Evangelizadoras de los apóstoles
No nos basta con decir ?no al clericalismo??. Es algo para argumentar y reflexionar seriamente, sin pretender ofender o entrar en competencia.
Wikipedia nos define el clericalismo como: ?la doctrina que instrumenta una religión para obtener un fin político; defiende que el clero, que representa dicha religión, debe inmiscuirse en los asuntos públicos y profanos como un poder que los oriente, supervise y corrija conforme a sus dictados. Como tal, hizo surgir el anticlericalismo, modalidad de laicismo que sostiene la doctrina opuesta y la libertad de conciencia??.
Continua diciendo: ?El clericalismo es una conducta política que puede manifestar el clero de una religión, en un estado laico, para tratar de favorecer sus intereses institucionales y materiales e incrementar su poder. Es (como el militarismo) una manifestación de la politización excesiva de las fuerzas sociales (en este caso, de las fuerzas de las organizaciones religiosas), consecuencia de un bajo nivel de institucionalización política. Generalmente va acompañado de una actitud de hostilidad y rechazo hacia el estado laico, el cual aparece como promotor de la pérdida de posiciones de prestigio y hábitos tradicionales??.
En nuestra sociedad saltan a la vista las normas de un clericalismo clásico en nuestro medio, entre aquellas personas bien sea hombre o mujer que se creen con atribuciones dentro de la iglesia institucional, con la exclusividad de poder hablar, decir, discutir, enseñar tratar o comentar aquellos temas relacionados con el Amor de la Esencia Divina, dar orientación sobre ética, moral y todo lo que tenga que ver con el bien y el mal. Son ellos/as, pastores, obispos, sacerdotes, frailes o monjas.
Lo preocupante del asunto, es el cómo lo hacen. Ese tipo de clericalismo no es en absoluto liberador. El decirle a los fieles lo que tienen que hacer y cómo lo deben hacer, no es liberador, eso es abusar y dominar a los fieles a través de las restricciones inhumanas en conciencia por el abuso sexual continuo e infantilizarles y lo más doloroso pretender alterar la relación dinámica de Sophia, el Espiritu, la Ruahj, en cada uno/a de nuestros hermanos/as.
Todo lo anterior nada más contrario al Evangelio de Jesús, las enseñanzas de Vaticano II y Medellín. En nuestra Iglesia contamos con el testimonio maravilloso de Jesús, que a través de su Palabra fue empoderando a sus seguidores, liberándoles del peso tormentoso de la Ley! ?l no vacilo en empoderarles, elevando su dignidad, autoestima, mediante un protagonismo creativo y autónomo. Todos/as no somos parte de la Iglesia: SOMOS LA IGLESIA, estamos dentro de Ella.
Nuestra amada Iglesia, basa su caminar en la Fe, en el Amor y en la Esperanza, pero el clericalismo de muchos, se basa en el manejo de la ignorancia, para señalar, acusar, marginar, discriminar.
En el Evangelio de San Juan encontramos: ?La verdad os hará libres?? (Jn 8,32). Es nuestra obligación buscar la Verdad y alcanzar el Amor. No podemos dejar esta tarea a otros/as creyendo que nos liberarán. Esta tarea, es ahondar en nuestro ser, de manera única y personal, que nos llevará luego a la manifestación y expresión comunitaria.
La profunda y hermosa Encíclica Lumen Fidei del Papa Francisco nos llena de fortaleza y confianza, cuando dice: ?La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos??. Capitulo II #24. Julio 5/13. Esto es para todos/as nosotros/as, quienes ya no nos queremos dejar engañar y menos dejarnos amedrentar por el temor y el miedo..
El clericalismo es una actitud mental y de corazón, que ha dejado mucho que desear en nuestros tiempos, por ellos sus símbolos, como la tirilla o alzacuello, anillo, mitra báculo, y escandalosas vestimentas, no nos dicen nada. Solo nos señalan a una buena persona que han sacado del medio de su familia y comunidad, para hacerle creer que es un ser superior a la humanidad, capaz de ?apacentar??, según le han indicado a todo aquel que esta fuera de lo normal, en la sociedad y en la iglesia. Nos dice más una actitud y testimonio sencillo, como un Gerardo Valencia Cano, Leonidas Proaño, Samuel Ruiz, Dom Pedro Casaldaliga y con ellos, otros obispos.
A fin, de que sigamos reflexionando sobre él; ?no al clericalismo??, me permito compartir el Pacto de las Catacumbas, firmado por 40 de nuestros obispos de América Latina, convocados por Dom Helder Camara (Brasil),comprometidos con la Iglesia Pueblo de Dios.
EL PACTO DE LAS CATACUMBAS
?NOSOTROS, OBISPOS, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el Evangelio; invitados los unos por los otros en una iniciativa en la que cada uno de nosotros ha evitado el sobresalir o la presunción; unidos a todos nuestros hermanos en el episcopado; contando, sobre todo, con la gracia y la fuerza de nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y con la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo que sigue:
1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. [Mt 5, 3; 6, 33s; 8-20.]
2. Renunciamos para siempre a la riqueza, ya sea real o aparente, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos a favor de otros signos más evangélicos. [Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6.]
3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco a nombre propio. Si fuese necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o caritativas. [Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.]
4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. [Mt 10, 8; Hech 6, 1-7.]
5. Renunciaremos a que nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor), ya sea verbalmente o por escrito. [Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13, 12-15.]
6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios religiosos). [Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.]
7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. [Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor 12, 4.]
8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón o medios al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente más desfavorecidos.Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. [Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.]
9. Procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia. [Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.]
10. Trabajaremos para que los responsables políticos pongan en marcha leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. [Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.]
11. Dado que la función de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio a las personas en situación de miseria física, cultural o moral, nos comprometemos a:
Participar, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
Pedir de modo unánime a los organismos internacionales el fomento de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de su miseria.
12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio.
De este modo:
Nos esforzaremos para ?revisar nuestra vida?? con ellos;
Buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
Procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores;
Nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. [Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8-10.]
13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.
Que Dios nos ayude a ser fieles al Evangelio de Jesús.
(Catacumba de Santa Domitila, Roma, 16 de noviembre de 1965)