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España fue gobernada durante decenios, a partir del año 1939, por un dictador, que según su voluntad sólo respondía de sus actos ?ante Dios y ante la Historia??. La propia definición deja clara la naturaleza de una personalidad narcisista, ególatra y endiosada.
Pues bien, una de las condiciones ya se ha cumplido, pues ha respondido ?ante la Historia??. Y la Historia ha decidido, por voluntad del Parlamento, el Gobierno y la Justicia española, los tres poderes de nuestro Estado democrático, que ese dictador fue un indeseable y por eso su momia no merecía estar en un santuario levantado con mano de obra esclava, y mantenido por las arcas públicas. Un santuario que se construyó para su mayor gloria, por los crímenes que cometió con la marca de ?cruzada??.
El acto que hemos vivido recientemente, de la expulsión de la momia de ese santuario, quizás haya sido único en la Historia de la Humanidad, pues esa expulsión se ha llevado a cabo con la dignidad que se merece todo ser humano, algo que no se reconoce a quienes son considerados públicamente como indeseables, y que desde luego el dictador no reconoció a sus víctimas. Hay que lamentar, eso sí, que el acto tuviera una cobertura pública, que reunió lo peor de la España negra, con personajes carpetovetónicos, nazis, fascistas, golpistas, incluida la ?eclessiae meretrix??.
Este acto ha supuesto un paso adelante para la España democrática y la dignidad de un Estado, paso que ha de ser seguido por otros para el reconocimiento de las víctimas del franquismo y todos/as aquellos/as que lucharon por la Libertad, con independencia de sus ideologías. Igualmente ha de expulsarse de la vida colectiva todo aquello que ensalce al dictador y su Dictadura, que seguirá siendo Historia de España, pero una Historia indeseada para las generaciones futuras. Por ello resulta tan necesaria la retirada de la última estatua del dictador, que se encuentra en un espacio público, en Melilla.
ASOCIACI?N PRO DERECHOS HUMANOS DE MELILLA