Enviado a la página web de Redes Cristianas
Están comentando los medios, las tertulias radios y tevés que la alcaldesa de Madrid no piensa acudir, en condición de tal, a las celebraciones religiosas de las Virgen de la Paloma. Mucha gente la critica, unos pocos la alaban y están de acuerdo con su postura. Pero, en general, faltan argumentos tanto para la aprobación como para la desaprobación y la crítica. No pienso que este sea un tema para dejarse llevar por simpatías, antipatías, lealtades o traiciones a la tradición. El argumento es bien simple.
En una celebración cristiana sacramental, misa, celebración de la Palabra, o la que sea, ¿está prevista la presencia de alguien por el cargo público que ocupa? ¿Hay, o no, pensadas, las funciones litúrgicas, o ministeriales, o la mera presencia testimonial, para alcaldes, presidentes de Diputaciones, o de Comunidades Autónomas, presidentes de Gobierno, ministros, el Rey, o las infantas, como si se tratase de un evento público artístico, deportivo, social, en los que esa presencia sea, por protocolo o interés del colectivo que lo realiza, procurada, o, incluso, se hace indispensable, o, por lo menos, muy recomendable?
Pues ya que nuestros jerarcas no tienen la valentía, o la ocurrencia, de declarar nuestras reuniones y celebraciones cristianas solo aptas para lo que están pensadas, sobre todo si son sacramentales, habrá que agradecer, y yo lo hago desde estas líneas, y felicitar a ciudadanos revestidos de función pública, hermanos nuestros, creyentes o no, por querer colaborar en la tarea de limpiar, dignificar y sacralizar los actos de culto.
¡Felicidades, doña Manuela!