Ha transcurrido año y medio desde la explosión de la crisis económica en España, si bien ésta ya se estaba gestando a nivel mundial durante varios años atrás. La crisis no es coyuntural sino estructural y global. No es sólo económico-financiera sino que es una crisis de humanidad. La globalización neoliberal ha llevado al mundo a un desequilibrio, generando una crisis alimentaria, climática, energética, social, ética y espiritual.
La crisis ha puesto de manifiesto que el sistema capitalista es antisocial y antiético. La ambición económica y la codicia se han superpuesto sobre la persona. Cada vez hay más riqueza en el mundo mientras aumenta el número de hambrientos, que ya rebasa los mil millones.
Las causas de la crisis radican esencialmente en el modelo económico-financiero basado en el libre mercado sin límite, la avaricia y la injusticia. La especulación y corrupción de las corporaciones económico-financieras han provocado esta crisis, que la sufrimos todos, particularmente los trabajadores que están perdiendo sus puestos de trabajo y los inmigrantes que habiendo dejado sus países para buscar mejores condiciones de vida, ahora se encuentran en la calle.
En los países del sur la crisis está generalizando el hambre, la desnutrición crónica y la mortalidad infantil. En este mundo globalizado por el capitalismo muere un niño cada cinco segundos por enfermedades relacionadas con el hambre. Para el sistema dominante los pobres de la tierra son masa sobrante, son un cero económico.
Sorprende cómo los gobiernos, incluido el de España, abordan la crisis. Tratan de salvar a toda costa este modelo obsoleto con la cantaleta de ?refundar el capitalismo?? mediante el G-20. Los grandes empresarios exigen al Estado que intervenga inyectando grandes sumas de dinero, que es del pueblo. Antes, cuando todo marchaba bien privatizaban las ganancias y ahora, en tiempos de crisis, quieren que se socialicen las perdidas.
Sorprende, asimismo, el egoísmo de los bancos que habiendo recibido cuantiosas sumas de dinero para garantizar su supervivencia, ahora se muestran reacios para conceder créditos a nuevos emprendedores. Pero no menos sorprende la desfachatez de los empresarios que demandan una reducción de las cuotas a la Seguridad Social y el abaratamiento del despido para mantener la actividad empresarial. En este sentido consideramos como un acierto, desde el punto de vista ético, la actitud del gobierno de España al negarse a las demandas antisociales de la clase empresarial. También llama la atención la actitud irresponsable de la oposición política que, en vez de buscar arrimar el hombro para salir de la crisis, sólo protesta sin ofrecer propuestas serias y coherentes.
Asimismo es lamentable la actitud pasiva de ciudadanía, que imbuida por los principios neoliberales y la mitificación del dinero, no actúa ni se compromete reivindicando una redistribución más justa de la riqueza; se enrola en el ?todo vale?? si a mí me va bien, pero cuando empeoran arremetemos contra el Gobierno.
Duele la actitud silente de las voces públicas de la Iglesia (jerarquía, párrocos??) que sin embargo sí se pronuncian, y mucho, en otras cuestiones como el aborto o la homosexualidad. Silencio que no se compadece con la experiencia de contacto directo con la pobreza, a la que tratan de poner alivio instituciones eclesiales como Cáritas -Diocesana o parroquiales- y otras asociaciones. Se hace bien la beneficiencia pero se olvida, como suele ser habitual, la virtud de la denuncia
Es por ello que desde la ética cristiana, cuyos principios fundamentales son el bien común, la justicia, la fraternidad, el compartir comunitario, la opción por los sectores más vulnerables??este sistema, y las medidas que se están tomando, chocan frontalmente con los principios del Evangelio de Jesús y de la Doctrina Social de la Iglesia.
Si el sistema dominante es inaceptable desde el punto de vista ético y cristiano, el camino no es su refundación. La actual crisis económica es una oportunidad para cambiar de rumbo y de modelo socioeconómico, como señala Mayor Zaragoza. Es verdad que el Evangelio no ofrece ningún modelo socio-económico concreto, sin embargo sí sienta principios éticos y morales para que los hombres, a lo largo de la Historia, elaboren programas y proyectos sociales y económicos que prioricen el amor, la justicia y la solidaridad en sus relaciones. La salida de la crisis creemos que sólo puede darse reconstruyendo un nuevo modelo profundamente humanista y social, que establezca un equilibrio entre justicia social y libertad, desarrollo y utilización renovable y respetuosa de los recursos naturales.
¿Utopía? Efectivamente. Se trata de aspirar, soñar y luchar por la realización del proyecto de Dios en la Historia. Este es el desafío
Fernando Bermúdez López es teólogo y miembro de las Comunidades Cristianas de Base de la Región de Murcia