BASIDA: 15 A?OS DANDO VIDA A UN IDEAL. Jesús Sanz Abad

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Basida 15 años nos contemplan, 15 años en los que los sueños, las ilusiones y el ideal de un grupo de jóvenes se han hecho plenamente realidad. 15 años en los que sólo el aliento y la mano de Dios ha hecho posible algo inimaginable para ellos: un signo vivo de amor, un oasis de paz y un sencillo y humilde rincón en la tierra donde se intenta vivir ese Evangelio que proclama que lo único importante es el amor a Dios, a uno mismo y al hermano. ¡Ah ¡ pero AMOR con mayúsculas, de ese que se da sin esperar nada a cambio, de ese que es capaz de dar la vida por el otro, de ese amor que perdona setenta veces siete. Pero empecemos por los principios…


Todo empezó en una parroquia de Aranjuez, donde un grupo de personas se reunían para compartir oración, fe, en definitiva, una llamada. Entre ese grupo de personas, un grupo de jóvenes muy jóvenes, chicos y chicas, que fruto, no de la casualidad, sino de algo mucho más especial, coincidieron en el camino de la vida y se hicieron compañeros de viaje. Con esa edad, 13 y 14 años, se hicieron amigos de juegos y travesuras pero fue el principio de una historia de amor que dura hasta hoy. Fueron años de formación, de forja de algo que luego sería el porqué de su opción: la entrega a esos hombres y mujeres que no habían tenido tanta suerte como ellos. Compartían su día a día, sus estudios, su tiempo libre, sus problemas y dudas, sus familias?? Crecieron en ese ideal y llegó el momento de elegir carreras, ya hablaban de opción de vida, de comunidad, de misión común. Tenían 5 compromisos: oración, pobreza, alegría, trabajo y familia.

Y llegó el verano del 90 y como fruto que cae cuando está maduro, después de unas vacaciones en un pueblecito de Palencia, llegó el esperado momento del gran salto. Ya no había marcha atrás. Nació la comunidad. Una comunidad que durante años se había pensado, reflexionado y orado en tantas tardes de compartir risas, sueños, dudas y tropiezos; una comunidad que buscaba seguir el sendero y pisar las huellas de radicalidad y coherencia que Jesús nos legó en su Evangelio de vida; una comunidad que tendría por misión ofrecer un hogar y una familia a los que en esos años eran los ?leprosos del siglo XX??: los enfermos de SIDA.

¡Qué locura ¡ pensaban todos los que nos rodeaban: familia, amigos, compañeros del grupo de oración, la Iglesia. Locura no sólo por dedicarnos a una enfermedad que era realmente desconocida y temida, sino por hacer un compromiso coherente y radical de entrega las 24 horas, dejando atrás seguridades y apoyos tan imprescindibles hoy en día para todo ser humano: un buen trabajo, una familia acomodada y unida, quizá una pareja con la que formar una familia y un proyecto de futuro, una intimidad y tiempo para uno mismo.

En nuestra mochila muchos proyectos, ilusiones, también mucha inseguridad, pero nada material, tan sólo una certeza: si esto es de Dios, él se encargará de sacarlo adelante. Vivíamos de alquiler en una casa para convivencias de una parroquia de Aranjuez. Nuestros planes eran no acoger a ningún enfermo hasta no haber vivido un tiempo en comunidad y ver si realmente estábamos hechos los unos para los otros. Pero los planes de Dios eran otros y a los dos meses de empezar a vivir juntos ya vivían con nosotros 4 enfermos, entre ellos, el primero, Julián. Gracias a él y a los que vinieron después, pudimos poner un rostro al SIDA, pudimos entender lo que significa la soledad y la exclusión; pero también nos sirvió para saber valorar lo que la vida nos había dado y de poder entender el deber que teníamos de compartirlo.

También, ¿cómo no?, hubo momentos difíciles, cuando se supo que teníamos enfermos de SIDA viviendo con nosotros, los responsables de la casa nos enviaron una carta donde se nos explicaba las razones que les llevaba a adoptar esa decisión y nos imploraban abandonar esa casa antes del día 15 de diciembre. Nada es por casualidad; cuando una puerta se cierra, otra mucho más grande se abre. Después de días y días de buscar finca, casa, un techo?? alguien, un instrumento, nos habló de una finca que se vendía y nos llevo a verla. Era exactamente lo que buscábamos: una finca grande, una casa preciosa, naves para en el futuro desarrollar proyectos. Una sola dificultad nos separaba de ella: 54 millones de las antiguas pesetas.

Una semana después pagábamos una entrada, algunas manos, corazones y voluntades nos ayudaron, y el 15 de diciembre siguiente, es decir un mes después, entrábamos en nuestro nuevo hogar. ¿Y dicen que no hay Dios?

Años duros, pero intensamente vividos. Años de aprendizaje, de aciertos y equivocaciones, pero felices. Principios austeros y pobres, pero plenamente enriquecedores.

Aquí estamos hoy, año 2006, 15 años después, con más de 850 personas atendidas, 190 personas que han fallecido con dignidad, calor y cariño, con un futuro esperanzador para estos enfermos, con tres Casas de Acogida, con voluntarios que se han enamorado de este proyecto y lo han hecho suyo. Todo este tiempo el Evangelio, cada una de sus parábolas, de sus enseñanzas, cada uno de sus consejos y máximas se ha hecho realidad en nosotros: empezamos de la nada y hemos recibido el 1.000 por uno, que es más difícil transformar el corazón del hombre que el que un camello pase por el ojo de una aguja, que sólo el amor mueve montañas, que existe la Providencia, a través de sus instrumentos, para aquellos que cuidan su mies, que aún hoy en este mundo tan carente de Dios, existen los milagros cotidianos y diarios.

Sólo decirte, si quieres conocer nuestra realidad y nuestra vida, como el Maestro dijo un día cuando sus discípulos le preguntaron: ?Maestro, ¿dónde moras??? y El les dijo ?Ven y verás??.

Basida no es una obra acabada y no deja de crecer. Un grupo de voluntarios, tenemos un grupo de correo para conocernos, compartir inquietudes y experiencias, echar una mano en algunas necesidades que puedan surgir en las diferentes casas y ser referente para los nuevos voluntarios. Nos puedes encontrar en: voluntariadobasida@yahoogroups.com
Pasa. Estás en tu casa.