Dios se nos revela o se desfigura únicamente en el ser humano creado ?a su imagen y semejanza??. El hombre en que Dios se pudo encarnarse en forma nunca habido, era Jesús de Nazarét. ?l se dejó llevar enteramente por el espíritu de Dios, es por eso que le corresponde más que nadie que se le aplique la metáfora ?hijo de Dio??, su hijo preferido entre sus hermanas y hermanos.
Llegados al tercer milenio desde su aparición, y el hombre amenazado por el mismo hombre, Jesús se revela cada vez con más claridad como ?camino, verdad y vida??. Juan el Bautista era, según las mismas palabras de Jesús, el más grande de los profetas que ha habido, un profeta moralizador en palabra y conducta. Sin embargo, el imperativo moralizador, más que cambiar al hombre lo deprime y da auge al abuso de su condición por parte de líderes religiosos.
Jesús, – según unos teólogos una vez discípulo de Juan, – se aparta con unos más de Juan, e abre un nuevo horizonte de salvación basado en el Reino de Dios, de un Dios ?padre??, un dios inmediato, de un Dios que genera hombres nuevos comparable con un renacimiento. Todos los códigos, mandamientos morales resume en uno solo: Amar como él ha amado. Amar, porque Dios es amor.
Ya no cabe sumisión a autoridades religiosas y a sus cánones. El cambio no presiona desde fuera, sino aflora desde el corazón. La esperanza para la humanidad, el adviento que nos puede levantar el ánimo, es una posible globalización que parte de una fe en el Dios de Jesús, con frutos de generosidad, transparencia y justicia, teniendo presente que al amor de Dios se responde con el amor al hombre, creado a su imagen y semejanza.
Con fraternales saludos
Franz