El lunes fue enterrado Joan Carrera, obispo auxiliar de Barcelona. Tuve la suerte de frecuentarlo cuando aceptó ser tertuliano de El matí de Catalunya Ràdio. En una época en que mucha gente de la Iglesia se esconde cuando se le pide opinión (sobre todo cuanto más arriba ha llegado), Carrera, pese a la mitra, no dudó en bajar a la arena de la radio.
?l mismo explicaba que pertenecía a una generación que, a finales del franquismo, necesitaba un cambio. «Estábamos tan hartos de un cierto discurso nacionalcatólico que lo que nos preocupaba era, sobre todo, encontrar un nuevo lenguaje de la fe, de los hechos, y una nueva presencia en la sociedad: la de los derechos humanos».
Hizo siempre lo contrario de su apellido. Cuando sugirió que la Iglesia española pidiera perdón por su alianza con Franco durante y después de la guerra civil, el Abc publicó un comentario riéndose de su apellido, y advirtiéndole de que con opiniones así difícilmente pasaría de obispo auxiliar. Que se metieran con él no le importaba tanto como que saliera perjudicada la imagen de la Iglesia. Por eso sufrió bastante en los últimos años. Cuanto más evidente era la sintonía entre el PP y la cúpula de los obispos españoles, más tocado se le veía.
Lo recuerdo una mañana diciendo: «Si la Iglesia aparece siempre junto a un partido, no podrá despertar nunca la curiosidad intelectual de los no creyentes».
También le dolía que en Catalunya se hubiera extendido «la desconsideración de la fe cristiana». Porque una de sus fijaciones era normalizar el diálogo entre diferentes. En unas cartas públicas que cruzó con el socialista Joan Raventós decía: «Mira, un creyente y un no creyente no estamos tan lejos (…) el uno del otro.
El creyente piensa alguna vez: ‘Si no fuera verdad…’. Y el no creyente también se dice en alguna ocasión: ‘Y si fuera verdad…’. La diferencia es que un creyente, incluso cuando duda, sin darse cuenta se encuentra explicando esta duda a Dios».
Me hubiera gustado oír algo de esto en el sermón sin complicaciones con que Carrera fue despedido este lunes en la catedral. ¿Quién tomará su antorcha?