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Al Papa Francisco -- Victoriano Martí Gil, Psicólogo y Pedagogo. Maestro jubilado. Sacerdote

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CIUDAD DEL VATICANO. 7. 15-6-2015
“La represión, la mayoría de las veces, conduce a la trasgresión”
Santidad, el pasado día 12 se cumplieron los 49 años de mi ordenación sacerdotal y este año hará 40 que, secularizado, contraje matrimonio. El recuerdo de estas tres situaciones me ha llevado a reflexionar sobre lo que paso a exponerle y que es el resultado de mi experiencia personal, de la constatación con otras personas, creyentes o no, y con otros sacerdotes en ejercicio y secularizados.

Hace unos días, mi esposa Toñi me expresó un sentimiento profundo y precioso, que es mutuo. Me dijo que “está enamorada de mi alma”. Esta manifestación me gustó mucho y me llevó a recordar que realmente cuando hace cuarenta años nos enamoramos, lo fue desde nuestras almas. Me explico: Nos conocimos el año 1967, siendo yo Consiliario del Junior y de los jóvenes de Acción Católica y perteneciendo ella a la Comisión Diocesana.
Estuvimos juntos en esta tarea ocho años. Durante ese tiempo trabajando en equipo, se fue dando entre nosotros dos, sin intención consciente, un grado progresivo de coincidencias y compatibilidades ideológicas, actitudinales, éticas, metodológicas, prácticas y espirituales que desembocaron en la intensificación de nuestra confianza mutua, amistad y afecto que, al principio, carecía de atracción física y sólo era un deseo de conexión humana y espiritual. Pero el amor, con todo lo que implica de atracción, apego, afecto y deseo iba haciendo mella en nuestros corazones. Así le ha ocurrido a muchos de mis compañeros.

La intervención del Obispo, tal vez con buena intención, aceleró los acontecimientos que me hicieron renunciar al ejercicio del sacerdocio. Así actuaban los Obispos ante situaciones irreversibles o problemas irresolubles: distanciándonos físicamente de los lugares o de las personas a las que queríamos, precipitaron los procesos de secularización en mí y en muchos otros. Si hacemos una lectura creyente, tal vez la mano providencial de Dios, desde el Amor, escribía derecho lo que iba camino de torcerse a causa de nuestra dificultad para cumplir el compromiso del celibato y para controlar y dirigir los afectos, la pasión o la represión. Así ha ocurrido en muchos de los sacerdotes secularizados y, tal vez, esté ocurriendo también en muchos de los que continúan ejerciéndolo.

Porque creo que ante la ley del celibato se están dando estas diferentes reacciones y comportamientos:
1) Hay sacerdotes que, poseedores del carisma del celibato, son capaces de cumplirlo y de ser fieles a él. Me parece digno de reconocer, de alabar y de potenciar.

2) Hay otro sacerdotes que, incapaces de cumplirlo, sin renunciar al ejercicio ministerial, tienen esta doble reacción, cargada de riesgos, de culpabilidad y de sufrimiento para ellos y para las otras personas, y que, al ser conocidas, producen escándalo, indignación y decepción en creyentes y no creyentes, con los consiguientes perjuicios para la misión evangelizadora de la Iglesia:

o tienen aventuras sexuales puntuales con la misma o diferentes personas para satisfacer sus necesidades, practicando, a veces, la pederastia o la homosexualidad;

o mantienen una relación de amor verdadero y permanente con una persona y, por cualquier razón, no dan el paso al compromiso matrimonial, compaginándola con el ministerio.

3) En tercer lugar está el grupo de sacerdotes que hemos optado por el amor y la relación de pareja frente a la ley del celibato y hemos renunciado y renuncian aún al ejercicio del ministerio. De entre ellos, hay algunos que, en caso de derogarse la ley del celibato, tal vez con algunas condiciones, optaríamos por compaginar la vida matrimonial y familiar con el ejercicio sacerdotal.
Después de este breve y sencillo análisis, en el que se podría profundizar más acerca de las muchas ventajas y de lo pocos perjuicios que tendría la derogación del celibato, me dirijo a su Santidad para que intente derogar la ley del celibato obligatorio, teniendo en cuenta los signos de los tiempos y las voz del Espíritu, que habla a través de estas realidades sangrantes y, al mismo tiempo, en gran medida evitables.
Pido a Dios y a su Espíritu que así sea para el bien de la Iglesia y Comunidad de Jesús. Gracias por su atención y estoy a su disposición.

75 años. Murcia, 15 de junio de 2015. victorianomartigil@gmail.com – www.victorianomartigil.com – 619558427

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