Argentina: La Iglesia en la encrucijada -- La Arena

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Argenpress

Si se confirmaran los datos de una encuesta que se publicara días atrás en algunos diarios porteños, la Iglesia Católica argentina tendría un serio motivo -otro más-de preocupación. El sondeo fue realizado por una de las más prestigiosas empresas del mercado. La única objeción medianamente seria que puede hacerse es que el universo metodológico considerado se limitó a Buenos Aires y alrededores, pero ya se sabe que con frecuencia esa muestra suele tomarse como representativa del país. Es posible que en provincias de tradición más conservadora las cifras marcaran una tendencia algo distinta.

Los resultados obtenidos parecen decir que el país católico no lo es tanto y que mucha gente, pese a su militancia, no coincide con el rumbo de la Iglesia. Casi el 75 por ciento de los consultados piensa que la Iglesia «debe modernizarse y cambiar» y apenas un 13 por ciento apela a reforzar «las posiciones históricas». Si la evaluación se lleva únicamente a los militantes católicos la cifra de los partidarios del cambio sube al 80 por ciento, en tanto que la de los conservadores baja levemente. Lo notable es que la mayoría de las modificaciones que se esperan son, nada menos, que la aceptación del uso del preservativo para evitar embarazos, la validación de mujeres en el sacerdocio, la suspensión del celibato en los curas y, el colmo de lo impensado, la aceptación de la homosexualidad.

Esta contundente tendencia de secularización de la sociedad argentina es armónica con lo que parece ser una pérdida en la intensidad de la fe militante, que se manifiesta especialmente en la escasez de vocaciones sacerdotales. Otro golpe aportado por los números es el relativo a la influencia del Papa en la vida de la gente: pese a ser el representante de Dios en la tierra y a su condición de autoridad máxima de la Iglesia, más de la mitad de los católicos encuestados dice que la palabra papal tiene poca o ninguna importancia en su vida; el porcentaje sube a más de sesenta cuando se trata del total consultado sin discriminación religiosa. Y, a las puertas de la elección del sucesor de Benedicto XVI, a un inquietante 45 por ciento le es indiferente quién sea el sucesor, mientras que casi el 31 por ciento piensa que debería ser latinoamericano.

El resumen final tampoco es demasiado alentador para la Iglesia: sumados los «muy y los bastante religiosos» dan un 42 por ciento, muy por debajo de los que se definen como «poco y nada religiosos», que alcanzan el 55 por ciento. Entre los propios católicos los porcentajes de ese rubro son 52,6 y 44,8, siendo el único netamente favorable a la institución.

Aún tomadas con prudencia -pese a la fiabilidad de la consultora que realizó el trabajo- las cifras están indicando cambios sustanciales en la sociedad argentina, en sintonía con los que se vienen registrando en el resto del mundo. Resulta evidente que la Iglesia Católica, numéricamente considerada, está pagando las consecuencias de su conducción conservadora y hasta reaccionaria, que se niega a aceptar siquiera algunos de los avances saludables que vive la sociedad contemporánea en materia de derechos individuales y de las minorías.