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Aprender a dudar (2) -- Juan Masiá Clavel, teólogo, bioeticista

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La Comunidad

Como daban mucha guerra los inquisidores (son como moscardones en lomo de vaca, pero yo no tengo rabo…, )me tomé ayer un día de descanso. Por la mañana, música; por la tarde, Unamuno. Me encanta la Sinfonía de los salmos, de Stravinsky y el Requiem, de Fauré. Lástima que el CD es viejo, tengo que cambiarlo. Con ese hilo de fondo releo al “excitador de pensamientos”.
Oyó Unamuno el comentario de “descatolizar a España y volverla al espíritu de sus místicos” y reaccionó así: “En los místicos, aunque ortodoxos, se inició algo que hubiera podido llegar a ser la Reforma española, si la Inquisición no lo ahoga…

En sostener y defender que el hombre no puede venir de un mono, pusieron los teólogos un ardor y un empeño que nada tenían que ver con el amor a la verdad, y en sostener y defender que del mono viene el hombre, suelen poner otros un ardor y un empeño también que tampoco tienen nada que ver con el amor a la verdad. Ni unos ni otros pelean por la verdad” (Ensayos, Aguilar, 1964, II, 558 ss.).

Frento a los dogmatismos de ambos lados, Unamuno se sinceraba: “Yo no doy ideas, no doy conocimientos; doy pedazos del alma”. Y no ocultaba sus incertidumbres, había aprendido a dudar: “Cuando arremeto contra otros es que estoy arremetiendo contra mí mismo, es que vivo en lucha íntima” (id.566-7) De esa incertidumbre sacaba fuerzas: “Es el fondo último de incertidumbre el que sirve de resorte moral” (id. 405).

¿Qué habría dicho don Miguel si hubiera vivido nuestra cultura de los blogueros de internet?

En el ensayo tituladoLa envidia española escribe: “La envidia brota en los pueblos en que el íntimo y verdadero resorte religioso, la fe que crea y no la que vegeta parásita del dogma, se ha herrumbrado. La envidia, que es hija de la ociosidasd espiritual, es compañera del dogmatismo. Por algo se ha hecho proverbial el odium thelogicum, Y ¿quié no sabe que la envidia, más que la gula, más que otro cualquiera de los siete pecados capitales, es el vicio clerical por excelencia? La envidia es la roña íntima d e los conventos. Y ello procede de la ociosidad espiritual” (id. 412).

Algo parecido a esta última frase dijo el cardenal Martini en una entrevista y en una alocución al clero en Roma…

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