aquel momento. Situarse en la realidad es lo que hace actual a esta obra, a pesar de estar escrita hace 52 años, y punto de referencia en medio de los cambios a que nos está sometiendo el covid-19.

Las utopías, como proyectos atrayentes y beneficiosos, pueden ser grandes fuerzas históricas y es lo que nos ofrece Rahner. Presenta un plan o sistema ideal de la Iglesia del futuro para que se vaya abriendo paso como fuerza que empuja en las actuales circunstancias y hacer realidad algo distinto y más de acuerdo al Evangelio que lo que tenemos. Dice Rahner que ?no son profecías?? (p. 20), pero este librito tiene mucho de profetismo.

Transmite un mensaje que anuncia una realidad por encima de las actuales instituciones y al mismo tiempo propone algo distinto y más de acuerdo con la naturaleza de la Iglesia y su misión en el mundo, como diría más de medio siglo después el Cardenal Bergoglio en su intervención en la congregación general de cardenales previa al cónclave: ?la evangelización es la razón de ser de la Iglesia. Evangelizar supone en la Iglesia la parresía de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria. Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma??.

7 ¿Cómo hacer todo esto realidad en la post-pandemia?
Con Rahner, indicamos algunos aspectos que pueden orientar la edificación de la Iglesia en la post-pandemia.

a) Lo primero, es tener una visión, lo más realista posible, de la situación actual en que nos encontramos. Lo contrario, da lugar a un ?terco conservadurismo?? (p. 26), es decir, a seguir iguales y mantenernos donde estábamos. En este momento concreto, la pandemia y sus consecuencias son lo que marcan dónde estamos y cómo vivimos. Por eso, aunque pueda parecer repetitivo y hasta molesto, no podemos cerrar los ojos a esta realidad que marca el momento presente y está dejando una huella indeleble a las futuras generaciones. El virus, lo reconozcamos o no, nos está conduciendo a una experiencia religiosa diferente.

La clausura total o relativa de los templos, indica que ?la situación de los cristianos hoy y, por tanto, de la Iglesia, es la transición de una Iglesia de masas?? a una Iglesia como comunidad de los creyentes?? (p. 30-31). En esta transición que se está produciendo, es importante discernir lo permanente de lo caduco, tratar de mantener lo primero y hacer posible el cambio ?para una configuración más adecuada al presente y al futuro que la que se va desmoronando lenta pero inexorablemente, transmitiendo así al tiempo venidero lo permanente en forma auténtica y efectiva?? (p. 31). Esto supone una opción de fe personal, clara y consciente a la que este tiempo de cambio nos invita, entre lo que podemos llamar lo caduco y lo nuevo que está emergiendo. En este contexto, Rahner dice algo que hace pensar: ?Así será la Iglesia del futuro, o bien dejará de ser.

Pero nosotros creemos en la perdurabilidad de la Iglesia en el mundo y en la historia y esperamos esa perdurabilidad también para la historia de nuestro pueblo?? (p. 31-32).

Ante esto tenemos que preguntarnos cuáles son nuestras disposiciones para ir configurando la Iglesia del futuro a que nos está invitando el ?receso?? impuesto por la pandemia. Tendemos inconscientemente a mantener lo recibido, al conservadurismo, más que la preocupación por lo que está viniendo. Junto a la función legítima de conservar lo recibido, tenemos el deber de ir abriendo caminos y cuidar para que la Iglesia pueda subsistir en la nueva situación que la pandemia está originando.
b) Situados en la realidad, Rahner propone para la Iglesia del futuro, la desclericalización (p. 71), en el sentido de que la Iglesia tiene que crecer desde abajo, dando voz y voto a quienes pertenecen a ella y no únicamente a los responsables oficiales. La 8 consecuencia es que acentuar el ejercicio del ministerio para distinguirle del conjunto de los cristianos, ?está fuera de lugar y podría muy bien desaparecer con toda tranquilidad?? (p. 74).

Esto nos recuerda el empeño que está poniendo el Papa Francisco en la sinodalidad, ya antes de la pandemia, y que la Iglesia Sinodal ha de ser la Iglesia del s. XXI. No se refiere a lo que nos viene a la mente por los sínodos a que ha convocado a los Obispos, sino a que realicemos el camino juntos como Iglesia (del griego: syn, juntos; odos, camino). La pandemia está obligando a la humanidad a hacer el camino con todos y no debemos cerrar los ojos a este llamado: ?La reconstrucción sinodal es un cambio muy exigente de todos y de cada uno. Esta es la tarea permanente de la Iglesia, es su vida y es su misión. La presente pandemia está exigiendo dolorosamente su urgencia?? (Edgard R. Beltrán. Post-pandemia y una ?Iglesia Sinodal??, Redes Cristianas 08.05.20). A su vez, la sinodalidad requiere una serie de aspectos que han de estar muy presentes y que son condicionantes para que pueda realizarse. Por ejemplo, el diálogo, que supone comunicarse con quienes puedan ir haciendo realidad el sueño de Jesús que ha de ser también el de sus seguidores.

c) La pandemia ha creado una situación desconocida hasta ahora. El hecho de que la celebración de la Eucaristía y el acceso a los Sacramentos está siendo limitado, nos hace pensar de forma diferente en lo que se ha llamado secularización. Este fenómeno se ha definido como el decreciente poder social de las instituciones religiosas, liberación de las estructuras normativas (tanto individuales como sociales), de la autoridad religiosa tradicional; o la pérdida de la significación religiosa en zonas cada vez más amplias de la vida. Todas son connotaciones más bien negativas.

Pero, ¿qué decir cuando este proceso está siendo impulsado por la misma Iglesia? Ya no se trata de algo negativo sino de un proceso que nos lleva a pensar de forma distinta la misión de la Iglesia y su papel en el mundo. Rahner presenta una solución novedosa y retadora. La Iglesia, dice, es el sacramento de la salvación para un mundo que, de hecho, en su mayor parte es salvado por la gracia de Dios fuera de toda institucionalidad eclesial; si la Iglesia no puede decir que fuera de su forma visible no hay salvación ni paulatina curación del mundo, ?entonces la consecución de nuevos cristianos eclesiales no es tanto ni ante todo su salvación sino la consecución de testigos 9 que como signo para todos pongan de manifiesto la gracia de Dios que actúa en todas partes del mundo?? (p. 78).

Esta visión de la Iglesia y de su misión en el mundo nos hace pensar que la pandemia no es para trastornar nuestra visión de la sociedad, sino para tener una visión más positiva y pensar de otra forma cuál tiene que ser la colaboración de los cristianos al mundo en que vivimos.

d) Otro aspecto a tener en cuenta es la relación de la Iglesia con las instituciones sociales. ?Si estamos convencidos de que en un mundo pecador hay mucha injusticia y tiranía reinantes, si estamos o estuviésemos realmente convencidos de que el pecado marca también las estructuras sociales y no incide tan solo en la vida privada de los individuos y de sus acciones, entonces más bien nos debería sorprender lo poco que la Iglesia entra en conflicto con las instituciones sociales y con los poderosos, salvo en los casos en que atacan directamente y expresamente a la Iglesia misma. Esto debería hacernos recelar de nosotros mismos, debería tildar de sospechoso a cierto conservadurismo que se da entre nosotros?? (p. 78-79).

La pandemia nos está haciendo pensar en esquemas diferentes. No se trata de que la Iglesia se mire al espejo y vea solo su propia imagen para maquillarla y hacerla más atractiva. Tiene también que mirar alrededor y, como dice el Papa Francisco, deje de ser aduna y sea casa del Padre, en que los problemas de la sociedad los hace suyos para ir creando espacios donde sea posible una Iglesia encarnada y solidaria, como dice el Concilio, ?lo gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo?? (GS 1).

Esto no puede realizarse sin tener en cuenta los conflictos sociales que afectan al pueblo, sobre todo a los y las pobres. Naturalmente que esta actitud tiene su coste y son muchos los que prefieren estar al margen de todos los problemas sociales. Esto no lleva a la construcción de un Iglesia como Madre y Maestra, sino refugiada en sus propios intereses, lo cual impide que sea ?sal?? y ?luz?? (Mt 5,13-16). Por eso Rahner tilda de ?sospechoso cierto conservadurismo??. Si nos fijamos en la forma como reaccionamos ante cualquier novedad que quite la seguridad en que estamos apoyados y lo poco que nos gustan los conflictos, tanto ad intra como ad extra, nos daremos cuenta que el conservadurismo no nos lleva a hacer posible la Iglesia que quería Jesús sino un refugio donde evitar problemas y al 10 mismo tiempo fortalecer el clericalismo, que en varias ocasiones el Papa Francisco ha expresado es el gran mal de nuestra Iglesia, como veremos.

4.- El Covid, llamada a un nuevo estilo de ser Iglesia
La influencia del Covid en la marcha de la sociedad actual, nos está invitando a considerar también la necesidad de un cambio en la marcha de la Iglesia. Esta no puede mantenerse al margen de lo que sucede en torno suyo. Lo ha repetido muchas veces el Papa Francisco cuando habla de ?Iglesia en salida??, ?Iglesia de puertas abiertas??, ?Iglesia tienda de campaña??, etc. Estas expresiones indican que la Iglesia tiene que estar encarnada en la sociedad. Estos logotipos expresan la idea que tiene el Papa de la Iglesia y que tenemos que hacer nuestra. El que mejor lo expresa y comprende todos los demás es ?una Iglesia en salida??, del que habla en su primera Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Explica lo que quiere decir afirmando que, como el Señor, la Iglesia ?se involucra e involucra a los suyos?? Los evangelizadores tienen así ?olor a oveja? y éstas escuchan su voz??. Como consecuencia, ?acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean?? (EG 24).

No hay duda de que un proceso prolongado y duro lo está constituyendo el coronavirus. ¿Cómo involucrase en él? La respuesta la propone el mismo Papa Francisco: ?La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente en el pueblo?? (EG 24). Son muchas las personas y las familias en las que vemos reflejadas estas palabras. Ante esto no sirven las buenas palabras ni una espiritualidad desencarnada. Habrá que asumir esta realidad y darle una solución que no solo consuele sino que abra caminos nuevos en medio de la confusión y el dolor causado por la pandemia.

Para hacerlo realidad, habrá que pasar, como dice Rahner (cf. p. 90), de una Iglesia a la que pertenecen un gran número de personas por causas sociológicas (tradición, costumbre familiar, costumbres de la infancia, etc.), a una pertenencia teológica, confesar y vivir la fe cristiana: ?Un cristianismo concreto y vivo no puede transmitirse hoy, ni sobre todo mañana, simplemente con el poder de una sociedad cristiana homogénea, que cada vez la hay en menor medida, ni con medidas administrativas desde arriba ni con la enseñanza religiosa??, sino que ha de ser llevado al futuro mediante el testimonio y la vida de una comunidad 11 cristiana auténtica, que vive en concreto lo que quiere decir propiamente cristianismo?? (p. 143-144). Para hacer esto realidad se necesita ser ?Iglesia de espiritualidad auténtica?? (p. 102). ¿Qué se entiende por espiritualidad?

Es aquello que configura la vida de una persona. Esta palabra que no se encuentra en el Nuevo Testamento ni en la primitiva tradición cristiana, no se comenzó a usar hasta el s. IV. Su sentido más elemental es ?la forma de vivir de aquellas personas que se dejan llevar por el Espíritu de Dios?? (J. Ma. Castillo, Espiritualidad para insatisfechos, Ed. Trotta 2007, p. 33).

El primero en dejarse llevar por el Espíritu fue Jesús, como dicen los Evangelios, cuando fue bautizado (Mt 3,16). Y, ¿qué fue lo que hizo Jesús? Fundamentalmente aliviar el sufrimiento humano, ?fundir la causa de Dios con la causa de la vida??. La espiritualidad, por consiguiente, está orientada y centrada en la defensa de la vida, el respeto de la vida y la lucha por la dignidad de la vida?? (J. Ma. Castillo, op. cit., p. 34). Rahner tiene en este punto frases muy duras que pueden hacernos pensar.

Bien estaría que en el desierto al que nos está obligando el coronavirus, dedicásemos un tiempo a reflexionar sobre ellas: ?En el terreno de lo espiritual somos, hasta un extremo tremendo, una Iglesia sin vida?? En la vida pública de la Iglesia siguen predominando hoy día el ritualismo, el legalismo, la burocracia y un seguir tirando con una resignación y un tedio cada vez mayores por los carriles habituales de una mediocridad espiritual?? (p. 102). ¿Podrá corregirse este vacío repitiendo fórmulas trasnochadas que entretienen e invitan al sentimentalismo, pero no comunican el espíritu de Jesús? La respuesta a este interrogante la propone Rahner al decir que la espiritualidad cristiana tenemos que buscarla en la vuelta al Jesús histórico, ?partir de la experiencia de Jesús, el cual en un amor radical a Dios y a los hombres asumió obedientemente el fracaso de su vida y su misión y precisamente así se hizo digno de fe?? (p. 110).

Un último punto sobre el que quisiera llamar la atención, como indica Rahner, es que el amor cristiano al prójimo no puede imitarse a la relación privada de los individuos entre sí, sino que ?adquiere también un carácter sociopolítico, se vuelve necesariamente voluntad de mejorar la sociedad; no es sólo sentimiento ni relación privada entre los individuos, sino que aboca al cambio de las instituciones sociales, si es que es lo que ha de ser?? (p. 151). Por instituciones sociales tenemos que entender no sólo lo que se refiere al aspecto socio-político, sino también al aspecto eclesial. Se trata de mejorar las instituciones sociales y las estructuras de la Iglesia que es, por tradición, ?una potencia conservadora y defensora de lo establecido?? (p. 153).

Dentro de las estructuras eclesiales tenemos que comprender la Vida Religiosa que, en su mayoría, 12 anclada en el pasado, se esfuerza por mantener un estilo de vida y una espiritualidad que hoy dice muy poco o nada a las nuevas generaciones. El Papa Francisco se está esforzando para que este nuevo estilo de ser Iglesia se haga realidad, pero se encuentra con lo de siempre. El grupo más reacio a los cambios que quiere introducir son los sacerdotes. Son muchas las veces que ha hablado sobre el clericalismo como un mal que hay que desarraigar.

Es necesario mencionar algunos ejemplos: ?El clericalismo es, a mi juicio, el peor mal que puede tener hoy la Iglesia?? (El País, enero 2017). ?El clericalismo es esencialmente hipócrita??el clericalismo es una verdadera perversión en la Iglesia, porque pretende que el pastor esté siempre delante, establece una ruta y castiga con la excomunión a quien se aleja de la grey. En síntesis: es justo lo opuesto a lo que hizo Jesús. El clericalismo condena, separa, frustra, desprecia al pueblo de Dios??
(https://jesuitas.lat/es/noticias/1679).

Por esta razón, trata de poner freno a esta corriente que está creciendo en las nuevas generaciones del clero. El 16 de julio pasado, en una carta apostólica emitida Motu proprio (Tradionis custodes, Custodios de la tradición), restringe la celebración de la Misa Tridentina del rito romano. Pero el clericalismo, como muestran las citas anteriores y otras muchas que podríamos añadir, no se limita a la celebración de la Misa, sino que es una actitud en que se da más importancia al ?munus?? que al ?espíritu?? que debe animar a los sacerdotes y a todo aquel que se identifique como seguidor o seguidora de Jesús. En estas mentes febriles es más importante lo que ellos piensen y decidan que los dictados del Vaticano II y el Magisterio de la Iglesia.

Conclusión
El hecho de que todos los bautizados y bautizadas formamos parte de la Iglesia hace que este tema interese a todos y a todas. Pero, lo hace de una forma desigual. Hay quienes se sienten con derecho a prescindir de la nueva Iglesia a que nos está invitando el coronavirus. Otros, prescinden de la nueva Iglesia sinodal, en comunión con la tradición que nació de las primeras comunidades cristianas y en sintonía con el Evangelio. Y no faltan quienes se sienten en poder de una falsa autoridad no delegada sino tomada por su propia pretensión de situarse al margen de la Iglesia oficial, pero pensando de esta forma ?hacer?? Iglesia. San Ignacio de Antioquía (s. I-II) camino de su martirio en Roma hacia el año 107, no deja de insistir a los cristianos en la importancia de velar por la unidad.

Los primeros 13 cristianos estaban dispuestos a dar su vida por la unidad de la Iglesia. Se esfuerzan por mantener unido el rebaño de Cristo, que empieza a verse atacado y zarandeado por herejías, infidelidad, etc. Ahora bien, ?como hijos de la luz verdadera?? (Ef 5, 8), huyan de toda escisión y toda doctrina perversa; en cambio, donde esté el pastor, allí deben, como ovejas, seguir ustedes. Porque muchos lobos, que se presentan como dignos de todo crédito, cautivan con funesto placer a los corredores de Dios. Sin embargo, gracias a su unión, no tendrán entre ustedes cabida alguna?? (A los de Filadelfia, 2-3). Esto solo será posible teniendo en cuenta y haciendo realidad lo que dice el Papa Francisco en la Encíclica Fratelli Tutti, repitiendo el Documento sobre la fraternidad humana de Abu Dabi (04.02.19):

?Asumiendo la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio?? (FT 285). Palabras que resumen cuanto hemos dicho sobre el cambio en la Iglesia a que nos invita el coronavirus y el camino que nos conduce a él. Pero la pregunta es, ¿seremos capaces de entenderlo y practicarlo? El coronavirus está dando un giro a todas las estructuras. Las de la Iglesia no pueden quedarse aisladas como si nada hubiera pasado. Después de dos años luchando contra este virus, es un grito que no puede ser desoído por más tiempo. Ni tampoco, cerrándonos en un yo enfermizo y antievangélico.

Guatemala, agosto 15. 2021 Fiesta de la Asunción de María al Cielo ? ?Asumir la cultura del diálogo