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¿Pueden abusar los obispos de su autoridad? Pueden, (lo hacen a menudo), ¡pero no deben!
?En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como maestros. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas??.(1ª Cor, 12,28)
«Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros con diversas funciones, también todos nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo, y en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los otros. Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe. El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe. El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría. (Rom 12, 4-8)
Hace poco escribí sobre el Magisterio de la Iglesia, exactamente en los artículos ?¿A quién hay que obedecer??? (I y II), de los días 19 y 20 de febrero. En ellos afirmaba que en muchas ocasiones los jerarcas avanzan más allá de sus prerrogativas, o más lejos de lo que están habilitados, (y más veces de las debidas, hasta de lo que están capacitados), como en el campo de la Moral, que Dios, para los creyentes, ha establecido que sea la conciencia humana la guardiana, y la misma norma próxima, es decir, la responsable, de la moralidad del individuo (enseñanza del príncipe de los Doctores de la Iglesia, Tomás de Aquino).
Me he animado a volver sobre el tema, pero con diverso matriz, a raíz de la triste, penosa y lamentable intervención autoritaria, que es muy diferente que ?con autoritas??, del señor cardenal de Santiago de Chile, Ricardo Ezzati, quien, contra la opinión de la propia Universidad Católica de Chile, (UCC) ha despedido al jesuita Jorge Costadoat Carrasco, teólogo y profesor invitado en la misma UCC. Además, el despido le ha sido comunicado encima de la ora, y con argumentos peregrinos, que suenan a cínicos, pero yo prefiero denominarlos de infantiles, o, mejor, ridículos. Transcribo algunos de ellos:
?Al profesor Costadoat se le comunicó que la no renovación se debía a la tensión que reconocía Monseñor Ezzati entre dos libertades: la propia libertad del profesor para enseñar y la libertad de la Facultad para permitirle que siga enseñando», argumento peregrino rematado con el siguiente razonamiento de premio nobel, ?Se le insistió al profesor que esta determinación no constituye una sanción ni una condena, puesto que no existe ningún tipo de cuestionamiento de orden doctrinal. Se planteó, más bien, que esta determinación estaba movida por la búsqueda del bien del mismo profesor y del ejercicio de su libertad académica, por lo que se le recomendó seguir ejerciendo la docencia e investigación en algún otro centro teológico».
Una vez un compañero mío me aseguró que tal vez me excediese en el trato descarnado con el que obsequiaba a algún obispo. Mi opinión, avalada por la lectura del Antiguo y el Nuevo Testamento (AT y NT), es que, sin insultar, ni faltar gravemente a la caridad, hay que acostumbrar a los pastores de la Iglesia a los reproches, hasta críticas, -?correcciones fraternas??, las llama el NT-, por parte de sus ovejas. Que se lo digan, si no, a San Pablo, o al autor del libro de los Hechos de los Apóstoles, que no calló, ni disimuló la existencia de ?violentas discusiones?? en el llamado Concilio de Jerusalén. Y de Pablo ya sabemos lo que escribió en la carta a los Gálatas, describiendo la monumental bronca, fraterna, eso sí, que le largó a Pedro.
En el presente caso, yo diría, fraternalmente, insisto, a monseñor Ezzati, que no caiga en la secular manía de muchos jerarcas de considerarse con autoridad eclesial, moral, y hasta psicológica, para aconsejar a una persona madura lo que para ésta es mejor o peor. Leyendo el párrafo anterior yo siento vergüenza ajena. A no ser, ¡claro!, cosa que la información que tenemos no nos permite suponer, que el cardenal hubiera sido escogido por el teólogo como su Director Espiritual. Y le diría, también al cardenal, que no por ser obispo tiene el carisma de teólogo, o maestro. Que tan solo es, y mira que esto es importante, guardián del dogma y de la integridad de la formulación de la fe. Pero, entonces, que lo declare, si es que un teólogo ha caído en herejía, o un profesor pone a sus alumnos en riesgo grave e inequívoco de esa perturbación. Pero lo que ocurre, y eso fue lo que sucedió con los más de doscientos teólogos perseguidos en los anteriores pontificados, expulsados de sus cátedras, y retirada su condición de profesores católicos, es que la jerarquía, muchas más veces de las necesarias, y muchísimas más que las realmente merecidas, confunden, o esa sensación provocan, la diversidad de teorías y escuelas teológicas, con variaciones dogmáticas. Señores, obispos, por favor les pedimos, distingan bien entre dogma, y teología, expuesta, ésta última, a los vaivenes filosóficos, y a las investigaciones bíblicas, y a todo orden de causas de cambio, bien numerosas y diferentes.