Suspendido por un tribunal de Bahia el proyecto de desviación del río São Francisco
SOBRADINHO (Brasil) ? Un obispo adelgazado en hábito franciscano, un río que defender y una lucha casi imposible. «Pero yo sigo adelante para que el presidente Lula y el Vaticano sepan de que madera están hechos los Cappio, verdaderos piamonteses». Gianfranco, Rita y Rosamaría sonríen y pasan al hermano un vaso con agua, una pizca de sal y dos cucharaditas de azúcar.
Es el único alimento que Don Luiz Flavio Cappio, 61 años, hijo de emigrantes de Vercello, ingiere desde hace 16 días, en una capillita situada en medio sertão, el desierto de Brasil. Es la más clamorosa huelga de hambre jamás hecha por un prelado y signo de embarazo y de silencio. «Del nuncio apostólico y de Roma ni siquiera un llamada», dice. «¿No están de acuerdo conmigo? Es probable, tampoco lo están mis familiares y sin embargo están aquí ayudándome.
Son años que Don Luiz lucha contra un sueño perseguido por muchos gobiernos de Brasil, tomar agua del curso del río São Francisco, un gigante de 3.000 kilómetros, para irrigar una vasta región semiárida y pobre. La tierra donde nació Lula. Y es justamente el ex-emigrante que quiere dejar a Brasil la gran obra por antonomasia, dos brazos que reciban agua del río y un sistema de canales para cubrir un área donde viven 12 millones de habitantes. El proyecto ha sido aprobado, financiado y tiene el visto bueno de impacto ambiental. El gobierno sostiene que el agua retirada al curso principal no supera el 1.4 por ciento del caudal y en cambio las ventajas serán enormes para el bienestar de las familias y de la economía local. El obispo está en su segunda protesta.
Hace dos años volvió a comer después de 11 días de ayuno. Preocupado, Lula le prometió una pausa para reflexionar sobre el proyecto e iniciar el diálogo. «Fue una tomadura de pelo?explica?. Nunca se dio la discusión y el gobierno siguió adelante. En cuanto llegó el ejército y empezaron a remover la tierra decidí reiniciar el ayuno. Y llevarlo adelante hasta las últimas consecuencias». Después habla el político: «El proyecto es bonito sólo en la óptica de los empresarios, del agronegocio y de la llamada economía globalizada».
El agua servirá para regar los grandes latifundios y del desierto surgirán fruta y vino. A la gente no le quedará nada. Si quisieran podrían sacar el agua que ya existe, construir un acueducto. Lula ha sido una gran desilusión, para mi y para todos los movimientos sociales de Brasil que lo han apoyado». En la capilla de San Francisco, escogida como sede de la protesta, junto al lago artificial de Sobradinho, se reúne diariamente una multitud de voluntarios y militantes. Hay banderas rojas y ordenador para informar al mundo. El obispo alterna oraciones con conversaciones con la gente y conferencia de prensa. Cada dos horas es secuestrado por sus familiares.
Debe reposar. Está bastante bien, ha perdido solo cuatro kilos. Ningún equipo médico, solo un amigo que le toma la presión. Dice que la Conferencia Episcopal de Brasil está con él y que importa poco para las otras jerarquías. Insistimos en la contradicción: un religioso no puede suicidarse, la Iglesia no puede apoyarlo. «La muerte individual es un detalle, un moralismo. En teología el obispo es el pastor que dada la vida por su grey, no es patrón de su vida. Yo no puedo traicionar mi misión, estoy al lado de una sociedad marginada desde hace siglos, el nordeste brasilero es un valle de lágrimas y de dolor». Y luego pasa a la política. «Mi lucha está haciendo despertar a los movimientos sociales, adormilados desde que Lula llegó al poder».
Es un desafío, sí, la respuesta a una desilusión. «El presidente se alzó de hombros cuando le dijeron que yo había retomado el ayuno. Se está volviendo una moda, dijo. No creo, Lula, que pueda volverse moda una cosa tan dura, tremenda. Te lo aseguro con mi cuerpo». El martes ha llegado una sentencia de la justicia del Estado de Bahia que suspende los trabajos sobre el río. «No me basta. El gobierno federal puede apelar. Yo vuelvo a comer sólo cuando se verifiquen dos condiciones: el proyecto se cancela para siempre y el ejército se marcha de aquí». Su hermano Gianfranco es optimista y, al mismo tiempo, trágico: «Roma debe saberlo: Brasil no puede festejar la Navidad con el cadáver de un obispo católico muerto por su pueblo».
Don Luiz habla italiano, pero teme meter demasiadas palabras en dialecto piamontés y desiste pronto. Cuando fue ordenado, lo primero que hizo su padre fue llevarlo a su tierra natal, Occhieppo Superiore, hoy provincia de Biella, y hacerle celebrar una misa. Volvemos a hablar de Roma. En las reglas eclesiásticas existe la obediencia a los superiores, ¿por qué no intentan hacerle parar? «A un obispo se le dan consejos, no órdenes. Pueden preguntar, pero no lo han hecho. Y entre el Papa y un obispo no hay intermediarios». ¿Y si llamase el propio Papa pidiéndole parar? Don Luiz calla un momento. «Eso no sucederá, no discutamos sobre sueños».
Rocco Cotroneo
13 dicembre 2007 http://www.corriere.it/esteri/07_dicembre_13/brasile_digiuno_vescovo_lula_deviazione_fiume_160b9bd0-a94a-11dc-b997-0003ba99c53b.shtml
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