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Ajustar el déficit sin recortar derechos (1) -- Toni Comín

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Cristianismo y justicia

[Revista El Ciervo] Como saben los amos y amas de casa, hay dos maneras de ajustar un déficit: ingresando más o gastando menos. Y como saben los economistas, hay tres maneras de subir los ingresos públicos: creciendo, subiendo impuestos o evitando el fraude fiscal. La mejor política de ajuste fiscal jamás inventada se llama crecimiento económico. Esto lo comparten la mayoría de políticos y economistas, independientemente de si son de izquierdas, de centro, de derechas o mediopensionistas.

La razón es muy sencilla: cuando hay más crecimiento, el Estado por definición ingresa más, independientemente de cual sea su sistema fiscal. Los escandinavos tienen una presión fiscal bastante mayor que los anglosajones, como es sabido. Pero tanto unos como otros, cuando crecen mucho ingresan mucho y cuando crecen poco o nada ingresan menos.

Muchos economistas suelen estar convencidos de que, en general, las subidas de impuestos son un riesgo para el crecimiento, porque perjudican la competitividad y la eficiencia. Pero olvidan con demasiada facilidad que, entre los países más eficientes, más competitivos y que más –y mejor- crecen del mundo, están aquellos con impuestos más altos, los escandinavos, y que muchísimos países con bajos impuestos tienen un crecimiento mediocre. En cambio, lo que hoy pocos economistas parecen recordar es que hay recortes del gasto público que decididamente sí son un riesgo para el crecimiento.

Si reducimos el gasto mejorando la eficiencia de la administración, nada que objetar. Pero si detenemos por completo la inversión y deterioramos los servicios públicos, perjudicaremos –a corto y a largo plazo- un crecimiento hoy ya débil de por sí. Y, huelga decirlo, fragilizaremos esos derechos que constituyen la columna vertebral del Estado del bienestar.

Recortar a troche y moche no sólo ahonda la injusticia social, sino que contradice cualquier racionalidad económica. Si los recortes detienen el crecimiento, el déficit no se reduce: al caer el gasto, cae la actividad económica y caen los ingresos. Los recortes pretenden que la caída del gasto corra más que la caída de ingresos. Pero sólo consiguen que la caída de ingresos se agrave y siga yendo por delante, como en una carrera imposible. El camino de “recortes y nada más” no puede conseguir su objetivo, que es acabar con el déficit. Conseguirá bajar el gasto público, eso sí, pero también ralentizará el crecimiento -en el mejor de los casos- o provocará una recesión -en el peor-. Y el déficit seguirá ahí.

Este círculo infernal de “más recortes, más recesión, más déficit” se puede detener. De entrada, relajando el calendario del ajuste fiscal, aunque los mercados de deuda se pongan nerviosos –más nerviosos se pondrán si los países con déficit no empiezan a crecer pronto-. Y, a continuación, apostando por las inversiones públicas –políticas sociales, inversiones físicas- que contribuyen al crecimiento. Keynes ya explicó que cuando el motor habitual –la inversión privada- se estropea, lo mejor es arrancar el motor auxiliar –la inversión pública-.

Estas políticas cuestan dinero, sí, pero lo podemos encontrar. Por la vía de la lucha contra el fraude y la evasión fiscal, lo cual incluye muy principalmente el asunto de los paraísos fiscales. Pero, sobre todo, por la vía de la subida de impuestos. No, no nos referimos a subir el IVA –lo primero que nos encontraremos en la agenda, hoy ignota, del PP-. Hablamos del impuesto a las grandes fortunas –esas que en nada contribuyen al crecimiento-, sicav incluídas; a recuperar el impuesto de sucesiones; a subir el IRPF a las rentas del capital; a poner un impuesto a los bancos; a instaurar la tasa Tobin sobre las transacciones financieras. Si cuentan verán que salen cinco: lo que podríamos llamar un “póker de impuestos”.

Estas son las únicas cartas (fiscales) que podemos jugar para ajustar el déficit con realismo. Pero son cartas que no podemos jugar solos: hay que ponerlas encima de la mesa de Europa. De esto hablaremos en el próximo capítulo.

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