Enviado a la página web de Redes Cristianas
Muy queridas amigas y amigos:
Con mucha alegría celebré el aniversario de mi ordenación y de mi Primera Misa en pequeñas Comunidades campesinas, en Matagalpa y en Carazo. Son muy comunidades muy cercanas y que hemos caminado juntos durante muchos años. La celebración con las Comunidades de Managua será hasta noviembre para poderla celebrar junto con dos muy buenos amigos Sacerdotes que también están de aniversario de Jesuita y de Ordenación respectivamente.
Me da pena no poder contestar a cada uno de ustedes que por su cercanía y por lo que me han expresado del cariño, de estima, y por sus oraciones, sería muy bueno hacerlo. Pero por cuestión del trabajo de estos días en que empezamos a preparar las Preasambleas y Asambleas anual de las CEB, realmente no podría hacerlo bien. Por eso en unas palabras expresivas quiero comunicarme con cada una y cada uno de ustedes:
Gratuito y Gratitud. Como les decía yo en mi carta anterior, si algo siento en el origen de mi Vocación, y en el largo caminar de estos años, es que ha sido un Don totalmente gratuito del amor de Dios y al servicio del Pueblo. Por lo mismo, no siento en esto vanidad o algo que se le parezca, porque me inunda la gratitud, el agradecimiento inmenso con Dios nuestro Padre Querido y con Jesús nuestro hermano que me han dado éste Don y me han acompañado con su Espíritu. Ya en mi Ordenación y Primera Misa y en el recuerdo que escribí en esos días, subrayo la palabra Agradecimiento y no sólo con Dios, sino con todas las amigas y amigos y compañeros que me han acompañado y me han sostenido en esos casi 15 años de preparación para la Ordenación y que ahora hago plenamente extensivo para estos 50 años.
Pena: Sobre todo éstos dos días en que he tenido la celebración preparada con mucho cariño por las Comunidades, he sentido mucha pena al pensar también en mis debilidades y aún en mis pecados. En ese sentido, no merezco expresiones tan positivas y de tanto cariño de todos ustedes, y de todos los que por correo o por Facebook se han alegrado conmigo y me han felicitado. Pienso en lo que dice San Pablo, en que él tenía y yo tengo algo en el talón, en el pié para caminar, que es muestra de mi debilidad y flaqueza, y que me ayuda para no creerme, para no sentirme orgulloso, sino más bien desde mi debilidad plenamente agradecido y alegre. Y mis faltas, debilidades y aún pecado, las dejo plenamente en la misericordia de Dios, nuestro querido Padre que siempre nos abraza con su amor.
Acompañando y siendo Acompañado: Sobre todo ayer y antier en las celebraciones, con cariño y gratitud expresaron mis hermanos y hermanas de las Comunidades, su gratitud por lo que los he acompañado en su caminar tanto en la vida cotidiana, como en la situación tan grave y dolorosa de los años de guerra. Le doy gracias a Dios por ello y porque ellos han sido tan fieles en éste caminar en medio de tantas dificultades y como decía yo, especialmente en tanto dolor y muerte en tiempo de la guerra, y también de la guerra despiadada que hace el capitalismo salvaje y provoca tanta hambre y sufrimiento en nuestro pueblo.
Ayer me daban gracias por haberles acompañado, pero yo les decía que más bien lo que ha pasado es que yo he acompañado, pero también he sido acompañado por ellas y ellos, y en otro sentido aún en la distancia geográfica, he sido acompañado por ustedes. Estoy muy claro delante de Dios que si ustedes no me hubieran acompañado con su ejemplo, su testimonio, su amistad, su cariño y cercanía, no hubiera yo podido seguir caminando tantos años con alegría y esperanza. Una vez en México en tiempo de la guerra cuando les compartía yo tanto dolor que estábamos viviendo, alguien me preguntó, y cómo aguantas todo eso. Mi respuesta fue muy clara: Lo aguanto porque no lo vivo solo, sino acompañado y en el seno de las Comunidades. Mutuamente nos acompañamos y es una inmensa gracia de Dios haber mantenido así aún en las situaciones más críticas, el ánimo, la alegría y la esperanza y la fortaleza para seguir caminando.
Compromiso: Con todo lo que he vivido y sentido estos días, de su aprecio, cariño y estima tanto por mi persona, como por el caminar de nuestras queridas Comunidades Eclesiales de Base, lo que siento en el fondo del corazón es un mayor compromiso para servir a nuestro Pueblo y especialmente a los más oprimidos o excluidos de la Mesa de la Vida. De paso les digo que cuando tengo problemas o tentaciones, siempre pienso en la fortaleza de las Niñas y Adolescentes de la Casa Hogar, de las Mujeres Samaritanas, y de las Niñas-Niños de nuestros Proyectos Sociales por la Vida. Pienso en ellos y en su alegría en medio de situación tan difícil y en su fortaleza para rehacerse en la vida (como hoy llaman resiliencia). Y siento en el corazón que no les puedo fallar, que estoy comprometidos con ellos y que no se comparan mis dificultades y problemas con lo que ellos en su corta edad están enfrentando y superando. En tiempo de la guerra, un día me llamaron de parte del Obispo para reclamarme y jalarme la chaqueta. Fue algo desagradable, pero cuando me preguntaron cómo me sentía, les dije con sencillez que eso no podía compararse con el dolor de las Madres que estaban perdiendo sus hijos en la guerra y que sería absurdo que yo por un regaño me sintiera muy mal.
Igualmente con ustedes, al ver su estima y cariño que me han estado expresando, me siento comprometido a no fallarles en sus expectativas y en lo que ustedes desean de nosotros los Sacerdotes.
Alegría: Yo me sorprendo mucho del Don de Dios, porque en medio de todo lo que he vivido, de mis debilidades y flaquezas, de problemas de salud, de contratiempos serios en el mismo trabajo, y especialmente en tiempo de la guerra, he vivido estos 50 años con inmensa alegría. Es un regalo de Dios que sentí muy vivo desde el día que sentí su llamado inesperadamente debajo de un árbol centenario y que se reavivó especialmente en los Ejercicios Espirituales de mes en el Noviciado y particularmente en la meditación del llamado de Jesús para servirlo en la construcción de su Reino. Y esa alegría tuvo otro momento muy especial precisamente el día de la Ordenación y Primera Misa. Creo que ésta alegría me la contagian ustedes con la alegría en su vida, con sus sueños e ideales y con todo lo que compartimos queriendo vivir fielmente según el evangelio de Jesús. Tengo muy presente las palabras de Jesús en la Última Cena: “Les comparto esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría sea plena” (Juan 15).
Eso de la alegría es un Don especial de Dios, porque me alegro simplemente con ver una pequeña flor, un atardecer, y muy especialmente con la sonrisa de niños y niñas. En nuestros Proyectos Sociales hay situaciones muy dolorosas, pero también cada día está la alegría con que éstas niñas y niños y adolescentes van saliendo adelante. Entre las Comunidades, tenemos una comunidad que se llama la Alegría y que está formada por puras personas de tercera y cuarta edad y realmente en medio de sus enfermedades, sus achaques y lo que han vivido, nos dan un ejemplo permanente de alegría y aún de buen humor.
Un amor apasionado y una esperanza inquebrantable. Con éste título que puse en un pequeño estudio de la historia del caminar de nuestras Comunidades, quise resumir y expresar lo que he descubierto y lo que he vivido en las Comunidades y con las Comunidades desde 1972 en que las descubrí en Santa Cecilia, un pequeño barrio marginal que iba naciendo en la periferia de Guadalajara, junto a la barranca de Oblatos. Creo que si algo me ha acompañado toda la vida al meditar y contemplar la vida de Jesús y su sueño por el Reino de Dios y al vivir esto en las Comunidades, es precisamente ese amor apasionado y esa esperanza inquebrantable que sin duda son un regalo de Dios que se nos es dado en Jesús y en su vida plena. Con sencillez quiero invitarlos a que oremos y meditemos contemplando a Jesús en su caminar histórico y que nos contagie su amor apasionado. Sin ese amor apasionado, todo eso que está impulsando el Papa Francisco, no podrá ser una realidad en nuestra Iglesia, y sin ese amor apasionado, ni nuestras comunidades, ni nuestras familias podremos vivir plenamente como discípulas, discípulos de Jesús. Y para vivir éste amor apasionado, siempre he sentido y deseo lo sientan ustedes, la presencia y la compañía de María nuestra querida Madre. Desde niño sentí que en su advocación de la Virgen de Guadalupe acompañó a nuestro pueblo oprimido por la conquista y le dio ánimo y esperanza y me alegré cuando sentí su estandarte en manos del Cura Hidalgo en su grito de Independencia. En mi vida la he sentido así acompañándome y lo he saboreado especialmente al meditar el Evangelio y quise expresarlo hace años en un pequeño poema a la Virgen del Sí. Ese pequeño poema concluye con ésta plegaria: Virgen María, Virgen del Sí, haz que mi vida sea en verdad un Sí. Esto deseo para cada uno de nosotros y nosotras.
Termino ya éste compartir que iba a ser breve y se fue alargando por todo lo que estoy sintiendo y quiero terminar dándoles las gracias muy de corazón por todo lo que me han acompañado en la vida y les pido me sigan acompañando para servir fielmente a nuestro Pueblo con ese amor apasionado que Jesús nos ha entregado en sus palabras y sobre todo en su ejemplo.
Fraternalmente,
arnaldo
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales de Base