Declarar 498 beatos de un golpe me parece un disparate, y más cuando de esas 498 personas, de muchas no se sabe casi nada como para hacer un estudio acerca de su santidad. Murieron como mártires según sabemos, aunque estoy seguro que en muchos casos, en especial los laicos, es dudoso si por martirio se entiende a eso.
En aquella España y en la de Franco se perpetraron crímenes horrendos. Las muertes fueron desde ideológicas, antirreligiosas y hasta por venganzas personales. No creo conveniente revolver el pasado para hacer beatos a gente que solo les conocen en su casa o en un archivo ya perdido.
Me parece exagerado hacer santos a tutiplen por morir en una persecución religiosa que sin duda perpetraron unos desalmados pertenecientes sobre todo a uno de los bandos. No sé que ejemplo darán esos 498 o los 4300 a toda la cristiandad, realmente no los conocemos, no sabemos que hicieron y solo sabemos que los asesinaron en una España en que algunos asociaban a los sacerdotes, los religiosos y algunos laicos muy católicos con la derecha. Y así se cepillaron a todos cuantos pudieran, bajo prejuicios. Pero no puedo ver ningún ejemplo en sus vidas, tan solo la fea circunstancia de morir por los prejuicios ajenos.
Tal vez si la guerra civil hubiera estallado hoy, puede que alguno de esos idiotas prejuiciosos me hubiera hecho fusilar. Unos tal vez porque al verme católico me asociarían con la derecha, y otros al verme progresista me asociarían con la izquierda. Al final, y si por arte de magia alguien fulmina mis escritos en este blog, seguramente acabaría en una lista semejante de mártires y con un poco de suerte me beatifican sin saber quien soy.
A mi el asunto de los santos me parece que nos desborda. Hace décadas parece que la cosa de presentarte como Santo tras tu muerte era cosa difícil y que llevaba siglos. Con Juana de Arco costó cinco siglos. Pero de repente a cierto Papa viajero se le ocurre la maravillosa idea de hacer Santos a tutiplen, y al final se termina por equiparar a un San Francisco de Asís, un Santo Tomás de Aquino o un San Pedro con una Santa Madre Maravillas, a la que apenas conocen cuatro gatos y de la que en unas décadas quedará olvidada en la lista de los Santos.
Con esto de hacer Santos se corre el riesgo que le ocurra como al pobre San Cucufato, del que muy pocos saben de su vida (interesante por los intentos de asesinarle), y terminan por hacer un nudo a un pañuelo o a una cuerda diciendo que al santo le atan los cojones para forzarle a que les encuentre algo que han perdido. O bien acabamos poniéndole unas 25 pesetas (de esas que tenían el agujero) al dedo de un San Pancracio, para que nos traiga clientela. O evocando el Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita.
Pues si, hay un problema en el santoral con el gran desconocimiento hacia los santos, a los cuales se los utiliza (utilitarismo), en lugar de pedirles su intercesión. ¿Pues con 498 beatos que vamos a hacer? Si mañana los hacen santos de un golpe ¿que sabremos decir de ellos? ¿Y si mañana descubren que uno fue un cura malvado como ese de Argentina que hacemos?