Grandes dosis de paciencia, capacidad de encaje y una «profunda comunión entre los obispos» han sido las bases para aprobar la Instrucción Pastoral «Orientaciones morales ante la situación actual de España», con la práctica «unanimidad moral» de los 78 obispos con derecho a voto que componen, hoy día, la Conferencia Episcopal Española.
Un consenso que no se dio hace cuatro años, cuando un dividido Episcopado aprobaba la «Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y sus consecuencias», cuyo texto fue inmediatamente contestado por algunos obispos vascos y catalanes. En esta ocasión, la pastoral fue aprobada con el voto mayoritario de 63 de los 73 presentes. Sólo hubo 6 votos en contra, tres abstenciones y un nulo.
Y, sin embargo, la génesis de este documento hay que buscarla en la pastoral de noviembre de 2002, tras la que un numeroso grupo de obispos contempló la posibilidad de «dar un paso más» y referirse a la unidad de España.
Instrucción sobre terrorismo
De hecho, en las cuestiones más polémicas de esta pastoral (en especial el epígrafe 73, dedicado a los nacionalismos y la unidad), el sentido total del documento (fuera de matizaciones más o menos evidentes respecto al borrador inicial) se encuentra después de leer la nota a pie de página que, curiosamente, es una cita literal de la «Valoración moral del terrorismo».
No obstante, la cuestión no comenzó a tomar cuerpo hasta la Asamblea Plenaria del pasado mes de marzo tras la que la Conferencia Episcopal decidió convocar, para el mes de junio -una semana antes de la visita de Benedicto XVI-, una Asamblea Plenaria Extraordinaria, la segunda en sus 40 años de historia.
En dicha reunión, los prelados dedicaron dos días «en exclusiva» a debatir abiertamente sobre la cuestión, sobre un texto base elaborado por una comisión, formada por el arzobispo Sebastián; el obispo de Almería, Adolfo González Montes; el obispo auxiliar de Madrid, Eugenio Romero Pose, y el secretario general de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino.
Todas las intervenciones de los obispos fueron recogidas en un «verbale» de 120 folios, que incluía, de modo literal, cada una de las propuestas y temas que, en opinión del conjunto del Episcopado, debían incluirse en la reflexión. En junio, se decidió elaborar una Instrucción Pastoral que recogiese una reflexión, serena y amplia, sobre la situación cultural, social, política y religiosa de nuestro país.
«Tuvimos que estudiar todas ellas, e hicimos un resumen de seis folios, enumerando todos los temas que salían y el número de obispos que intervenían sobre cada uno de los puntos», recuerda Sebastián. Aunque el Comité Ejecutivo previo a la visita del Papa encomendó a la comisión capitaneada por el arzobispo de Pamplona que elaborase el borrador definitivo, no fue hasta la Permanente de septiembre cuando se refrendó el mandato.
Un mes y medio
«Tuvimos un mes y medio para elaborar todo», apunta el prelado, quien rememora las sesiones telefónicas «a tres» entre Sebastián, González Montes y Romero Pose, «donde poníamos y quitábamos palabras, comas… íbamos dando forma al documento. Hemos tenido que trabajar duro».
Como se ha comentado, tras la Plenaria Extraordinaria se produjo la llegada de Benedicto XVI para clausurar el V Encuentro Mundial de las Familias de Valencia. Durante un encuentro con los obispos españoles, el Santo Padre les recordó la necesidad del diálogo interno. Unas palabras que resultaron proféticas.
Ya en esta última Plenaria, y aunque no intervinieron directamente en la dirección del debate -en el que el protagonismo de Sebastián se hizo evidente-, tanto el presidente del Episcopado, Ricardo Blázquez, como el Nuncio Manuel Monteiro, recordaron a los obispos las recomendaciones efectuadas por el Papa en julio. El «estilo Blázquez» se plasmó cediendo el protagonismo a «los especialistas», práctica que en este año y medio de mandato ha granjeado al obispo de Bilbao buenos resultados y el respaldo de la Santa Sede.
Desde el comienzo de la Plenaria, el debate resultó sumamente activo. Tanto es así que la comisión redactora tuvo que resolver 472 «modus» u observaciones, por escrito, de los obispos. Más de medio centenar se referían al epígrafe 73. Además, la comisión de cardenales hubo de dictaminar sobre una objeción planteada por algunos obispos, a los que no se les había entregado el documento un mes antes, como prescriben los Estatutos.
Para Sebastián, «no era exactamente así. Éste no nació por sorpresa, sino que fue elaborado durante tres plenarias».
En día y medio (que Sebastián pasó en vela), los responsables de la ponencia tuvieron que debatir, consensuar y matizar hasta alcanzar el resultado final. «Hubo un debate libre -recuerda el arzobispo-, número por número, y después tuvimos que pulir y reajustar el texto, pero no para sumar votos, sino para llegar a expresar, más limpiamente, la doctrina de la Iglesia».
Abc