Bolos papales -- José Antonio Gómez Marín

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Somos Iglesia Andalucía

Una extraña ocurrencia temo que acabe haciendo célebre el próximo viaje del Papa a Gran Bretaña: la de cobrar la entrada a sus ?actuaciones??. Por supuesto, la polémica está servida, por más que cueste comprender la razón que pueda tener el papado para consentir que un viaje apostólico se plantee como una simple gira y que la presencia del pontífice se equipare a las actuaciones de famosos en cualquier otro espectáculo.

Asistir a la misa que ha de celebrarse en Birmingham ?en la que tendrá lugar la beatificación del cardenal Newman? costará a los fieles asistentes nada menos que 30 euros del ala, seis más que los que habrá de pagar un feligrés de Glasgow, con la ventaja para este último de que podrá escuchar durante el acto a la cantante Susan Boyle y de que, junto con la entrada, se le entregará un ?cedé?? conmemorativo de esta pingüe visita.

El culmen estará, en todo caso, en la gran concentración prevista en Hyde Park en la que 130.000 personas deberán apoquinar 12 euros por barba, un chollo si se considera que, encima, la velada estará amenizada por el famoso trío The Priest que actuarán en concierto. Total, un cuestionado presupuesto que supera los 27 millones de euros que tratará de recuperarse con los taquillajes de estos bolos papales que son, desde luego, lo nunca visto.

Eso sí, aquellos católicos que no puedan permitirse el lujo de asistir a los espectáculos del Pontífice, siempre tendrán la posibilidad de adquirir en Internet una cuidada gama de recuerdos tales como velas benditas a 3?6 euros, camiseta con la efigie papal al precio de 22, rosarios a 18 y hasta tazas cafeteras por sólo 12. No me cabe duda de que el ceporro a quien se le haya ocurrido la idea de esta tournée le ha hecho un flaco favor a la futura crónica de Benedicto XVI.

No hace falta ser Newman ?aquel espíritu excepcional que decía anteponer su conciencia a la disciplina?para entender que semejante comercialización del apostolado no tiene por donde cogerse, incluso sin recurrir a las comparaciones evangélicas o rememorar los viajes de Pablo, aparte de que es más que probable que el acontecimiento no favorezca en nada a la exigua minoría católica de aquel país.

Vender entradas para asistir a una misa no sé si será delito de simonía o no, pero desde luego no puede explicarse de ninguna manera y menos, por descontado, igualar al papa con las figuras de un artisteo que, encima, siempre lo aventajará en sus astronómicas cotizaciones. Llevan razón quienes dicen que los jerarcas eclesiásticos tienen ideas que no se le ocurrirían ni a sus peores enemigos. Abrir una taquilla para ver al papa es una de ellas.

Publicado en La Cruz del Sur 7 de Agosto de 2010