En medio de la polvareda levantada por el mensaje de Benedicto XVI al Gobierno español, aprovechando la presentación de las cartas credenciales del embajador ante la Santa Sede, ha pasado casi desapercibida la noticia del cambio acaecido en la importantísima congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos.
Este dicasterio es el responsable del nombramiento de un tercio de los obispos del mundo, precisamente el de los territorios de misión o, lo que es lo mismo, el de aquellos lugares donde la Iglesia tiene más posibilidades de crecer. El cardenal Sepe, que tuvo sus diferencias con Ratzinger a propósito del modo triunfalista del organizar el jubileo, ha sido enviado a una diócesis italiana, cardenalicia, pero no de primerísima fila, como es Nápoles. Es, sin duda, una lección para navegantes. En su puesto ha sido colocado un hombre de la confianza del Pontífice, el cardenal Dias, hasta ahora arzobispo de Bombay. Dias pertenecía a Doctrina de la Fe y allí colaboró estrechamente con Ratzinger para afrontar los quebraderos de cabeza que daban a la Iglesia algunos teólogos indios, sobre todo los pertenecientes a ciertas órdenes religiosas. La lección que podemos sacar de esto es que Benedicto XVI se está rodeando, sin prisas pero sin pausas, de un equipo de confianza que tiene su origen en los hombres que él ha conocido durante los años que ha sido prefecto de Doctrina de la Fe. Si, como se dice, lleva a la Secretaría de Estado al cardenal Bertone -que fue su secretario en esa congregación y que es un hombre profundamente religioso y gran amante de la Virgen-, estará claro por dónde van a ir el resto de los nombramientos. El Papa quiere pisar firme a la hora de hacer su gabinete, y es normal. Pero lo quiere hacer para poder llevar adelante la tarea que se le ha encomendado: introducir a la Iglesia en una experiencia espiritual que le ayude a salir del atolladero en que se encuentra. Por cierto, el discurso del lunes a los superiores de los religiosos no tiene desperdicio y va en ese mismo sentido. Y es que, como vengo diciendo desde hace años, o la Iglesia se convierte en un referente místico y recupera su autoridad a base de ser santa, o no podrá subsistir en un mundo que le ha dado ya la espalda en lo referente a poder y capacidad de influencia.
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