A propósito del libro El lobby israelí -- Abdelkáder Muhámmad Ali

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Un debate público se ha suscitado últimamente en la prensa tras la publicación del libro «El lobby israelí». Uno de los momentos más interesantes se ha originado con la incursión de Shlomo Ben-Ami con su artículo «Mitos y realidades del lobby israelí» (El País, 9-11-2007) en el que intenta minimizar y quitar importancia al poder omnímodo del lobby israelí en EEUU a tenor de un libro recientemente publicado al que nos referiremos más abajo.

A su vez, Jerónimo Páez, abogado y director de la Fundación El Legado Andalusí replica a Shlomo Ben-Ami con otro artículo bajo el epígrafe «Realidades, que no mitos, del lobby israelí», en el que, sin concesiones, rebate una por una las inconsistentes aseveraciones de Ben-Ami. Entre otras cosas, Jerónimo Páez se lamenta en su escrito «de las contradicciones que suelen afectar a los judíos progresistas» recordándole a Ben-Ami que el libro que este critica severamente «ha sido considerado por The New York Review of Books como el libro más interesante desde que se publicó El choque de civilizaciones de Samuel Huntington».

El lobby israelí

El pasado mes de octubre del año en curso aparecía en España la versión en castellano del libro «El lobby israelí» (Ed. Taurus, 2007) de John J. Mearsheimer, catedrático de ciencia política en la Universidad de Chicago, y Stephen M. Walt, catedrático de Asuntos internacionales en la Universidad de Harvard. El libro, tal cual explican detalladamente en el prólogo sus autores, es la prolongación de un artículo que les fue encargado por la revista Atlantic Monthly, aunque en el último momento, el director de la revista, temeroso de las consecuencias, les comunicó que no lo publicaría. Sin embargo la London Review of Books mostró interés por el texto y lo publicó el 23 de marzo de 2006, originando un intenso y polémico debate. Sus autores, lejos de arredrarse por la polémica, ampliaron su trabajo y publicaron el libro con el mismo título: «El lobby israelí «.

Ni que decir tiene que, como es habitual en estos casos, sus autores fueron acusados de antisemitismo, a pesar de afirmar reiteradamente ser favorables a la existencia del Estado de Israel, y sobre todo, de no ser simpatizantes de la causa palestina. Lo que no les impide denunciar que la política del ente sionista con frecuencia choca con los intereses de EE.UU., por lo que recomiendan a Washington adoptar una política que defienda sus verdaderos intereses en Oriente Próximo, y no los intereses del lobby israelí. Situación que les ha granjeado a los norteamericanos un odio muy extendido en el mundo, especialmente entre los musulmanes.

Sin duda, a pesar de las más de seiscientas páginas del libro, la obra es esencial para comprender cómo funciona el lobby judío en EE.UU. así como la presión que ejerce continuamente sobre senadores y congresistas, a quienes con diversos métodos persuasivos -presiones económicas, influencias políticas, mediáticas y académicas y, cómo no virulentos ataques verbales a quienes argumentan en su contra- les obliga a defender las posiciones de Israel. «Humillaciones» que ha sufrido inclusive el presidente Bush cuando su entusiasmo pro israelí ocasionalmente decaía.

Los autores, Mearsheimer y Walt comentan que «es casi imposible mantener una conversación libre y abierta sobre Israel sin ser tachado de antisemita». Un calificativo muy dañino: «por esa misma razón lo utilizan». Lo que según ambos autores produce tres efectos. «En primer lugar, la gente no se atreve a expresar sus críticas por miedo a ser acusado de antisemita. Además, marginaliza a la gente en el sistema político, toda vez que nadie quiere relacionarse con alguien que ha sido tachado de antisemita, lo sea o no. Y por último, distrae del problema principal. Por ejemplo, cuando el ex presidente Jimmy Carter manifiestamente filosemita publicó su libro «Palestina: Paz, no apartheid», la discusión se centró sobre si Carter era o no antisemita, con lo que se evitó hablar de los análisis y de las soluciones que aportaba».

Mearsheimer y Walt afirman en una entrevista (ABC, 25/11/2007) que han visitado muchos países europeos para presentar el libro «y en todos ellos nos han dicho que existe un lobby israelí. Pero en ningún caso se acercan a la fuerza que poseen en EEUU». Lamentablemente en el libro no abordan la influencia de este lobby en Europa, un lobby que, a mi juicio, ha dado un paso de gigante con la elección de Nicolas Sarkozy como presidente de la República Francesa. Como bien argumenta Nicole Muchnik en un interesantísimo artículo titulado «¡Despierta, De Gaulle, se han vuelto locos!» (El País, 7-11-2007) ha cambiado, radicalmente, la política exterior francesa, largamente hilvanada «de 1966 a 2006 bajo las presidencias sucesivas de De Gaulle, Pompidou, Giscard, Mitterrand y Chirac, Francia, para mayor regocijo de los franceses, disponía de un contraejemplo del que mantenerse alejada: los Estados Unidos de América». Un cambio tan radical como pasarse al sionismo con armas y bagajes. Sin embargo hay excepciones contestatarias cuyos argumentos son tremendos de ser ciertos: el antiguo presidente italiano Francesco Cossiga señala en una entrevista con el Corriere della Sera el pasado 30 de noviembre que la CIA y el Mossad estuvieron detrás de los atentados del 11 de septiembre. Teoría nada original por cuanto ya se había dejado oír por parte de otros personajes y autores.

Democracia: tsunami de mierda en Gaza

Y es que en verdad, si bien el lobby israelí en Europa no tiene la misma influencia que posee en EE.UU., en muchos casos, su poder es más neutralizador, determinante, demoledor… Europa no le puede mirar a los ojos al lobby israelí por el complejo que le origina el recuerdo del Holocausto. Obsérvese al día de hoy la situación en Gaza, sumida casi en la hambruna, la falta de toda clase de necesidades primarias y un deterioro total de las infraestructuras hasta el extremo de que «falten entre 30 o 50 centímetros para que las aguas negras sobrepasen los sacos terreros» que la detienen, a punto de ser arrollados por un «tsunami de mierda», (El País 5/12/2007). Simplemente por haber cometido el delito de ser democráticos y elegir libremente a Hamas en las urnas. Sin duda, ante esto, la Europa de las libertades no sólo calla y otorga, sino que apuntala al lobby israelí en el cerco mortífero al que tiene sumido a más de un millón y medio de personas en Gaza -el mayor campo de concentración del mundo-. Efectivamente, como recoge la crónica de Juan Miguel Muñoz en El País (5/12/2007): «la democracia exigida por Occidente ha sido funesta».

En definitiva, el lobby israelí, como afirman Mearsheimer y Walt, esta llevando a EE.UU. a uno de sus mayores errores y crímenes de lesa humanidad de su historia, tanto el cometido con la invasión de Irak y por la masacre a la que han condenado a perpetuidad al pueblo palestino. Por ello, cabe hacer nuestra la reflexión de un avezado corresponsal de guerra como Robert Fisk -escribe para el Independent de Inglaterra (28 de abril de 2006) y en LA VANGUARDIA- al titular uno de sus artículos: ¿Los Estados Unidos de Israel? Es decir: ¿hasta qué punto los Estados Unidos no son ya un «Imperio Conquistado» por el Lobby de Israel? Porque en lo que respecta a los estados árabes, -salvo alguna rara excepción-, sus jefes de gobierno y/o de Estado, -una camarilla de colaboracionistas-, hace tiempo que los tienen en nómina.

Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter, que jugó un importante papel durante años en la política exterior norteamericana, considera que estos dos profesores, Mearsheimer y Walt, «han prestado un servicio público» de especial interés a EE.UU. Ahora hace falta algo más de valentía y empezar a denunciar la violación de la legalidad internacional, de muchas resoluciones de la ONU que sistemáticamente ha despreciado y viola Israel, ¿es mucho pedir? Para que EE.UU. y Occidente en su conjunto, empiecen a recuperar la credibilidad en el mundo musulmán, y en otra latitudes, hay que empezar por finiquitar la doble moral al uso, la doble vara de medir y aplicar con el mismo rigor ¿y saña? que en otros casos, la legalidad eternamente burlada por Israel. ¿O nuevamente sucumbirá al lobby israelí bombardeando a Irán?