Su caso aún clama justicia.
El obispo argentino Enrique Angelelli, de cuya muerte se cumplen hoy 30 años, fue uno de los pocos jerarcas de la Iglesia católica que levantó su voz contra la dictadura militar (1976-1983), a la que se considera presunta autora de su asesinato.
Angelelli, que ejerció la prelatura de la norteña provincia de La Rioja, es llamado ‘mártir de los pobres’ en los círculos católicos más progresistas, que sostuvieron siempre que el obispo fue asesinado por ese régimen miliar.
En octubre pasado se reabrió ante la Justicia una investigación sobre las confusas circunstancias en que murió el obispo el 4 de agosto de 1976, al volcar la camioneta que conducía por el interior de La Rioja.
Angelelli llevaba consigo un informe con la pesquisa que había realizado del asesinato de dos sacerdotes y un laico a manos de los militares.
El accidente ocurrió después de que el obispo dejara el pueblo de Chamical, donde había celebrado una misa y pronunciado una homilía en la que denunció los asesinatos de los dos religiosos.
El padre Arturo Pinto, quien acompañaba a Angelelli, testimonió que apenas dejaron Chamical comenzó a seguirles un automóvil; el obispo aceleró, pero entonces apareció otro coche y les encerraron hasta hacer volcar la camioneta, cerca de la localidad de Punta de los Llanos.
‘Fue un asesinato’, dijo este miércoles el presidente argentino, Néstor Kirchner, que para conmemorar la muerte de Angelelli declaró la jornada de hoy como ‘día de duelo nacional’.
Durante tres décadas colaboradores del obispo reunieron pruebas para acreditar el crimen ante la Justicia, pero Angelelli también espera e inspira un reconocimiento formal y público dentro de la propia Iglesia, muchas veces acusada de callar ante las atrocidades de la dictadura.
Se espera que en la misa que hoy presidirá en La Rioja el titular del Episcopado argentino, Jorge Bergoglio, la Iglesia pida por primera vez a la Justicia que esclarezca el hecho.
Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, ya ha concluido con un informe sobre el caso que le fue encomendado por la Conferencia Episcopal.
El prelado no quiso revelar el contenido de la investigación, pero llamó a Angelelli un ‘muerto por el Evangelio’.
‘La Iglesia tardó 30 años en reconocer al obispo Enrique Angelelli como un mártir por su compromiso con los más necesitados.
No acompañó los sufrimientos del pueblo y de la propia Iglesia’, sostuvo el premio Nobel de la Paz 1980 Adolfo Pérez Esquivel.
Según el que fuera secretario personal de Angelelli, Juan Aurelio Ortiz, el obispo hizo llegar a los entonces jefes del Episcopado argentino información de los asesinatos de los dos sacerdotes y un laico, pero éstos consideraron que no se podía hacer nada al respecto.
La idea de que la Iglesia debe institucionalmente hacer un ‘mea culpa’ por su actuación durante la dictadura está cobrando fuerza desde los círculos progresistas.
Mientras desde los púlpitos algunos sacerdotes por primera vez se animan a hablar de la figura de Angelelli y otros impulsan la causa de beatificación de cinco religiosos palotinos asesinatos por represores en 1976, un grupo de sacerdotes y laicos inició una campaña por el ‘Nunca más’ de la Iglesia.
La propuesta alude al informe ‘Nunca más’ (1984), en el que la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas recopiló los miles de crímenes del régimen militar, e invita a recordar a los cristianos víctimas del terrorismo de Estado y a reconocer que hubo complicidad por parte de ciertos hombres de la Iglesia.
Pero el actual obispo de La Rioja, Roberto Rodríguez, rechazó que la Iglesia no haya denunciado las graves violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
‘La Iglesia habló y sufrió persecuciones’, sostuvo el prelado.
Según registros de organizaciones de derechos humanos, durante la última dictadura argentina 19 sacerdotes desaparecieron o fueron asesinados, otros 11 fueron secuestrados, torturados y liberados, y 22 fueron detenidos a causa de la persecución política.
También fueron desaparecidos o asesinados en este período 11 seminaristas y cuatro religiosos, entre estos últimos las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon.