[El Ciervo] Relajar el calendario del ajuste fiscal pactado con el resto de la UE. Reorientar e intensificar la lucha contra el fraude fiscal. Poner impuestos al capital financiero y a las grandes fortunas. Dedicar estos ingresos adicionales ?más los que pueda proporcionar el Banco Europeo de Inversiones (BEI)- a políticas de estímulo del crecimiento.
De este modo se podría reducir el déficit a un ritmo razonable sin necesidad de recortar brutalmente el gasto social, esto es, sin fragilizar dramáticamente nuestro Estado del bienestar -todavía a medio hacer-. A este ?programa alternativo?? de ajuste podríamos añadir, además, una armonización del impuesto sociedades a escala europea, que revierta su tendencia a la baja de las últimas décadas por obra y gracia de la competencia fiscal entre los países de la UE.
Pero, según parece, no hay rosas sin espinas. Si el ajuste fiscal se demora en el tiempo, muchos están convencidos de que los mercados de deuda se pondrán nerviosos e infligirán un severo castigo a aquellos países que no reduzcan el déficit a la velocidad prometida en 2010. Según este pronóstico, a veces de tintes apocalípticos, la prima de riesgo se dispararía hasta límites insostenibles. Es más, visto lo dados que son los mercados de bonos al efecto contagio, para los apocalípticos sólo con que un país haga los deberes demasiado lentamente se podría disparar hasta límites insostenibles la deuda de todos los demás.
Por desgracia, vivimos tiempos económicos en que ni siquiera podemos descartar los escenarios apocalípticos. De hecho, los mercados financieros llevan un par de años enredados en una espiral esquizofrénica: si no se recorta entran en pánico, convencidos de que las deudas no se podrán devolver; si se recorta, entran en pánico igualmente, cuando constatan que recortando vuelve la recesión y que sin crecimiento no hay quien pueda devolver deuda alguna.
Sin embargo, es posible fintar los mercados de deuda y su irracionalidad. Hay un modo de recuperar la racionalidad económica -es decir, de ajustar el déficit más lentamente para evitar otra recesión- sin tener que pagar por ello unos insoportables costos financieros. ¿Cuál? Que el Banco Central Europeo actúe como prestamista de última instancia: que compre la deuda pública de los países con déficits abultados, eliminando de un plumazo sus primas de riesgo. No proponemos nada extraño: simplemente que el BCE haga lo mismo que llevan haciendo los últimos dos años la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra o el Banco de Japón: financiar los déficit de sus países ?en muchos casos mayores que los del sur de la UE- a precios soportables.
¿Qué el Estatuto del BCE lo prohíbe? Lo sabemos. Pero cuando los obstáculos de un buen objetivo político son jurídicos, nada mejor contratar que ?un buen abogado?? que nos encuentre una solución. Michel Rocard ha propuesto recientemente que, para sortear las barreras que el Estatuto del BCE impone al sentido común, habría que ?triangular?? por medio de las instituciones financieras públicas de cada Estado ?en el caso de España, por ejemplo, el ICO-. Así, el BCE prestaría al ICO a interés cero o casi cero y sería éste el que compraría la deuda española sin cobrar prima de riesgo.
El ?programa alternativo?? parece, pues, un programa completo: diríase que todos sus frentes ?el financiero, el fiscal- están cubiertos. Su mayor dificultad es que la mayoría de sus objetivos pasan por Bruselas.
En efecto, ralentizar el ajuste fiscal, poner impuestos efectivos al capital financiero, armonizar sociedades: es muy difícil no hacer esto a escala europea. Financiar inversiones públicas a través del BEI o permitir que el BCE ?triangule?? para actuar como prestamista de última instancia: es imposible no hacerlo a escala europea. Incluso la lucha contra el fraude fiscal tiene su dimensión europea, en la medida en que exige una cierta declaración de guerra a los paraísos fiscales. Por no hablar de los eurobonos (tema al que dedicaremos monográficamente un artículo próximamente). Todo pasa por Europa. Por una Europa que quiera hacer todo esto. Por esto es tan importante que gane Hollande las presidenciales francesas. Y todavía más, que el SPD se imponga en las legislativas alemanas del 2013.