Theo van Gogh era un director de cine holandés que tuvo la osadía de hacer un cortometraje que bajo el título de Submission denunciaba la situación de la mujer en muchas naciones islámicas. Nada que no fuera sabido y nada escandaloso para un país como Holanda donde se defiende el derecho de expresión de las personas.
Pero sus imágenes le costaron la vida pues un joven marroquí fundamentalista consideró que estaban ofendiendo a su credo. En una especie de asesinato ritual le dio dos puñaladas que lo decapitaron para luego rematarlo a tiros.
Para la realización de su cortometraje contó con la ayuda de una mujer somalí, Ayaan Hirsi Alí, que conocía bien las circunstancias de vida de las mujeres musulmanas ya que ella misma había sufrido la ablación del clítoris en su infancia. Vivía en Holanda como refugiada donde había pedido asilo pues rehusaba casarse en Canadá con un hombre al que no conocía. Tras la muerte del director de la película, hecha en común, el imán de la Haya comentó que ella debía de recibir el mismo trato. A partir de ese momento esta mujer tuvo que esconderse y contar con la protección de la policía.
Han pasado dos años desde esos penosos acontecimientos y la suerte de esta mujer está en el alero. Los vecinos de la casa donde vive denuncian que tienen miedo a compartir con ella el mismo techo por las represalias de su conducta. Un miedo curioso pues están protegidos por la policía las 24 horas. Otras personas han demostrado que falsificó algunos datos para obtener el status de refugiada y posteriormente la nacionalidad holandesa. Algo que ella no niega y que eran pequeños cambios en su curriculum que facilitaran los pasos.
Hace unos días la ministra para la emigración la ha desprovisto de sus papeles e identidad holandesa lo que la ha forzado a dimitir como miembro del parlamento. Esta actuación es fruto de unas declaraciones en la televisión en las que comentaba su azarosa vida y su renuncia al Islam por la situación de la mujer en este credo. Es cierto, y todo hay que decirlo, que el primer ministro holandés ha revocado la orden ante las protestas de algunos ciudadanos. Al final, acosada por unos y por otros, Ayaan ha decidido poner tierra por medio y refugiarse en los Estados Unidos para empezar de nuevo.
La vida de esta mujer me ha dado pie para una serie de reflexiones. Por un lado, el poco interés que muestra el mundo occidental por mejorar la situación del colectivo femenino musulmán que está fuera del marco de muchos derechos fundamentales. Pero por otro, no hay que buscar actitudes semejantes muy lejos de casa. Muchos holandeses han visto con gusto que esta mujer somalí se vaya lejos pues les causará menos problemas al denunciar una situación que preferimos no conocer y, así, no vernos obligados a tomar partido.
En muchos países de Europa y en la misma España la palabra feminismo y feminista son denigradas o se hace mofa de ellas. ¿Es inocente esa crítica o nace dentro de un mundo que no quiere renunciar a parte del pastel que le corresponde por repartirlo con las mujeres?
Antes, las demandas de voto femenino eran criticadas ya que, se decía, supondrían el fin de la civilización cristiana. Hoy, las críticas van por otro lado, pero en el fondo ninguno de los que protestan quiere acabar con nuestra SUMISI?N. Es el título de la película que acabó con la vida de una persona, con la emigración de otra y que describe la situación de gran parte del colectivo femenino en el mundo. Sinceramente creo que las críticas no son justas y que sólo pretenden justificar un statu quo injusto. ¿No tengo razón?