Por formación y momento histórico, Benedicto XVI ha sido un Papa de transición, ?Papa Bisagra??, cuya historia no ha terminado, a pesar de su renuncia (28.02.2013). Sabemos de dónde ha venido, pero no sabemos aún hacia dónde va. Por eso no podemos valorarle todavía, pues su valor depende de la recepción que reciba, es decir, de aquello que haga y diga a partir de él la Iglesia del futuro.
Posiblemente, Benedicto XVI tenga más futuro que los dos Papas anteriores: Pienso que él ha cerrado una etapa, y puede abrir una nueva Iglesia, de forma que sólo con la distancia del futuro podrán valorarse algunos de sus gestos, como destacaré en las reflexiones que siguen. En resumen, como verá quien siga, su gestión ha sido a mi entender positiva, de lo mejor que podía hacerse, dado su perfil, dado el momento y talante de la Iglesia.
Quiero presentarle en este post con una imagen de Miércoles de Ceniza, porque hoy es día penitencial en la Iglesia (13.04.13), y porque el Papa ha sido un hombre de ceniza, es decir, penitencial y litúrgico, en el sentido bueno (pero quizá limitado de la palabra).
— Por primera vez en la historia reciente, un Papa ha confesado de manera abierta de verdad los pecados de la Iglesia, ha recibido la Ceniza, de manera que puede empezar la Cuaresma, pues sin ella no hay Pascua.
— Pero la Ceniza y Cuaresma no es todo… Por eso esperamos un Papa que sea más Pascua, que nos acompañe a celebrar (dentro de cuarenta días) con gozo la Resurrección de Jesús y de la Iglesia, este año 2013.
Así lo iré indicando con una introducción penitencial, diez cuestiones discutidas y una conclusión. Y antes de seguir quiero dejar constancia de mi agradecimiento inmenso a Benedicto XVI, por lo que intentado hacer, por haber abierto un «portillo» que puede llevarnos del Miércoles de Ceniza a la Pascua del Señor, con otro Papa (pues él se siente sin fuerza para liderar el cambio).
Por esta lucidez de dejar lugar a otro (como Juan Bautita), por el servicio realizado, por darnos un ejemplo de creyente, en medio de tus limitaciones, gracias Papa Ratzinger, gracias Benedicto XVI.
INTRODUCCI?N PENITENCIAL. UNA IGLESIA A LA DERIVA
Quizá la mejor introducción al Pontificado de Benedicto XVI lo ofrezca la Homilia que pronunció el 18.04.2005 en la homilía de la Misa Pro Eligendo Summo Pontifice, unas palabras centrales y centradas en la deriva de la barca de Pedro, ?zarandeada por cualquier viento de doctrina…?? (cf. Ef 4, 14), como si fuera un Miércoles de Ceniza: ?Recuerda hombre que polvo eres y al polvo has de volver??.
«¡Una descripción muy actual! Cuantas doctrinas hemos conocido en estas últimas décadas, cuantas corrientes ideológicas, cuantos modos de pensar… La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido no raramente agitada por estas olas ? botada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo y así en adelante.
Cada día nacen nuevas sectas y se realiza cuanto dice San Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a arrastrar hacia el error (cf. Ef 4, 14). Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, viene constantemente etiquetado como fundamentalismo. Mientras el relativismo, es decir el dejarse llevar ?de aquí hacia allá por cualquier tipo de doctrina??, aparece como la única aproximación a la altura de los tiempos hodiernos. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última media solo el propio yo y sus ganas». (cf.http://www.aciprensa.com/Docum/hconclave05.htm).
Esas palabras pudieron entenderse de dos formas:
a. El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se atrevió a mostrar al desnudo, ante los cardenales reunidos para la elección del nuevo Papa, los males de la Iglesia. Quizá quería decirles implícitamente que no le nombraran Papa; él conocía los males, pero no estaba quizá para resolverlos.
b. Pienso, sin embargo, que él dijo lo que pensaba porque creyó que debía decirlo, en conciencia, sin pensar si iban a elegirle o no papa. Sea como fuere, lo cierto es que gran parte de los cardenales aceptaron su dictamen, y pensaron que él era la persona más capacitada para resolverles. Por eso, le eligieron Papa el día siguiente (19.14.2005). Ha sido un buen papa de la Ceniza de la Iglesia.
DIEZ CUESTIONES DISCUTIDAS
El Papa Benedicto XVI no fue simplemente una continuación del Cardenal Ratzinger, pero quiso responder (y respondió en gran parte) a los problemas que había detectado en la Homilia Introductoria del Cónclave. ?stas han sido, a mi entender, las principales cuestiones discutidas de su Pontificado. Las presento con cierto miedo, pues no son cuestiones ajenas, ni me tocan de lejos, sino que forman parte de mi propia vivencia y pecado en la Iglesia.
1. Opresores y víctima. Cuestión judía, persecución de los disidentes
En su visita al campo de Auschwitz (mayo de 2006), Benedicto XVI echó la culpa del genocidio judío a «un grupo de criminales» (los dirigentes del Tercer Reich) que habían abusado del pueblo alemán, al que utilizaron «como instrumento de su sed de destrucción y de dominación». ?sa valoración fue buena, y debe mantenerse en un nivel. Pero es posible que haya quedado corta: Los crímenes nazis no fueron sólo la obra de unos criminales, sino que se cometieron con la complicidad (al menos silenciosa) de una parte muy amplia del pueblo alemán, de fondo cristiano (de los herederos del Sacro Imperio Romano Germánico, del siglo XI-XIX).
Esos crímenes deberían haberle llevado a reflexionar de manera más intensa sobre la correspondencia entre el cristianismo (catolicismo) y algunas ideologías totalitarias que han desembocado en el nazismo, y en la persecución de los judíos y de otras minorías a lo largo de la historia de la Europa cristiana. No se trata de decir que los judíos eran buenos y los cristianos pervertidos. No se trata de decir que las minorías son inocentes y las mayorías siempre males. Pero sin un estudio más hondo de las relaciones de la Iglesia con el judaísmo y con las minorías (herejes, ?desviados??, cismáticos etc), a lo largo de la historia, no pueden entenderse sus males ni buscarse remedio a ellos.
El tema de la persecución antijudía (y de la condena de herejes y ?desviados??) tiene que llevarnos a un estudio más hondo de las raíces de un tipo dictadura que tiende a dominar en las instituciones (y de un modo especial en la Iglesia) y creo que Benedicto XVI no ha proclamado una palabra radicalmente clara sobre el tema. Ha hecho cosas buenas, ha pedido perdón, ha buscado la reconciliación con los antes perseguidos?? Pero su gesto parece insuficiente. Sólo allí donde el servicio al Reino de Dios (expresado en los pobres) nos lleve a condenar toda imposición y toda muerte de los inocentes (de las víctimas), podremos hablar de una superación del ?problema judío?? y de las diversas formas de dictadura de la Iglesia
2. Razón y cristianismo: la cuestión musulmana
He presentado ayer el discurso de Ratisbona (septiembre de 2006), donde el Papa citaba la frase del emperador Manuel II Paleólogo (1350-1425), acusando al Islam de imponer la religión con métodos violentos. Evidentemente, el Papa tenía buenos motivos para evocar aquella frase y para destacar los riesgos de un irracionalismo religioso, que quizá está más latente en cierto Islam que en otras religiones. Pero el tema es saber si su condena era oportuna y radical, si era verdadera (si recogía la inspiración más honda del Islam) y, al mismo tiempo, si ayudaba a penetrar en las raíces de la comunión religiosa de musulmanes, cristianos y judíos (destacando la paradoja y pecado de todos, en un verdadero Miércoles de Ceniza).
Benedicto XVI viene de una ?razón triunfante?? (alemana), que tiende a defender el carácter ?absoluto?? del cristianismo, siguiendo quizá la más dura tradición filosófica, con Kant y Hegel como patriarcas, al menos implícitos. En esa línea, el concepto de razón y libertad que emplea merece todos los respetos, pero quizá está demasiado vinculado con una tradición occidental, de tipo helenista, que es limitada y propensa a otro tipo de violencia (distinta de la posible ?violencia musulmana??, pero quizá no menos peligrosa). Posiblemente, esa razón a la que apela el Papa no llega a las raíces de la identidad cristiana (y musulmana), de manera que el diálogo inter-religioso deba formularse quizá de otra manera, superando los presupuestos de un tipo de ontología de origen griego (no bíblico).
No estoy seguro de que Benedicto XVI haya resuelto las relaciones entre razón (pensamiento) y fe religiosa (y en concreto cristiana), tema de su primer gran libro (Introducción al Cristianismo: 1968. ?l intenta superar un tipo de relativismo, donde todo daría lo mismo, y un tipo de ?irracionalismo??, propenso a la violencia. Eso está bien, y le alabamos. Pero pienso que no ha llegado a plantear las raíces de la nueva universalidad evangélica, desde la humildad de la fe evangélica, que no se impone ni dice nunca que es mejor que la de otros, sin caer en el relativismo, sino todo lo contrario, pues lo más opuesto al relativismo no es la imposición velada o clara de una verdad sobre las otras, sino el servicio total al bien de los hombres.
3. Humanidad y relaciones personales (y sexuales): un camino abierto.
Parece que el Papa no ha dicho la última palabra sobre el tema, sino que sigue atado por los mismos presupuestos ontológico/biológicos de Pio XII (Humani Generis, 1950) y Pablo VI (Humanae vitae, 1968), que él había desarrollado como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe (Donum Vitae de 1987). La visión del hombre y la mujer que subyace en ese texto parece que responde a una perspectiva ?natural?? no personal, del ser humano. Por eso, cuando en el avión que lo llevaba al centro de África (marzo de 2009), el Papa dijo que ?el preservativo no servía para arreglar el problema del SIDA, sino, al contrario, que lo agravaba?? tenía razón en un sentido, pero en otro dejaba sin resolver las cosas.
El Papa tenía razón al afirmar que las relaciones sexuales se sitúan en el nivel más radical de la persona, de manera que no pueden ser banalizadas, pero no respondía al tema del preservativo, ni a su posible contribución para vencer el SIDA, ni tenía en cuenta el carácter nuevo (radicalmente personal) de las relaciones afectivas y sexuales, donde lo que importa de verdad es el encuentro de dos seres libres, en gratuidad y gozo, en enriquecimiento mutuo, en gesto de entrega de la vida. Precisamente el valor personal de las relaciones sexuales nos invita a plantear su sentido y despliegue desde unas categorías propias, superando el nivel de naturaleza en el que parece situarse el Papa. Por otra parte, al identificar de alguna manera (en la práctica, no en teoría) el uso de preservativos y el aborto, el Papa ha perdido una ocasión de abrir un sereno diálogo sobre el tema.
La función de la Iglesia no es prohibir ciertos tipos de acción sexual, sino abrir caminos para que sean posibles unas relaciones humanas en plena libertad, en respeto mutuo, en igualdad, al servicio de la vida propia y ajena, como signo del Dios que es Amor (como el Papa dijo en su encíclica Deus Caritas est, pero sin desarrollar todas las implicaciones del tema). Da la impresión de que la Iglesia de Benedicto XVI ha estado más inclinado a la condena que a la apertura y creación de caminos personales (nuevos) de amor, en sus diversas formas. La manera en que el Papa ha condenado en varias ocasiones la ?ideología de género?? es, al menos, poco matizada.
4. Pedofilia clerical: ministros de la Iglesia
Desde el año 2009 y a lo largo del 2010 se han ido conociendo casos de pedofilia de parte del clero, en algunos países de honda tradición cristiana, tanto en Europa como en América. Son muchos los que han acusado al Papa de haber querido ocultar el problema, mientras ello fue posible, para responder después de una manera lenta, sin llegar a sus raíces. Podemos responder diciendo que esas acusaciones son injustas, pues Benedicto XVI ha sido el primer Papa de la historia moderna que ha sido capaz de condenar un tipo de posibles abusos sexuales del clero, y lo ha hecho de forma tajante, al servicio de las víctimas. Por eso queremos rendirle un homenaje de admiración y de gratitud.
Pero el tema principal no ya es el posible ocultamiento de datos (Benedicto XVI no ha querido ocultarlos, todo lo contrario), sino la relación de fondo entre cierto poder (status) del ministerio clerical y un tipo de celibato. El Papa ha sido valiente al denunciar un tipo de pecados de una parte del clero. Pero es muy posible que el problema exija un planteamiento todavía más valiente y más de fibdim sobre la identidad del clero (como ?ordo??, en claves de poder religioso) y sobre el sentido del celibato, en el plano afectivo y ministerial, volviendo, si hace falta, aunque de un modo distinto, hasta modelos anteriores (previos la Reforma Gregoriana), para así avanzar hacia una Iglesia que no sea clerical como la de los últimos siglos.
En un sentido, la labor de Benedicto XVI ha sido valiente y generosa en la condena de la pedofilia, y debemos estarle agradecidos, sin matizaciones. Pero, en otro sentido, pienso que él ha desaprovechado la oportunidad de abrir un diálogo fuerte dentro de la Iglesia sobre la supresión de la obligación (no del carisma) del celibato ministerial. Tampoco ha planteado el tema de la ordenación de las mujeres, ni ha sido receptivo ante la problemática de la homosexualidad. Pienso que han sido ocasiones perdidas en su Pontificado.
5. Teología de la liberación: una cuestión sin resolver
En este campo, Benedicto XVI ha sido el mejor Papa posible para conservar, pero no para avalar, y mucho menos para abrir, caminos nuevos y en esa línea se sitúan algunos temas importantes de su agenda (la involución litúrgica, la fijación formal de los sacramentos, el intento de pactar con grupos tradicionales, como los lefrevistas??)?? Pues bien, entre esos temas, el más significativo ha sido, a mi entender, su falta de atención a los valores de fondo de la teología de la liberación, con otras experiencias eclesiales que exige un cambio en la estructura de la iglesia y en la forma de situarse ante la modernidad.
Benedicto XVI no ha sabido o no ha querido superar la actitud de sus célebres ?condenas?? cuando era Prefecto de la C. para la Doctrina de la Fe (1984 y 1986). En esa línea ha querido conservar un tipo de Iglesia y tradición social, que no viene del evangelio, sino la reforma gregoriana del siglo XI (iniciada por otro Papa alemán/alsaciano: Bruno de Egisheim-Dadsburg, León IX, 1049-1054). Pero el tema no es ya conservar esa herencia sino recrearla de raíz, desde el evangelio. Pues bien, en ese sentido el Papa ha sido quizá muy poco apto para dialogar con los nuevos impulsos, tareas y riesgos de la Iglesia actual en el campo de la liberación social.
Conservar sin más es perder, como saben todos los expertos, pues sólo se conserva aquello que se renueva- Está en juego la batalla de la justicia social, del compromiso de la Iglesia no sólo a favor de los pobres, sino desde los pobres, viviendo y sintiendo con ellos (no sólo para ellos). Pienso que Benedicto XVI no ha sabido hacerlo, ni siquiera lo ha intentado, pues es algo que parece desbordar su mentalidad. Tengo la impresión de que no ha podido entender lo que es una Iglesia no sólo ?para?? los pobres, sino desde y con los pobres. En esa línea, su Pontificado ha sido una ocasión perdida, de manera que, en ese campo, desde la ?jerarquía Papal?? casi todo está todavía por hacer.
6. El Vaticano, una riqueza y una rémora
Benedicto XVI ha sido quizá un Papa demasiado bueno (un lujo de Papa), pero quizá ha terminado siendo demasiado «respetuoso», como parece haber mostrado la controversia plantada por las filtraciones vaticanas (el llamado vati-leaks). No le critico por ello, es más, casi le alabo. Pero en estos momentos, para realizar su función (a no ser que cambie la estructura del Vaticano), Papa no puede ser un Padre bondadoso, que ofrece una palabra de ánimo a todos, sino que debía haber cortado por lo sano. En un tiempo como éste(hasta que las funciones del Vaticano cambien) el Papa ha de ser un ?gestor agudo??, un ?gerente firme?? de las cosas de la Iglesia, capaz de tomar decisiones que pueden parecer duras. No conozco mucho lo que se cuece en la «cocina» del Vaticano, pero tengo la impresión de que Benedicto XVI no ha podido o querido enfrentarse con un tipo de ?diplomacia?? interior, movida, como es lógico, humanamente, por ansias de poder (quizá al servicio del bien, de eso no dudo).
Parece que al fin la Curia ha vencido al Papa. Ciertamente, Benedicto XVI ha realizado una función pastoral inmensa, pero no parece haber tenido la valentía de recrear el Gobierno Vaticano según su perspectiva cristiana (en la línea de sus escritos antiguos), de manera que algunos dicen que le han traído y llevado otros, mientras él sufría y rezaba (y además escribía bellísimos libros, que le agradecemos). Ciertamente, el Papa Ratzinger ha sido una buena ?inversión?? para el Vaticano entendido como ?empresa religiosa??: Ha tenido prestigio, una gran capacidad intelectual, ha sido eminentemente bueno y millones de personas han venido a verle a Roma, un lujo de Papa como he dicho; pero quizá ha terminado en manos de poderes que él no ha podido manejar, quizá por respeto a personas e instituciones. Por eso, y por razones evidentes de salud, sintiéndose incapaz de romper la madeja ha dimitido, en un gesto que le honra.
El problema no es el Papa como persona (difícilmente se podrán encontrar mejores personas que los últimos Papas), sino el Papado como institución de poder, tal como se ha ido sedimentando desde la Reforma Gregoriana del siglo XI o la Tridentina del XVI. Más que de personas, el problema es de estructuras. El Vaticano es una gran riqueza de historia, cultura y arte, pero es también una rémora inmensa (eso lo sabía Juan Pablo II), y parece que Benedicto XVI no ha logrado poner en buena marcha el barco, como diré dentro de unos días, apuntando a los nueve o diez problemas del Papado.
7. Roma como pesa y medida (?romana??), más que como impulso de riqueza múltiple
No puedo dudar del carácter evangélico de este Papa, un hombre de oración y pensamiento, un buen Papa para momentos tranquilos. Pero estos tiempos han sido y seguirán siendo turbulentos para la Iglesia?? Pero es muy posible, además, que la visión de la sociedad que tiene Benedicto XVI (reflejada en el discurso Pro Eligendo Pontifice) no provenga de la raíz del evangelio, sino de un pesimismo antropológico y social más agustiniano (con mucho pecado) que evangélico. Jesús era mucho más duro y cortante en su visión del pecado social, en su condena de la injusticia (como acabo de mostrar en un libro titulado Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2013)?? Pero, en otro sentido, su evangelio está lleno de esperanza creadora, fundada en su visión de los pobres y en su forma de entender y promover el camino del reino, desde la periferia de Israel y del mundo (en Galilea).
Es difícil valorar el impacto de los mensajes de Benedicto XVI sobre la mayoría de ?católicos normales??. Pero me ha dado la impresión de que él debía haber destacado mucho más los valores del mundo, en este comienzo de la post-modernidad y, sobre todo, los valores transformadores del Evangelio, viendo como Jesús que la higuera estaba dando ya brotes de primavera (Mt 24, 31). Debía haber sido una voz de diálogo y de esperanza, animando a vivir y a gozar a pobres y pequeños, y a todos, no sólo de diálogo intelectual (como ha querido), sino de diálogo total entre las culturas e iglesia de los cinco continentes. Da la impresión de que Benedicto XVI ha ido por el mundo con la vara (o quizá mejor con la pesa) ?romana??, como si lo que importares es medir y pesar (para ver si se ajustan a un canon de verdad.
Más que Papa de la palabra ?justa?? (que lo ha sido), pienso que él tenía que haber sido un Papa desbordante de evangelio, ?excesivo?? de esperanza, si vale esa palabra, porque el Evangelio es exceso de vida, locura de amor en un mundo que corre el riesgo de perderse en la mediocridad de los sistemas establecidos. Pienso que él tenía que haberse puesto al servicio del despliegue múltiple de la múltiple gracia de la vida (y del evangelio). Era un buen momento para pasar del Papado que todo lo juzga y mide desde Roma (con un monolito inmóvil en la plaza de San Pedro) al Papado como signo de la gran diversidad humana y cristiana, en la línea de las primeras iglesias
8. Un papa de libro, tres libros y un camino abierto
Benedicto XVI ha sido Papa de Libro. Por eso, en medio de las tareas excesivas del servicio vaticano, ha encontrado tiempo para escribir sus tres libros sobre Jesús (que comentaré en esta línea dentro de unos días). Lo ha hecho bien, con precisión académica, con una exégesis ajustada a su nueva situación de Pastor de la Iglesia Católica.
Pero la novedad de esos libros no está en que los haya escrito el Papa recordando y retomando su tarea de profesor universitario (con el doble nombre J. Ratzinger?Benedicto XVI, sino que haya dicho, y en serio, que quiere entrar en la discusión académica y cristiana de los temas, añadiendo que todos tienen el derecho y el deber de disentir y criticar lo que él diga. Esto es algo que no se había visto nunca, al menos en los últimos siglos de la Iglesia: Un Papa que entra voluntariamente en el campo de las discusiones y opiniones sobre Jesús, como al principio, cuando unos seguían más a Pedro, otros a Apolo, otros a Pablo (1 Cor 1-2). En esa línea, Benedicto XVI ha creado un ?premio teológico?? en su nombres, una especie de Premio Nobel de la teología vaticana, que ha recaído más en figuras arqueológica que en figuras de apertura y de futuro. Pero algo es algo, el Papa se ha vinculado a las interpretaciones teológica.
El Papa ha entrado así en la disputa de las opiniones, dejando su campo magisterial puro?? o no dejándolo, sino todo lo contrario: Situando su Magisterio en el campo de los diálogos teológicos y sociales (estamos ante el Papa del Twitter que se deja interpelar??). ?se ha sido un gran camino, una gran novedad. Se puede discutir su teología, pero es una entre las posibles; se puede discutir su ?premio teológico??, pero es uno entre los posibles.
9. Un papa de Jesús, el Jesús del Papa
Quizá el gran problema de Benedicto XVI está en el fondo de la visión del Jesús que ofrece en sus tres libros dedicados al tema. El Papa sabe, ha leído, está al corriente de muchas tendencias teológicas católicas y protestantes, ha dialogado con judíos (menos con musulmanes y budistas??). Pero su Jesús parece un poco monolítico, en la línea de monolito egipcio de la Plaza de San Pedro.
Es aquí donde a mi juicio se juega el gran problema. Porque todo lo del Papa termina siendo folklore y pura propaganda mediática a no ser que sea ?mediación?? y signo de presencia de Jesús de Nazaret, el hombre de los caminos de Galilea, el profeta de los pobres y de los excluidos, el heraldo de la gran esperanza del Reino. Tengo la impresión de que el Jesús de los libros del Papa (siendo muy bueno, muy erudito, muy ortodoxo) acaba siendo un Jesús ?envasado?? (no digo enlatado), un Jesús heráldico, para llevarlo de forma preciosa en las casullas y mitras, no para seguir como él en la tarea del Reino, a pie de tierra.
No le culpo a Benedicto XVI. Es quizá lo mejor (el mejor Papa) que ha podido darse en la Iglesia al comienzo del Tercer Milenio, pero no ofrece un acceso directo al Jesús real, de la vida real, de los pobres reales, de los hombres y mujeres esperanzados, reales y sufrientes, de Galilea y Jerusalén en el siglo I de nuestra era. Volver a Jesús, esa es la gran tarea. Benedicto XVI que viene de la gran tragedia del comienzo de la modernidad (los nazis y el comunismo, la guerra mundial??) ha tenido quizá dificultades en volver a Jesús desde el Vaticano. Pero ha dejado abiertos algunos resquicios. Otros papas abrirán las brechas.
10. Finalmente está Dios, que es la Vida de los Hombres.
Se suele decir que el fundador de la Gran Iglesia, en el sentido actual del término (en un plano teológico) ha sido San Ireneo. ?l asumió las diversas tendencias eclesiales, rechazó el espiritualismo inmaterial de la gnosis, ofreció las bases de una visión unitaria del cristianismo, apelando significativamente a Roma. Quiso encontrar a Dios, vinculando al Dios del Antiguo Testamento (y de las religiones) con Jesús, el Cristo, y dijo aquello de que ?la gloria de Dios es la vida de los hombres????.
?sa es a mi juicio la tarea de la Iglesia de Jesús: Descubrir y proclamar la Gloria de Dios en la Vida Plena de los hombres, en la solidaridad y en la justicia, en la esperanza del Reino (que es Dios en los hombres). Estoy convencido de que Benedicto XVI ha querido ir en esa línea, pero quizá no ha dado los pasos definitivos. Se ha quedado más en el Miércoles de Ceniza, recordando a los hombres que son ?polvo?? y que al polvo al de volver?? (en una línea que se parece más a la de Juan Bautista), en vez de decirles que ?son Hijos de Dios??, y que en Dios han de culminar y convertirse.
Dicen algunos que ha sido un papa ?agustiniano??, con los valores y los riesgos que eso significa. Ahora necesitamos quizá un Papa más Pascual, pasando del Miércoles de Ceniza que es hoy al Domingo de Resurrección. Posiblemente Benedicto XVI, con sus luces (y sombras) ha servido para abrir un portillo y sacarnos de esta ?nave?? en zozobra en que estamos, para lanzarnos al mar, de nuevo, a la pesca, como Jesús dice a Pedro: «Duc in altum», lleva el barco a más hondura, busca en nuevas profundidades (como indicaba el evangelio del domingo pasado: 10.02.13).
VALORACI?N. UNA PUERTA ABIERTA
Desde este fondo se plantea el tema de saber si un Papa como Benedicto XVI podía haber liderado un cambio que muchos juzgan necesario en estos tiempos, según el evangelio, porque se trata de un cambio que implica hondas transformaciones de fondo (carisma) y estructura (jerarquía y organización cristiana). Es muy posible que el siguiente Papa deba replantearse su forma de ejercer y liderar la ?unidad dialogal?? de la Iglesia, sin perder lo que han sido sus últimos mil (o quizá mil seiscientos) años de historia, recuperando la inspiración de la primera Iglesia (siglos I-III), desde los problemas de la actualidad.
En otros aspectos de su vida (doctrinales y teológicos) la iglesia del siglo XX y principios del XXI ha procurado volver a la raíz del evangelio, de manera que podemos hablar de una renovación bíblica, carismática, caritativa, teológica e incluso litúrgica?? Pero en el plano del derecho y la organización eclesial ella sigue sujeta a su pasado, con estructuras de gobierno que no brotan de la vida y mensaje de Jesús, sino a un tipo de filosofía jerárquica, centrada en el Uno, como si el poder viniera directamente de un Cristo poderoso a un Papa igualmente poderoso que está sobre el conjunto de la Iglesia.
El poder actual del Papa responde (por Derecho Canónico) al poder que él asumió en el siglo XI, con sus bases neoplatónicas imperiales y feudales. Pero el imperio y la visión feudal del mundo desaparecieron con el cambio de los tiempos, pero la autoridad feudal del Papa permanece, a pesar de las fuertes rupturas posteriores (conciliarismo, reforma protestante, ilustración del XVIII, revoluciones del XIX??) y, sobre todo, a pesar del más hondo conocimiento de los orígenes cristianos.
Posiblemente ha llegado la hora del cambio, no para negar la autoridad del Papa, sino para estructurarla de una forma nueva, desde el tiempo actual, según el evangelio. Es evidente que las cosas no se arreglan con una simple reforma estructural del Papado y de la administración concreta de la Curia vaticana, sino que se exigen cambios más profundos, vinculados a la raíz del evangelio, con su visión de Cristo y su mensaje mesiánico.
De esa reforma, del post-Benedicto XI tratará una próxima postal. Ahora, para terminar, me basta con dar gracias a Dios por la labor difícil, compleja (pero quizá necesaria) de Benedicto XVI. Y pido a Dios que conceda a Joseph Ratzinger, de nuevo un ?particular?? en la Iglesia buenos años de gozo humano, de paz?? y de trabajo intenso, para escribir lo que aún tiene que escribir, al servicio de todos, en la Iglesia